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Mensajes por el aire a golpe de campana

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photo_camera Ramiro Gil es el sacristán de la parroquia de Cabeiras, en el Concello de Arbo.
El lenguaje de los toques, declarado Patrimonio Cultural Inmaterial, cuenta cada vez con menos conocedores del código emitido por el badajo

Las campanas hablan. Ese es el convencimiento de los pocos sacristanes que siguen tocando manualmente las campanas. El tañido es más que un sonido, es un mensaje a toda la comunidad en un lenguaje que ya pocos conocen. La diócesis de Tui-Vigo no es una excepción, cada vez son más las parroquias que configuran los toques con badajos electrónicos que permiten la programación incluso desde el móvil. Es una práctica habitual, tal y como reconoce Ramiro Gil: “En la parroquia vecina la sacristana hace sonar las campanas con un botón desde su casa”. Con 42 años, asiste al párroco de Cabeiras desde que era un niño:

“Comencé a los siete años ayudando en la fiesta y con la organización del Belén viviente, me gustó y desde el 91 soy sacristán”

En su iglesia hay dos de mediados del siglo pasado, aunque la izquierda hubo que cambiarla en los setenta tras caerle un rayo. “Los días de fiesta son especiales, en la romería de San Fiz es emocionante cuando todos aplauden después de acompañar la entrada del santo”. Para Gil es más que una encomienda, es una vocación. Disfruta tocando, aunque reconoce que también es sacrificado: “Siempre tomo las uvas en el campanario para hacerlas repicar con el año nuevo”.


Los toques varían según el mensaje 


Las campanas llaman a misa, anuncian un funeral o un entierro, y dicen si el fallecido es hombre, mujer o niño. También avisan a los vecinos dando la alarma ante incendios, temporales u otros imprevistos. “Es fácil aprender, con la práctica se va cogiendo la técnica”, dice.

Sin embargo, cada parroquia tiene su forma de plañir las campanas. En el Vigo rural, en Candeán, reside Jesús López Santos, “Suso”. Con 47 años y movilidad reducida, siempre que puede ayuda en la iglesia. Con 14 años, aprendió de quien considera el mejor, José Iglesias Lago, el antiguo sacristán ya fallecido. “En cada parroquia manda el patrón (la advocación), si es un santo se abre con tres intervalos de campanadas, si es una santa son dos”. La combinación entre la campana grande y la pequeña informan sobre el género del difunto. “Tocando a muerto la única vez que repican es cuando se trata de un ‘angelito’, un niño, ¡gracias a Dios! Aquí no toco a angelito desde hace muchos años”. Los intervalos menores entre cada toque (de 20 segundos) indican que además es el día del entierro, “o morto chega á terra”. 

Desde el campanario, Suso tocó “a arrebato” en alguna ocasión: “Es la alarma en caso de fuego, ya no se usa porque hay móviles, pero sonó como aviso con las detonaciones para construir el túnel de A Madroa”. Otros códigos¨, ya casi olvidados, corresponden a llamada al cura (dos toques de la grande) o al sacristán (tres toques). “El pueblo se enteraba de todo por las campanas, hasta si algún vecino estaba recibiendo la extremaunción, ahora ya no se usa; a la gente le molesta el ruido”. 

Aunque sorprenda, advierte que el toque más complicado se corresponde con el más habitual: la llamada a misa. “Primero es el aviso de oración, suena tres veces solo la campana grande; entre toque y toque da para rezar un avemaría; luego llama a la misa con 33 campanadas con toque seguido por los años de Cristo; cuando falta media hora, suena tres veces como aviso”. Los sábados y los domingos es lo mismo, pero al acabar la grande le toca a la pequeña.

“Después de tantos años tocando se tiene una sensación rara, como si el sonido que dejan fuera el anuncio de lo que va a venir”, confiesa Suso, quien después de varias décadas en la sacritía, no tiene clara su continuidad.

La iglesia de San Cristóbal de Candeán tiene dos campanas medias, de 400 y 200 kilos cada una. Tienen grabada la fecha de función y un nombre, José, 1830 y 1793, respectivamente  (la pequeña corresponde con la consagración de la iglesia). 

Solo descansan tres días al año durante la Semana Santa: “En Jueves Santo, acompañan el canto del ‘Gloria’ y luego enmudecen hasta el sábado por la noche, en que repican de nuevo con el ‘Gloria”. En su lugar, esos tres días, según la tradición, tendría que sonar la carraca, pero en Candeán hace años que quedó en desuso.

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