LA LARGA CRISIS SILENCIOSA

El monte, la asignatura pendiente de todos los gobiernos de Galicia y de todos los gallegos

Incendio
photo_camera 80 incendios en un fin de semana.

Han ardido más hectáreas en el último fin de semana que en todo el año 2017 en Galicia

Galicia este año ha vuelto arder, han vuelto arder las montañas y los valles y este año como novedad no solo han ardido pequeños galpones o alguna que otra casa rural, si no que el fuego ha llegado a las ciudades, en una verdadera demostración de fuerza de cómo la naturaleza te puede avisar de su poder. Los titulares son esos, pero la realidad es más tozuda, un año más y ya va más de un siglo, Galicia lidera el ránking de tierras quemadas en España y en Europa, dando un ejemplo de impotencia año a año. Además este año podemos sumar el descontrol: el descontrol provocado por una ola de incendios que en pocas horas han superado en “número” al de efectivos en su lucha. Una lucha que está formada por bomberos profesionales, semiprofesionales y semiprofesionales, agentes forestales, policías, guardias civiles, e incluso el ejército de tierra y aire. 

Y esto me lleva a la pregunta de cómo puede ser que el fuego les supere a todos. En los medios escucho que son provocados y que puede haber intereses ocultos. Desde la ventana de mi casa, oliendo el ambiente a quemado, mis pensamientos me llevan a otra conclusión, quizá complementaria: no son los intereses de unos pocos gallegos los que queman el monte gallego, si no el desinterés de muchos otros. ¿Cómo he llegado a esa conclusión? Como otras veces les aporto algunos datos: un tercio del monte quemado en el último siglo en Europa procede de la cornisa cantábrica (Portugal, Galicia, o Asturias). Es decir, tenemos un problema local. Habitualmente escucho que el “culpable” es el eucalipto, pero debo decir que los datos de la última década indican que las 60 parroquias donde más ha ardido apenas presentan masa de eucalipto. Sí es verdad que las propiedades de esta especie favorecen la propagación de los fuegos. 

Otro sospechoso habitual es la especulación urbanística. En este caso debo decir que la ley es muy clara, cualquier monte que arda por causas provocadas no podrá ser recalificado urbanísticamente en 30 años. Tampoco los incendios están provocados por proyectos mineros, eólicos o industriales, ya que cualquier proyecto de este tipo al ser declarado de utilidad pública tiene acceso al suelo que necesite a precio de expropiación pública. 

MOTIVOS DE LOS INCENDIOS 

Las investigaciones de la Fiscalía de Medio Ambiente de Galicia indican que más del 90% de los incendios del territorio tiene su origen en la mano del hombre pero principalmente provocado por accidentes, descuidos, mala praxis, o simplemente por el uso cultural del fuego de nuestra tierra, ya que el fuego es el medio de limpiar el monte con menor esfuerzo y es el medio de provocar la recuperación de nuevos pastos. La realidad es que la mayor parte de los gallegos hemos abandonado el campo y el monte por su enorme necesidad de esfuerzo económico y su escaso retorno. 

Un clásico lamento del rural es:  “para qué replantar si vuelve a arder”, pero detrás de este comentario existe uno peor para la conservación del medio,  que es “para qué replantar si mis hijos y mis nietos no tienes interés en el monte”. Es decir, se ha roto el contrato social que monte y vecinos tenían, el que decía que el monte sería generoso dando castañas, nueces, bellotas o frutas  para comer; dando leña para calentarse y dando “frouma” para cubrir las camas de los animales, punto de partida para el alimento de la tierra, el estiércol natural. Y además con la generosidad de quien sabe que debe sacrificarse por el bien común, la tala definitiva para aportar dinero a la familia. Todo ello a cambio de algo solo, la conservación del medio en equilibrio. 

Pero se ha roto ya que el urbanita protesta en la calle cada vez que arde de “más” el monte, pero no se acuerda de limpiar lo que ha heredado de sus antepasados o de ayudar a aquellos que lo limpian. Somos capaces de exigir que el monte siga ahí para que cada vez que queramos visitarlo y retratarnos, pero no nos preocupamos de cómo unos pocos y envejecidos habitantes del rural lo mantienen con alto coste personal y económico. Además, el monte es un bien económico, crea unos 40.000 empleos, factura 2.000 millones y exporta por valor de 700 millones, por lo tanto es un valor que debemos incentivar y fomentar de una forma ordenada y sostenible. Todo ello quizá exija que los gallegos debamos firmar un nuevo contrato social donde empresas, urbanistas o partidos políticos acuerden escuchar al rural y atendamos sus demandas con un pago justo de los productos que generan, y una predisposición a su compra cuando acudamos al súper de turno. Creo que pagar un poco más por un kilo de castañas o por un mueble gallego  puede ser una solución de futuro.

Valórelo. Si pagamos por mantener las joyas del Prado, ¿por qué no debemos pagar por mantener las joyas de los bosques?

Te puede interesar