EL CRONISTA VICKINGO

La gran revolución del siglo XXI es volver hacer las cosas uno mismo: Artesanía 4.0

ROBOT

La digitalización de los procesos facilita al consumidor que pueda hacer sus propios productos

Todos recordamos aquellas clases de historia donde nos explicaban la composición de las clases sociales de la Edad Media, donde a falta de burguesía, nos hablaban de la clase social de los artesanos que adquirían su poder en las fuertes asociaciones gremiales regidas de forma estricta y a las habilidades que cada uno poseía en la fabricación de un bien. 

Todos aquellos gremios desaparecieron con la llegada de la producción en masa, fruto de la revolución industrial. Esos sí, la industrialización y el efecto globalización nos “homogeneizó” a todos. Es decir, las modas se convirtieron en mundiales y globales y un chaval en Nairobi o en Madrid mostraba los mismos gustos al vestir o al escuchar música, llegando la diferenciación por tribus. Actualmente el camino vuelve a darnos una vuelta de tuerca, llevados por los desarrollos de la sociedad de la información y de la tecnología, estamos alcanzando un nuevo punto en el desarrollo industrial, que es desarrollar tecnología para hacer las cosas por uno mismo. Dicho de otra manera, el proceso productivo deja de ser algo en una multicadena para convertirse en un mero acto en la casa de cada uno.

Este proceso es posible porque la tecnología se está “encogiendo”; es decir, se está adaptando a las necesidades de una casa, piense en los juguetes de su hijo o reflexione sobre el nivel de tecnología  que ya dispone en su casa: la nevera le dice qué tiene que comprar, la consola y la televisión le permite “entrar” en diversos mundos 3D. Otro ejemplo es la cantidad de tecnología con la que cuenta un muñeco o robot de juguete a disposición de su hijo. Piense a la vez en la tecnología de la que dispone un vehículo: ayuda  a la frenada, asistentes de conducción y la llegada de la conducción automática. ¿Se imagina camiones en automático, o subirse al coche después de una dura jornada laboral,  y que le lleve a casa de forma descansada y segura? Pues ya es posible. 

Pues la siguiente revolución estará en su casa, ya que la llegada de la realidad virtual al precio de producto de clase media, unido al desarrollo de la industria de las impresoras 3D revolucionará nuestra forma de consumo. Lo hará usted mismo; ¿se imagina que una impresora 3D sustituirá a todos sus elementos de la cocina, además al poder elegir cantidad y producto puede que ya no necesite la cocina, el revolucionario invento del microondas, el horno o incluso la nevera se irán? A la vez no necesitará ropero ya que podrá fabricar ropa a medida y a su gusto en cada momento del día. La verdad es que suena idílico, incluso extraño, pero ya esta aquí. Es la industria 4.0, una industria capaz de hacer piezas a medida, bajo pedido y con capacidad de reducir el esfuerzo humano. 

Incluso se habla del desarrollo del concepto tecnológico del avatar, un “cacharro” tecnológico equipado con super inteligencia artificial capaz de imitar nuestro comportamiento laboral y aprender de nosotros y por tanto ser capaz de sustituirnos. ¿Se imagina, es el sueño de todo autónomo, poder trabajar/facturar 24 horas al día, y a la vez poder dormir y tener vida familiar; por fin la conciliación? Por desgracia, el desarrollo siempre tiene dos caras, los nuevos empleos versus la desaparición de otros empleos que se quedan obsoletos. Vivimos tiempos de cambios vertiginosos. Yo he nacido antes de que internet fuera una herramienta popular, y se vivía, se lo aseguro, pero los tiempos mandan y ahora si no estoy conectado me gana el nerviosismo. 

Las nuevas herramientas: internet de las cosas, realidad virtual, impresión 3D, neuroconexiones o superinteligencia artificial, son novedades que han venido para revolucionar nuestras vidas; eso sí, durante unos pocos años porque enseguida serán superadas. Pero como les decía, este progreso tiene “perdedores”, aquellas personas que se quedan fuera del mundo tecnológico por no tener capacidades o formación para su gestión. Y seamos honestos, cada vez más, somos la mayoría. Ya que apenas conocemos todas las funciones de nuestro teléfono, de nuestros ordenadores o tablet; usamos una mínima parte de la información en la red; desconocemos cómo funcionan la mayor parte de los equipos y programas que usamos habitualmente en el trabajo o en casa; pero somos felices con nuestra tecnología. Eso sí, hasta que nos quita el trabajo o atribuciones específicas del mismo. En ese momento se vuelve nuestro enemigo. 

En mis tiempos de universitario  explicaban que el riesgo de perder el trabajo estaba en los trabajos monótonos que podían hacer máquinas en fábricas o grandes centros de gestión de servicios. Pero eso se ha quedado obsoleto, ya que con la inteligencia artificial y la robótica, los trabajos de “pensar” también corren el riesgo de quedarse en el paro. El futuro pasa por ser capaces de cambiar de oficio, por ser artesanos de nuestras tareas y por tener una capacidad infinita de aprender nuevas y extrañas formas de trabajar.

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