ÁGORA ECONÓMICA

Nuevas oportunidades para América Latina entre viejos problemas

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La economía mundial acelera y el mercado de materias primas remonta con fuerza. Este binomio debería suponer un punto de partida muy positivo a la hora de valorar las expectativas de crecimiento de América Latina, pero este territorio absorbe los ciclos mundiales con nuevas y no tan nuevas contradicciones internas que condicionan su progreso

El crecimiento coge fuerza en la región pero no presenta un escenario ni mucho menos homogéneo. Las principales economías del país muestran sus propias inercias dentro de una constante general de baja productividad en el terreno productivo, altos índices de violencia en lo social y ausencia de planes de integración de cierto alcance en el plano geoestratégico.

Atendiendo a los últimos datos y en concreto a las proyecciones publicadas este mes por el Fondo Monetario Internacional, en el 2017 el conjunto de América Latina creció a una tasa del 1,3% y casi todos los pronósticos la elevan hasta el 2% para este año. En el 2019 podría alcanzar un valor próximo al 3% si a su vez la dinámica de crecimiento del comercio mundial sigue respondiendo al actual ambiente de optimismo a pesar de la amenaza de guerra comercial entre EE.UU. y China. 

En todo caso, esta evolución del conjunto de América Latina se sitúa claramente por debajo de las expectativas para el conjunto de la economía mundial (para la que se barajan tasas de crecimiento próximas al 4% este año y el que viene)  y muy lejos también de los registros previstos para las áreas en desarrollo de Asia que, con el protagonismo de China e India, promediarán un 6,5% para este año según el FMI. Incluso el África subsahariana alcanzará el 3,4% de crecimiento este año y también superará a América Latina en el ránking de áreas emergentes. Así, todo parece indicar que muchas economías del continente no lograrán un progreso suficiente para propiciar un salto cualitativo en la eficiencia de su  modelo productivo, así como para  impulsar la clase media en la región y reducir de forma significativa los altos niveles de inequidad en las rentas. 


Distinto punto de partida


Los procesos electorales que viven muchos países del continente y la desigual posición de partida para aprovechar el nuevo ciclo alcista de las materias primas condiciona el futuro por territorios. Entre las mayores economías de la zona, México espera las próximas elecciones en un escenario abierto con un presidente que había iniciado su mandato con un alto índice de popularidad y que se despide con un nivel de aceptación en mínimos históricos, con reformas pendientes y carencias en la lucha contra la corrupción y la economía informal, aparte del enfrentamiento emocional con Estados Unidos por la política migratoria y el control de fronteras.

Brasil, por su parte, espera dejar  atrás definitivamente la dura crisis de los últimos dos años sin lograr sacudirse de encima las turbulencias políticas por la continua degradación del clima institucional a causa de la corrupción y al aumento de la inseguridad ciudadana. Argentina por su parte presenta recortes en sus perspectivas de crecimiento por las políticas de ajuste necesarias para reducir la elevada inflación y el bajo rendimiento agrícola previsto para este año, aunque las expectativas se vuelven moderadamente optimistas en el medio plazo. Colombia, también con citas electorales, espera por su parte fortalecer su crecimiento en los próximos años apoyado en el auge de las materias primas, pero también por el desarrollo del sector servicios y la producción agrícola, al tiempo que la posible estabilización de Brasil pueda dar también un espaldarazo a su recuperación económica

En lo que respecta al resto de países, la situación es similar en cuanto a la dependencia de las materias primas, con especial incidencia del mercado del petróleo en la región, por lo que se espera cierta mejora a medida que el precio de las commodities se recupere, aunque todavía los efectos de la crisis y la necesidad muchas veces postergada de aplicar los correspondientes ajustes, pueden agudizar el clima de malestar social en un continente que en muchas ocasiones se mueve pendularmente entre un populismo de izquierdas y de derechas, atravesado sin color político por altos niveles de corrupción como la que dejó al descubierto la constructora Odebrecht, con casos abiertos en muchos países del continente e implicaciones al más alto nivel político e institucional. 


Centroamérica y Caribe


Hace unos días saltaba a los medios de comunicación la noticia sobre el  escalofriante suceso ocurrido en México tras conocerse que unos jóvenes estudiantes habían sido asesinados y disueltos en ácido. A continuación se multiplicaron las manifestaciones de repulsa y protesta de un país cansado de tolerar altos niveles de violencia en las principales zonas en las que opera el narcotráfico.

Este hecho ejemplifica una de las causas que dejan al presidente saliente Enrique Peña Nieto con una popularidad por debajo del 20%. Más allá de las reformas impulsadas durante su mandato en el terreno económico y fiscal, sobre todo en los sectores de  telecomunicaciones y energía, su gobierno se vio afectado por cuatro factores adversos, el primero la brusca caída de los precios del petróleo acaecida entre  2014 y 2015, que aún hoy  no alcanza los 65 dólares el barril frente a los más de 100 dólares  en los que se movía de forma estable hasta hace cuatro años. Este factor ha afectado negativamente a un país que cierra la lista de los diez principales extractores de crudo y que ahora espera beneficiarse del claro repunte de precios durante este año.

El segundo factor crítico ha sido el desencuentro con el gobierno de Donald Trump a cuenta del muro fronterizo, el cual no sólo representa un obstáculo en términos de movilidad de personas, sino que se engloba en un contexto de  mayor incertidumbre en el plano comercial entre ambos países, circunstancia que puede afectar a sectores tan importantes como el automovilístico y a inversiones clave si no se despejan las nuevas dudas sobre el futuro de los tratados comerciales. El tercer punto clave, volviendo a la violencia, ha sido la sensación de impunidad del crimen y la desestructuración social que se percibe en muchas zonas del país. Así, el crecimiento de la economía mexicana registró  en 2017 el valor más bajo en cuatro años, en concreto creció un 2%, pero se espera que la recuperación del precio del petróleo y el tirón de sectores como el agropecuario revitalicen el crecimiento en este ejercicio y los siguientes, pudiendo llegar alcanzar el 3% en 2019.

El problema de la violencia, que es común a prácticamente toda Centroamérica, es crítico en países como Honduras y Guatemala. Esta situación de extrema violencia y criminalidad condiciona el crecimiento e incluso Nicaragua, el país más tranquilo de la región, ha visto como en el último mes se vivían desórdenes y manifestaciones a raíz de la tentativa de medidas de ajuste llevadas a cabo por el gobierno con fuertes recortes presupuestarios. Aún así, la región de Centroamérica en su conjunto, sin contar con México y con Panamá a la cabeza, espera despejar un escenario más optimista con el crecimiento más alto de toda América Latina, aspirando a tasas cercanas al 4% a partir de un fortalecimiento del sector de materias primas pero también de los servicios y el turismo, sector en expansión este último, que también es extensible al conjunto del Caribe, cuyo mercado mantiene buenas perspectivas para los próximos dos años, con la clara excepción de Puerto Rico, cuya economía aún está muy afectada por el impacto de los huracanes del pasado año y la grave crisis de deuda que padece el país.            


Sudamérica


Brasil es uno de los motores del continente y hasta hace apenas un año mostraba signos más que preocupantes tras una fuerte recesión en un clima de grave crisis institucional. El país que había vivido una etapa de esplendor desde el inicio de siglo hasta el año 2015, con el culmen de ser elegido para la celebración de los dos acontecimientos deportivos más importantes del mundo, las Olimpiadas y el mundial de fútbol, entró en barrena con la caída de precios de la materias primas y mostró con toda su crudeza las debilidades económicas e institucionales, trasladadas a la vida cotidiana en un creciente clima de violencia e inseguridad.

La recesión parece que tocó suelo en 2016 con un retroceso del PIB del 3,5%, dando paso a una ligera recuperación con un crecimiento del 1,1% en 2017, el cual seguirá siendo modesto pero ascendente según los pronósticos hasta alcanzar un 2% en 2020. Argentina sufrió un camino paralelo en los últimos años pero con una senda más suavizada que le llevo a un retroceso de la economía del 2,2% en 2016, a un crecimiento previsto del 2,8% en 2017 y a una línea ascendente que puede rozar el 3% en 2020.

En el caso de Argentina la inflación es una de las mayores del mundo, llegando a estar por encima del 20% en 2017, tras haber llegado  nada más y nada menos que al 40% en 2016. Ahora el gobierno está aplicando planes de ajuste para contener la subida de precios que previsiblemente impedirán a Argentina crecer por encima del 3% en los próximos años y está por ver si, por un lado, la consiguiente revalorización de su moneda podría repercutir en las exportaciones más de lo previsto, así como, por otra parte, el gobierno de Mauricio Macri logra superar el posible descontento social causado por las medidas de ajuste fiscal y monetario a llevar a cabo. 

Las dos potencias de la región se enfrentan así a un gran reto a medio plazo, al calor de la mejora de los mercados de materias primas y productos agrícolas, que empieza por una estabilidad institucional que, sobre todo en Brasil, vivirá un momento clave con las próximas elecciones.         

Por su parte, las otras grandes economías del Sudamérica, Colombia, Perú y Chile, salvaron la recesión en 2016 y presentan las mejores expectativas de la región para los próximos años, con crecimientos esperados entre el 3% y el 4%. Las tres economías son destinos preferentes de la inversión extranjera y el auge del precio del petróleo, metales y otros productos clave en el apartado agrícola como el café, jugará a favor de estas economías. En este grupo es Perú, paradójicamente, el país que mejores expectativas de crecimiento presenta pero también el que más incertidumbre acumula en el plano político con un posible callejón sin salida tras verse involucrado gobierno y oposición en procesos de corrupción en una senda que ya había afectado gravemente a los anteriores gobiernos del país.

Por lo demás, el resto de países de la zona dejan atrás la crisis también con cierto optimismo, tal es el caso de Ecuador, muy afectado por los ciclos del petróleo. En lo que a cifras de crecimiento se refiere, cabe hacer mención destacada de Paraguay, espoleado sobre todo por las exportaciones agrícolas, así como de Bolivia, que logra mantener un alto crecimiento de modo regular. En el plano negativo, por el contrario, sigue estando el contrapunto de Venezuela, que a pesar  de tener cierto respiro con el encarecimiento del crudo, sigue inmersa en una fuerte recesión y una hiperinflación que estirará la contracción de su economía por lo menos hasta el 2019.

En resumen, América Latina crece y podría crecer mucho más, pero frenos socioeconómicos lastran todavía un territorio muy afectado por la corrupción, la economía informal y las crisis institucionales, con un comportamiento ciclotímico al son de las materias primas que deja al descubierto la necesidad de mejorar la capacidad de innovación y avanzar en la modernización de su economía. Al mismo tiempo, hay otros retos de gran calado y no menos importantes como hacer frente a la gran vulnerabilidad comparativa de esta región frente a los efectos del cambio climático o propiciar la hasta ahora casi utópica integración paulatina de la región en un área político-económica capaz de afrontar los desafíos de la economía globalizada con una visión común.

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