A UN METRO

El antivirus del informático

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photo_camera Los obreros en un banco de A Coruña (SUSO ARJOMIL)
Los trabajadores que siguen en el tajo  se muestran divididos entre el cese total de la actividad o mantener las actuales condiciones

"Cuando quiero llorar no lloro y a veces lloro sin querer", dicen los versos del poema "Canción de otoño en primavera" escrito por Rubén Darío para reflexionar sobre la juventud, el paso del tiempo y las ilusiones que se esfuman sin remedio como un cigarrillo abandonado en un cenicero. Con el estado de alarma decretado por el Gobierno para combatir la pandemia del coronavirus Covid-19 sucede algo parecido, pero con el trabajo. Muchos de los que quisieran currar no pueden hacerlo y otros siguen en el tajo sin querer. 

Durante el debate celebrado en el Congreso este miércoles para aprobar la prórroga del estado de alarma, las fuerzas políticas que apoyaron la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno se mostraron partidarios de un cese total de la actividad económica, excepto los sectores imprescindibles para mantener las pulsaciones vitales del país. La serie 'A un metro' es difícil de gestionar como la pandemia, dicho sin pretensión de chanza. Sales a la calle con el propósito de conocer la opinión de los trabajadores que continúan con la faena mientras la mayor parte del personal permanece confinado en sus casas y regresas con una teoría de la conspiración y con una vía alternativa a la gestión de una crisis sanitaria que se ha cobrado ya más de 4.100 muertos en España, aunque la macabra cifra aumenta con el paso de las horas.  

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"Se parando todos atallamos o tema, adiante, pero ollo que tamén hai que comer", comenta un electricista

El portero de un céntrico inmueble coruñés desinfecta los acensores todas las mañanas y tres días por la tarde desde el pasado día 14. "A mí no me importa trabajar. Es conveniente mantener todo limpio y echar una mano a las personas de más edad. Yo ni siquiera solicité la reducción de jornada que me concedieron, aunque entiendo que otros trabajos, como el de los jardineros municipales, podrían parar la actividad". 

En los jardines de Méndez Núñez, el pulmón de una ciudad a la que el mar abraza por la cintura, el sector aludido expresa su parecer: "Hombre claro que pararíamos y no sólo eso, el Concello tenía que ser el primero en dar ejemplo". Continúan cortando esa hierba que Gabriel Rufián, portavoz de ERC en el Congreso, dejaría crecer sin ningún problema como dijo desde la tribuna. La primavera  es época de comenzar con las reformas por la luminosidad de los días. Muchos inmuebles del centro de la ciudad están en obras. En la calle Torreiro, donde Amancio Ortega montó Sprint, tienda con la que experimentó y cerró antes de inaugurar el primer Zara en 1975, un electricista  asoma la cabeza del cuadro de luces. No tiene claro que con los brazos completamente caídos se solucione la pandemia. "Se parando todos atallamos o tema, adiante, pero tamén hai que comer".  

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En un banco de la rotonda de la calle  Panaderas almuerzan dos obreros separados por una distancia prudente. La fiambrera ha vuelto a las obras con la clausura temporal de casas de comidas, restaurantes y bares. "Yo no puedo trabajar dentro de tu casa, pero sí pintarte el rellano. Menos mal que estamos con obra nueva y mantenemos la actividad porque no soportaría quedarme en casa", comenta un pintor.   

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Menos mal que estamos con obra nueva y mantenemos la actividad porque no soportaría quedarme en casa"

PLAZOS DE ENTREGA

El sentimiento es compartido por un operario que trabaja en obras públicas. El pasado lunes el jefe  preguntó a la cuadrilla qué querían hacer y todos decidieron seguir en el tajo con las mascarillas que cosió la mujer de uno de ellos. Y así seguirán hasta que la Xunta o las diputaciones decidan paralizar el trabajo en las carreteras porque están sujetos a plazos de entrega. 

En una tienda de cartuchos de tinta para impresoras y componentes informáticos, el dueño confiesa que no tiene miedo. "No lo tengo porque soy informático". El careto de perplejidad del informador propicia que prosiga con su tesis: "Como informático estudié gestión de crisis y esto afecta de manera muy fuerte a España y a Italia porque son dos países muy envejecidos. Se trata de doce millones de personas en riesgo y es una lástima, pero a mí no me preocupa porque todos acabaremos contagiados y lo pasaremos como una gripe". Al antivirus del informático se agarra Jair Bolsonaro, presidente de Brasil. Tampoco lleva mascarilla porque escasean y las deja "para los profesionales que lo necesiten". En una tienda de especias la dependienta asegura que "se trata de una guerra química".  "Sé de lo que hablo porque trabajé en un laboratorio", insiste mientras despacha pimentón. Ya en casa, un vecino toma el sol en el balcón  mientras dos albañiles arreglan la entrada del garaje.

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