CON PRIMA DE RIESGO

El decreto que regula el alquiler vacacional: virtudes y defectos a tener en cuenta

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La norma trata de regular una actividad que ha funcionado a su aire durante muchos años

La aprobación del decreto gallego que regula las viviendas de uso turístico en la comunidad pone fin a una situación irregular que se venía produciendo en mayor medida en las zonas de costa durante el período estival.

El nuevo decreto, vigente desde el 10 de Mayo, contempla los alquileres ofertados por el  propietario de dicho inmueble por un período no superior a 30 días consecutivos,  prohibiendo de forma expresa el alquiler por habitaciones siempre y cuando el propietario no resida en  la vivienda.

El proceso para darse de alta en el Registro de la Xunta es un proceso sencillo, con un coste de 56,26 euros, en el que el propietario de dicho inmueble deberá cumplir una serie de condiciones destinadas a garantizar un servicio adecuado por parte del usuario. Dicha documentación a presentar formará parte del Registro de Empresas y Actividades Turísticas de Galicia, porque si usted está realizando una actividad comercial, y porque como tal, usted debe garantizar su servicio al usuario que lo utilice.

El decreto en consecuencia regula una actividad comercial y por ello el realizar un alquiler sin estar dado de alta en dicho Registro tendrá sanciones que podrían ser graves con importes que pueden ir de los 900 a 9.000 euros, al margen de las consecuentes sanciones administrativas y fiscales. Los ingresos procedentes del alquiler deberán tributar en la Declaración de Renta como ingresos percibidos o rendimientos del capital inmobiliario, donde se deberán desglosar el tiempo en el que la vivienda está alquilada por turistas del tiempo donde se encuentra disponible para el propietario. La aprobación del decreto no ha estado carente de polémica y preocupación en un sector que nace fruto de la crisis como una segunda fuente de ingresos para un propietario “agobiado” por las cuotas de la hipoteca.

El Clúster de Turismo de Galicia reconoce la necesidad de regulación en el sector para permitir una oferta reglada, que a su vez ordena el alojamiento en cuanto a viviendas turísticas y apartamentos clasificados en categorías de calidad de 1,2 y 3 llaves, permitiendo así una diferenciación para ofrecer una mejor calidad en la oferta. El clúster calcula que en la comunidad de Galicia existe una oferta de 30.000 viviendas en alquiler vacacional.

Con ello, desaparecerán los anuncios en el supermercado de alquileres por días y habitaciones en zonas de playa, o las ya habituales ofertas de céntrica viviendas urbanas reformadas a “prisa” y decoradas en Ikea, que nos ofrecen cada día en forma más numerosa, modernas páginas web, cuyo CEO jamas habrá puesto su chancla en nuestras tierras, a la par que ofrecen todo tipo de experiencias con colegas, proporcionados por el anfitrión para conocer los secretos de la ciudad, en función del tiempo disponible por el usuario.

LA GUERRA DE REGULAR MEJOR

Mientras Galicia intenta poner orden en el sector, son ya varias las comunidades autónomas que tratan de frenar una situación que a todas luces se les va de las manos. Caso de Madrid y Barcelona que ven incrementados los precios de los alquileres en vías de una remuneración más inmediata y lucrativa. A debate desde hace tiempo está el caso de la Isla de Ibiza con precios que superan los 1.600 euros por un piso de dos habitaciones y donde tener la posibilidad de alquilar durante un curso escolar, caso de un docente que cubra una vacante, es un imposible. Por ello el Gobierno balear ya se plantea limitar las zonas de alquiler vacacional en la ciudad reservando el núcleo urbano que quedaría a decisión de la comunidad de vecinos que deberá posibilitar el uso siempre que sea aprobado por mayoría, buscando con ello favorecer el asentamiento poblacional a largo plazo.

Casos a debatir con calma y tomar como ejemplo son Madrid o Barcelona donde los números que mueve este sector se incrementan de forma proporcional al desgaste de la “población original” que es testigo silencioso del disfrute del turista que por un precio a su medida se empapa de los encantos de la ciudad.

Muchos son los ejemplos de lo que suponen los procesos de gentrificación ya sea en Manhattan, Lavapiés o Santiago  que obran en pos de dotar a los barrios, normalmente las zonas históricas, de un nuevo aire y nueva vida para mostrar al turista su mejor cara, olvidándose de las caras de quien lo ha habitado en un proceso de gentrificación que se plantea irreversible, para ofrecer al viajero una bonita postal. 

Que el decreto favorece una actividad, que ya no se puede parar, está claro. Que es cuestión de acostumbrarse a un cambio, es seguro. Que es necesario un período de adaptación de las partes involucradas, es evidente. Que es una medida que favorece la especialización, es innegable. Que hablando se entiende la gente... Siempre que quede gente.

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