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En España toca parar y cambiar de rumbo

La Bolsa de Madrid en la sesión del pasado viernes.
photo_camera La Bolsa de Madrid en la sesión del pasado viernes.
Hay crisis y problemas en todo el mundo tras la pandemia y la guerra, pero en España son mucho más graves. Tanto es así que su economía no ha recuperado el nivel de 2019 y a este paso aún puede ir a peor.

En un país con tantas medianas y pequeñas empresas, donde escasean las compañías cotizadas, es más difícil que la Bolsa refleje fielmente lo que pasa en la economía. Es el caso de España. Pero aún dando por válida esa premisa, tiene su importancia el hecho de que la Bolsa española, del mismo modo que su PIB, no hayan recuperado sus niveles de 2019 y que en esta tercera crisis del siglo XXI vuelvan a descarrilar. Lo que sucede en España no se da en otros países desarrollados.

Todas las bolsas del mundo cayeron en picado con la llegada del coronavirus, pero la mayoría de las occidentales no tardaron en recuperarse del todo (EE UU) o en gran parte (Alemania, Francia); sin embargo, en España no. Y ahora que se ha desatado la guerra de Ucrania, el comportamiento de la Bolsa española –y probablemente de su PIB– vuelve a ser distinto.

En los días que van de la guerra, los mercados financieros acusaron una caída importante de inicio, tanto en las acciones como en los fondos de inversión, pero en la última semana se han recuperado. Hay grandes bolsas en América, Europa y Asia que están incluso mejor que antes de la guerra; la española no. Y, lo que es peor, hoy en día no hay ninguna bolsa grande que esté por debajo de la etapa prepandemia; la española sí.

¿Qué está pasando en España para que la crisis del coronavirus golpee más su economía y suceda lo mismo con la crisis derivada de la guerra? Las causas son múltiples y simplificarlas no aclara nada, pero en líneas generales son estructurales y tienen que ver con su modelo económico, muy dependiente del turismo y de los servicios, no todos con valor añadido.

Los países industrializados resisten mucho mejor todo tipo de crisis, lo cual se ve en la evolución de su PIB y de sus mercados financieros. La Bolsa española puede no ser un reflejo fiel de su economía, pero eso no quiere decir que pase lo mismo en otros países –EEUU, Alemania, Japón, etcétera– y en sectores avanzados como las tecnologías, como acredita el mercado Nasdaq estadounidense.

En la curva del Nasdaq la caída derivada de la pandemia se ha convertido en algo irrelevante, apenas un pequeño accidente, que ha dado paso a un tirón impresionante, hasta multiplicar por tres sus niveles en los últimos tres años. Por el contrario, el Ibex sigue por debajo de 2019. Nada de eso sucede con el Dow Jones o el S&P 500 en EE UU ni con el Euro Stoxx 50 europeo; tampoco con el DAX alemán, ni siquiera con el más modesto CAC 40 francés. En Asia también viven instalados más en la euforia que en el fracaso, como reflejan los índices del Nikkei 225 japonés o el Taiwán Weighted, que arañan el cielo de las finanzas. También Shanghái está en esa estela, aunque en menor medida.

La situación crítica de España, por su nivel de deuda, déficit, paro, desigualdad y pobreza aconseja hacer un alto en el camino y buscar remedios no solo en clave de gobierno, sino de país. El mundo desarrollado sufre, pero no tanto como España, señal de que aquí hay cosas que no funcionan o se hacen mal.

Un contrato social que, por un lado, revitalice la capacidad de innovación de la economía y su orientación hacia la digitalización y la descarbonización y, por otro, introduzca nuevas políticas e instituciones que repartan mejor los costes de las crisis entre empresas, trabajadores y Estado, constituye una vía útil para España, como esboza el libro Laberintos de la prosperidad, de Xosé Carlos Arias y Antón Costas.

@J_L_Gomez

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