ÁGORA ECONÓMICA

Todo final tiene un principio

Abstract design made of clock hands, gears, lights and abstract design elements on the subject of time sensitive issues, deadlines, scheduling, temporal processes, past, present and future

El economista Robert Gordon sostiene, de forma harto simplificada, que en la historia reciente de la humanidad ha habido tres grandes revoluciones industriales

En el año 2007 un grupo de música “indie” de nacionalidad británica llamado “Editors” publicó una canción cuyo título en inglés se titulaba “An end has a start” que rápidamente se convirtió en un éxito de ventas, consiguiendo el ansiado disco de platino a los pocos meses de salir a la luz.

Aunque el artículo de hoy no versa sobre música sino sobre la innovación como motor del desarrollo económico, el título de la citada canción sirve como introducción para traer a colación y analizar una controversia que, desde el año 2012, avivó el economista de la Universidad de Northwestern Robert Gordon a raíz de la publicación de un artículo titulado “Is the USA Growth over?” (que libremente podríamos traducir como ¿Ha llegado a su fin el crecimiento económico de los Estados Unidos?) y que ha dado lugar a un interesante debate que aunque no es nuevo en la historia de la economía, R. Gordon ha vuelto a poner de moda.

Sostiene Gordon, de forma harto simplificada que en la historia reciente de la humanidad ha habido tres grandes revoluciones industriales. La primera que iría desde 1750 hasta 1830 tuvo como principales protagonistas a la máquina de vapor, los ferrocarriles y la modificación de los procesos productivos de la industria textil. La segunda, ocurrida entre 1870 y 1900 se desarrolló de la mano de la electricidad, el motor de combustión interna, la introducción del agua corriente en los hogares, el nacimiento de las industrias de las comunicaciones (teléfono) y el entretenimiento (fonógrafo, cinematógrafo). Y la tercera que comenzó hacia 1960 y cuyos efectos aún perduran, que se nucleó en torno a los ordenadores, internet y la telefonía móvil.

De las tres, la que ha tenido un mayor impacto, a juicio de Gordon, ha sido la segunda, cuyos efectos sobre el crecimiento económico se extendieron por un período de algo más de 80 años entre 1890 y 1972, durante el cual – al menos en Estados Unidos y otros países desarrollados – el progreso de la civilización ha sido muchísimo más rápido y profundo que en el resto de la historia de la humanidad desde el momento en que dimos el trascendental paso de dejar de ser cazadores y recolectores nómadas y transformarnos en agricultores que habitaban asentamientos estables y que empezaron a desarrollar el proceso de acumulación de recursos y de capital que, tras pasar por sucesivos modos de producción, acabó desembocando en el capitalismo predominante hoy en día – aunque bajo diferentes fórmulas - en la práctica totalidad de los países del mundo.

Con los datos proporcionados por R. Gordon, desde el año 1972 lo que había venido siendo una tasa de crecimiento estable situada en el entorno del 2% anual para la economía estadounidense, se ha reducido significativamente, aunque con efectos desiguales entre los diferentes segmentos de la población, de forma que para el 99% de la población con menores rentas, el consumo per cápita podría verse reducido a un exiguo 0,5% anual durante décadas. Y todo ello como consecuencia de que el proceso innovador, auténtico motor del crecimiento económico para muchos y muy destacados economistas -entre ellos el propio Gordon -, comenzó a estancarse desde mediados de los años 70´s y no se vislumbran nuevas innovaciones o inventos en los sectores económicos maduros actualmente existentes o en otros nuevos que el mismo proceso innovador ayudaría a crear y/o desarrollar, con la capacidad de arrastre y de transformación de los enumerados, a modo de ejemplo, con anterioridad.

Esta idea de la innovación como motor del progreso económico, ya fue tratada, entre otros, por Schumpeter y fue la fuente de inspiración de la teoría del crecimiento desarrollada entre otros por Robert Solow, integrándose tanto en los modelos neoclásico como keynesianos donde ha perdido parte de su fuerza al considerársele incluido en los desarrollos prácticos de las políticas económicas de la oferta y la demanda, hasta el punto de que, aunque nadie discute su importancia, basta repasar las páginas económicas de cualquier periódico generalista para observar como cuasi ha desaparecido de las recetas de la política económica actual ocultado por el velo de las políticas económicas de corte monetario encomendadas a los Bancos Centrales o de corte fiscal bajo la égida de los gobiernos nacionales.

A juicio de Schumpeter, que aunque no lo ha explicitado, parece ser también compartido por  Gordon, la innovación vendría por oleadas, haciendo que a medida que los nuevos inventos maduran y se expanden tanto dentro de una misma industria como transversalmente entre industrias colindantes vertical u horizontalmente, los beneficios tenderán a reducirse por el incremento de la competencia, hasta desembocar en un período de crisis del que se volvería a salir a caballos de una nueva oleada de innovaciones y de los cambios sociales y organizacionales que la misma tiende a suscitar.

Sin embargo, hay diferencias no menores entre los planteamientos de Gordon y de Schumpeter, entre los que hay tres sobre las que cabe llamar la atención. La primera de ellas sería que para Schumpeter, el motor del crecimiento económico no es tanto la innovación como la capacidad de emprendimiento empresarial que impulsada por los nuevos descubrimientos y desarrollos no solo tecnológicos, sino también en los ámbitos organizativos y de la gestión, crearían nuevas oportunidades para la inversión, el crecimiento y el empleo.

La segunda diferencia es que para Schumpeter el auténtico rol de la innovación técnica como impulsor del crecimiento económico radica, sobre todo, en que sirve para recolocar recursos entre diferentes sectores e industrias tanto preexistentes como las que surgen al hilo de la puesta en funcionamiento de las nuevas invenciones.

Por último, la más importante al hilo del debate suscitado por Gordon está en la diferente visión que sobre el futuro de la innovación mantiene este con Schumpeter para el cual la innovación y el crecimiento económico y del empleo se mueven en ciclos de prosperidad seguidos de otros de recesión más o menos profunda siendo, por tanto, la ralentización de las tasas de crecimiento un fenómeno transitorio y necesario para dar un nuevo salto hacia adelante en un continuo proceso de destrucción creadora, mientras que para Gordon – al menos en Estados Unidos y otros países desarrollados - “ya se han cogido los frutos más bajos del árbol de la ciencia y solo quedan por recolectar los frutos situados en las ramas más altas, que resultan, además de escasos, los más difíciles de alcanzar”.

Las tesis de Gordon han sido ampliamente contestadas en círculos académicos logrando incluso poner de acuerdo a keynesianos tan conocidos como Paul Krugman, con militantes de la escuela neoclásica como John Cochrane que han tildado la tesis de Gordon de excesivamente pesimistas, aunque el debate que más atención ha suscitado es el mantenido entre este y Eric Brynjolfson que se sustanció públicamente hace unos meses en la célebres TED Conferences, donde ambos economistas tuvieron la oportunidad de debatir públicamente ante un público ávido de conocer sus razonamientos y en los cuales Brynjolfson puso de relieve que en la actualidad está gestándose un nuevo ciclo de innovación.

En el curso de este debate, Brynjolfson sostuvo que estamos ante una nueva era de la innovación cuyos efectos apenas han comenzado a manifestarse de la mano, entre otras, de la robótica, las impresoras 3 D, los nuevos desarrollos en las tecnologías de la información y la comunicación derivados de la física cuántica, la genómica, los avances biológos en la industria alimentación – incluyendo nuevas semillas que germinan sin fertilizantes o la acuicultura -, las nuevas fuentes energéticas – incluyendo la fusión nuclear aún por venir -, el descubrimiento de nuevos materiales sintéticos u otros como el grafeno que, además de los descubrimientos ignotos por su alcance y consecuencias que se esperan sucedan en la investigación de la física cuántica, abren un amplio y todavía desconocido abanico para ampliar las fronteras del conocimiento y la innovación que traen consigo la esperanza de un futuro más optimista que el dibujado por R. Gordon.

Al finalizar la conferencia, se hizo una encuesta entre el público para saber cual de los dos contendientes había convencido a un mayor número de personas, resultando ganador Brynjolfson por una abrumadora mayoría de 6 a 1, lo que revela que, como piensan la mayoría de los economistas involucrados en esta controversia, los efectos macroeconómicos derivados de cualquier innovación básica son muy reducidos en las etapas más tempranas de la misma, tardándose incluso décadas para que la economía empiece a recoger de forma estable y consistente los frutos de invenciones ocurridas hace años.

 A esto tenemos que unirle el hecho de que al menos hoy en día y al contrario de la teoría de las “explosiones innovadoras” mantenida por Schumpeter, la innovación parece ser un fenómeno que ocurre de forma suave y sostenida, sin duda favorecida por el efecto que sobre la rápida difusión y absorción de los nuevos descubrimientos tiene en el mundo de la ciencia financiada por el sector público y que principalmente tiene lugar en las Universidades, una tecnología de comunicación que, pese a lo que la ilusión temporal de la memoria pueda decirnos, tiene menos de una generación de “vida útil”, ya que casi nadie la conocía y mucho menos la utilizaba antes del comienzo del siglo XXI. En este sentido, hay que tener en cuenta que las economía de los países desarrollados, todavía están creciendo en gran parte como consecuencia de las innovaciones originadas en la era pre internet.

En todo caso, lo también resulta cierto es que actualmente y al contrario de lo ocurrido hasta el primer tercio del siglo XX, las innovaciones ya no son principalmente el fruto de unos incansables inventores que, trabajando de forma más o menos aislada o en pequeños círculos de unos pocos iniciados, y financiados por el mecenazgo de visionarios capitanes de empresa, sino que se derivan de esfuerzos sostenidos de inversión pública y privada articuladas bajo diferentes fórmulas que hace que los que más inviertan en I+D+I sean también los que figuran a la cabeza del desarrollo económico, como puede observarse a simple vista en el cuadro que ilustra esta página.

Como es de sobra conocido, en este cuadro España no sale demasiado bien parada, lo que no resulta raro si, además, tenemos en cuenta que, según un estudio de la Comisión Europea publicado en el año 2008, solo había 13 empresas españolas entre las 700 que más invierten a nivel mundial en I+D.

Si a esto le unimos el dato de que, según el Ranking QS 2013, solo tres de nuestras Universidades, (la Universidad Autónoma de Barcelona en el puesto 177, la Universidad de Barcelona en el 178 y la Universidad Autónoma de Madrid en el 195)  figuraban entre las 200 mejores Universidades del mundo, pone de relieve que en nuestro país a la innovación todavía le queda un largo camino por delante para ayudar a mejorar nuestras tasas de crecimiento económico y de empleo, siendo este uno de los mayores desafíos a los que nos enfrentamos para provocar un cambio radical de paradigma socio-económico que nos ayude no solo a superar las consecuencias de la crisis económica sino también y sobre todo a establecer las bases de un nuevo sistema productivo capaz de promover el crecimiento del empleo y la recuperación de los niveles perdidos de bienestar social.

Así las cosas y volviendo al resultado del diálogo suscitado entre Gordon y Brynjolfson en la TED Conferences, siendo el futuro de la innovación y sus efectos sobre el crecimiento económico un juego de adivinanzas, preferimos pensar - y confiar – como también manifestó mayoritariamente el público asistente a la misma, que, parafraseando la letra de la canción que da título a este artículo “aunque pueda que haya demonios a nuestro lado, también hay ángeles en nuestro camino para encender la luz que nos permita descubrir las cosas que todavía quedan por ser vistas”. 

Te puede interesar