ANÁLISIS

El negocio de defensa como nueva arma estratégica

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España exportó armas por valor de 4.347 millones de euros el pasado año, más del doble que hace apenas cinco años

El Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI), uno de los principales centros de estudio del alcance y la distribución del gasto militar, ha hecho público recientemente su último informe global en el que analiza la evolución de compra y venta de armas, de cuyos datos se extrae, como primera conclusión, la tendencia al alza del mercado armamentístico a escala global en el periodo 2013-2017, con un avance del 10% respecto al lustro anterior 2008-2012. Según el instituto sueco, el gasto en defensa ha alcanzado los 1.739 billones de dólares en 2017 a escala global, lo que supone como mínimo un 2,2% del PIB mundial, porcentaje que  podría ser muy superior dado el significativo volumen de gasto que escapa al control estadístico y los planes de fabricación para “consumo propio” por parte de las grandes potencias en este apartado como EE.UU., China o Rusia, los cuales son difíciles de valorar en toda su extensión.

Si bien siempre hubo intereses económicos apoyados en la intervención militar, ahora la industria armamentística se presenta como un sector industrial más, el cual tiene que crear y mantener su propia demanda y que muchas veces actúa como catalizador para delimitar los espacios económicos de influencia. 


EL GRAN NEGOCIO DE ORIENTE MEDIO


Un ejemplo claro se puede observar en Oriente Medio, donde la reciente suspensión del acuerdo de desnuclearización de Irán de forma unilateral por parte de Estados Unidos, la inesperada escalada de tensión entre Qatar y Arabia saudí, el conflicto de Yemen, el papel de Rusia en el fin de la guerra de Siria o el afianzamiento de regímenes militares en países como Egipto, son sólo una muestra reciente del interminable listado de conflictos que han convertido la zona en un mercado de armamento a gran escala.            

Los países de Oriente Medio han duplicado sus importaciones en los últimos diez años. Así, aunque la noticia sobre la venta de armas por parte de España a Arabía Saudí ha saltado a la prensa hace unos días, el país árabe y muchos de su entorno son, desde hace tiempo, clientes potenciales de relevancia creciente, no solo para nuestro país. 

Arabia Saudí es el segundo mayor importador de grandes armas del mundo, solo por detrás de India, con un incremento de las compras del 225 % en el último lustro en comparación con el anterior. Igual de espectacular fue el incremento de las importaciones de armas por parte de Egipto en ese periodo (215%), que lo sitúa como tercer mayor importador entre 2013 y 2017, por delante de los Emiratos Árabes Unidos. Como se puede comprobar, la zona acumula el principal foco de demanda a nivel mundial, teniendo en cuenta que países también del mundo árabe como Irak, Argelia, Turquía, Omán, Bahrein o Qatar ocupan también posiciones destacadas como importadores y que Israel es asimismo una potencia militar con una significativa participación en el comercio internacional. 

Este marco de tensión en la zona tiene su reflejo en la geopolítica, empezando por la alianza de Estados Unidos con Arabia saudí, que a su vez intenta liderar la zona como cabeza visible de los países de confesión Suní, en contraposición al eje de confesión Chií que pretende liderar Irán, país que hasta la fecha reflejaba una creciente apertura económica hacia Europa y Rusia. La lucha confesional parece una coartada para dividir un mercado donde Estados Unidos quiere mantener la posición dominante.  

Las estadísticas en lo que respecta a España, aun teniendo en cuenta que sus exportaciones de armamento se dirigen mayoritariamente a países europeos, no son ajenas a esta tendencia. Ya en 2015, el año en el que concretaba la firma del acuerdo de venta de las  400 bombas que han sembrado ahora la polémica, las exportaciones a Arabia Saudí representaron ya un 14% del total con tasas del crecimiento anual superiores al 80%. 

En términos globales, España exportó armas por valor de 4.347 millones de euros el pasado año, más del doble que hace apenas cinco años, lo que sitúa a nuestro país en el séptimo puesto mundial en el ránking mundial de exportadores, siendo Arabia Saudí el tercer cliente con mayor peso

En cuanto a la reputación de los estados receptores del armamento es difícil marcar límites, dado que a muchos de los clientes actuales o potenciales se les podría poner peros desde distintas ópticas y todavía un alto porcentaje de países del mundo son dictaduras o democracias imperfectas. En todo caso, no hay que olvidar que es un juego comercial donde el hueco que deja un competidor es ocupado por otro y la visión pragmática sobre el empleo y la balanza comercial, no solo en lo que a venta de armas se refiere, sino también a otros sectores económicos implicados, tiene un marco de discusión complejo cuando se contrapone a factores morales sin una visión de conjunto.

Así, quizás no sea lo más aconsejable difundir una valoración simplista acotada a la venta de armas con mucho ruido mediático. Si nos centramos en un posible contexto equilibrado, podría ser aconsejable tomar las decisiones a nivel europeo y marcar una estrategia común en temas de defensa, sin olvidar por una parte el factor competitivo de la industria armamentística, pero diseñando, al mismo tiempo, una postura de mayor protagonismo  en los principales focos de tensión próximos a la Unión Europea, empezando por Oriente Próximo y Africa, cuya inestabilidad y proliferación de conflictos no favorece los intereses europeos, al tratarse de zonas de alto valor estratégico para el continente, ahora en la órbita de Estados Unidos y China, armas mediante. 

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