REPORTAJE | OBITUARIO

Adiós al último ermitaño de las Cíes

Casa del ermitaño en las Cíes
photo_camera La casa en la que habitaba.

Germán Luaces Freijeiro, que vivía en las islas, falleció a los 54 años

Las cenizas del último ermitaño de las islas Cíes, Germán Luaces Freijeiro, descansarán a partir, previsiblemente de mañana, en tierra de "dioses" tras fallecer a la edad de 54 años.

Los romanos denominaban a las Cíes como "islas de los dioses" y la leyenda sitúa aquí a Julio César en su persecución de los pueblos Herminios, de Portugal, que tuvieron que navegar hasta Cíes en su huida de las tropas del Imperio.

Germán, ha informado su entorno, vivía donde quería, en un archipiélago, con mucha historia, situado en la boca de la ría de Vigo, en la provincia de Pontevedra, el cual se encuentra incomunicado gran parte del año ya que no hay transporte público desde tierra hasta las islas salvo en los meses de verano o en Semana Santa.

Una de sus playas, la de Rodas, fue elegida en febrero de 2017 como la mejor del mundo.

El Ayuntamiento de Vigo inició hace años los trámites para que estas islas sean declaradas Patrimonio de la Humanidad y la Xunta de Galicia solicitó en el ejercicio pasado que todo el Parque de las Islas Atlánticas sea reconocido por la Unesco.

Las Cíes pertenecen al Parque Nacional de las Islas Atlánticas junto con la islas de Ons, Sálvora y Cortegada.

Sus amigos lo recuerdan como una persona "generosa y buena" que estaba "hecha de otra pasta" ya que pasar el invierno en medio del mar "no está hecho para cualquiera", tal y como explica Cliff, uno de sus amigos más cercanos y que más tiempo ha pasado con él.

Este amigo asegura que hay otras personas que también viven en las islas pero "Germán era el único que estaba de enero a diciembre hiciese el tiempo que hiciese".

Cliff insiste en que solamente iba a tierra en circunstancias especiales ya que desde que convirtió a las Cíes en su casa, allá por los años noventa, "no había quien lo sacase de allí".

El invierno y los temporales los pasaba solo y el resto del año "siempre recibía alguna visita de sus amigos "aunque era en verano cuando más tiempo pasábamos allí".

Durante los meses de verano "Germán nos abría sus puertas y todos eran bienvenidos".

Cliff recuerda como pasaban las noches de verano en su casa con tertulias, música y alguna que otra cerveza.

En cambio, tal y como relata Cliff, el invierno "era muy duro, aunque él nunca tenía miedo". Durante estos meses se alimentaba de conservas que los amigos le iban llevando en verano, de los huevos que ponían sus gallinas y de otros alimentos no perecederos que iba almacenando en su despensa.

Llevaba una vida "muy ermitaña" ya que no tenía luz ni agua corriente y para calentarse utilizaba la leña que había almacenado durante el resto del año.

"Era una persona a la que le gustaba la compañía de sus amigos, pero también la soledad en su isla", rememora.


Ahora descansará como quería, acompañado de los dioses. 

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