CON PRIMA DE RIESGO

El desarrollo económico se concentra en pocas ciudades y desequilibra el futuro de un país

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La economía se concentra alrededor de las grandes ciudades en detrimento del rural y de la periferia 

El premio Nobel de Economía, Paul Krugman postula en su teoría de la Economía de la Aglomeración  que el valor añadido del empleo crece más cuanto mayor es el tamaño de la ciudad. Este postulado que nos lleva a preguntarnos que puede hacer una ciudad como Ourense de cara a su futuro. 

El desarrollo económico debe ser sostenible, pero actualmente la economía se centra en las grandes ciudades. Por ejemplo Madrid y Barcelona, urbes cosmopolitas y con gran desarrollo económico, absorben a la vez una enorme concentración de población, lo que exige a la vez grandes ocupaciones de superficie y altos consumos de recursos naturales y de energía. 

A la vez debemos sumar los millones de desplazamientos con sus nocivos efectos de contaminación y de repercusión sobre la salud.  Pero esos grandes “monstruos” de ladrillo, las grandes ciudades, son los grandes ganadores de la economía moderna, donde se concentran los centros de poder del mundo de la empresa, la política, las finanzas o el desarrollo cultural y social. Centros que marcan la atracción del desarrollo de un país o de un modelo de sociedad. 

Este fenómeno ha venido para quedarse. El Banco Mundial nos indica en sus previsiones para la próxima década, 2030, que dos tercios de los habitantes del planeta vivirán en ciudades. Y nos recuerda que las 12 zonas urbanas más grandes del planeta albergan a más de 15 millones de personas. 

Además, las ciudades se han convertido en grandes polos económicos. La consultora Internacional McKinsey en su estudio sobre el mundo urbano afirma:”Ahora en las 600 ciudades más dinámicas del mundo vive el 23% de la población mundial, pero ya se genera el 55% del PIB”, con perspectiva de seguir creciendo. La concentración de la economía en grandes urbes cuenta con un gran damnificado, que es el resto del territorio. Galicia es un buen ejemplo, ya que el claro desequilibrio entre la Galicia interior y costera está marcado por la concentración de población y de tejido empresarial. 

A ello debemos  sumar el efecto de atracción que Madrid ejerce sobre la comunidad en forma de atractivo de población. El resultado es que los habitantes de la comunidad gallega tienen distintos grados de oportunidad laboral, según donde vivan.

Antes el rural era el centro de las relaciones socioeconómicas pero con el paso del siglo XX este proceso  ha evolucionado hacia las ciudades.

La explicación ha estado siempre en la calidad de vida, condiciones laborales más cómodas o por la mayor oferta de servicios públicos y privados de dichas ciudades.  Es un conjunto de ofertas que han ido atrayendo cada vez a más y más jóvenes a sus “redes”. 


QUE SE PUEDE HACER 


En los últimos años, a estas causas, debemos sumar un nuevo factor, según Hábitat, la Agencia de las Naciones Unidas para la Vivienda y el Desarrollo Urbano Sostenible: “destaca que el crecimiento urbano acelerado es una consecuencia, insospechada, del desarrollo de la economía del conocimiento pero a la vez  puede traer problemas”.

Esta reflexión, debo confesarles que me ha llamado mucho la atención, ya que estamos acostumbrados a que nos indiquen que el teletrabajo y las herramientas TIC romperán las barreras de la distancia física y que nos permitirá desarrollar profesionalmente desde cualquier lugar. 

La verdad es que es cierto que la tecnología concentra la mano de obra, véase Apple o Google que gastan grandes inversiones para que sus trabajadores estén contentos pero siempre en sus centros de trabajo.  

Por lo tanto, aprendiendo la lección, Ourense debe fiar parte de su desarrollo  a la atracción de centros de trabajo basados en la tecnología, como ya se hace con la informática, pero que se puede extender a sectores con potencial como la biotecnología, aeronáutica o la tecnología en general. Y lo mismo está pasando en otros sectores que lideran el crecimiento económico mundial como la biotecnología, la genética, el software o la inteligencia artificial.

La dicotomía campo-ciudad no es nueva y ya viene desde tiempos de la Edad Media, pero actualmente el desequilibrio es evidente donde la gente joven y cualificada abandona el rural (el campo se queda con una población menos cualificada (el 17% de los adultos jóvenes en las pequeñas localidades tienen estudios universitarios frente al 35% en las que tienen más de 100.000 habitantes). 

Cuando estudiaba (de eso ya llovió), se hablaba de vertebrar el territorio y buscar un desarrollo sostenible y equilibrado de todo el conjunto. Quizá, solo quizá, sea el momento no solo de desarrollar el AVE sino también de aplicar modelos  de desarrollo económico no centralizados y apoyando que la periferia siga teniendo oportunidades de crecer ( y subsistir).

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