TRADICIÓN

Catoira revive su historia en un desembarco vikingo teñido de vino

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photo_camera Varios jóvenes celebran la romería de Catoira (Foto: EFE)

El municipio pontevedrés de Catoira ha sucumbido este mediodía a una nueva recreación del temido desembarco vikingo dentro de su romería más internacional

Altos, rubios y fuertes, así es la imagen de los vikingos de antaño, aunque en Galicia se recrea una batalla entre lugareños y bárbaros en la que también hay morenos y pelirrojos portando cascos con cuernos en los que el vino sustituye a la sangre.

La peculiar celebración dio su pistoletazo de salida con la cena de confraternidad en la noche del sábado, una sesión nocturna muy completa que estuvo amenizada por los conciertos de Medomedá, Versión B y Sofá Ambulante, además de contar con la representación del espectáculo 'Noites de luz' de la mano del Bruxo Queiman y Troula Animación.

Pero, sin duda, el domingo es el día grande de esta fiesta histórica en la que el vino y un entorno guerrero muy medieval adornan la puesta en escena del conocido desembarco vikingo en la zona que rodea las ruinas de las Torres do Oeste.

A la una menos cuarto del mediodía se oteaban en el horizonte las siluetas de las naves guerreras, con el drakkar "Torres de Oeste" seguido de su compañero de viaje, el galeón "Frederikssund", los cuales se deslizaban con paso firme pero sosegado por las aguas del Ulla.

En la orilla, además de una multitud ansiosa, los regios romanos de la "Praetoria" les aguardaban, siendo uno de los principales focos de atención de los flashes.

Las naves bárbaras llegaron puntualmente a su destino, las pantanosas tierras de Catoira, para dar paso al desembarco al grito de "Úrsula" y con las armas -espadas y mazas- clamando al cielo, sin olvidarse de los cuernos llenos de vino, elemento imprescindible en esta representación que dura hora y media.

El otro punto de interés, además de los bárbaros, lugareños y romanos, son los miles de asistentes al espectáculo en las inmediaciones de las conocidas ruinas de las Torres del Oeste.

John Tittmar y su familia llegaron directos del Reino Unido para no perderse esta cita que han definido a Efe como "maravillosa" y "única", una romería para la que han querido hacer un hueco durante sus vacaciones estivales en la Comunidad gallega.

Pero además del abultado número de turistas internacionales presentes, atraídos en gran medida por la declaración en 2002 como Fiesta de Interés Turístico Internacional, se unen los visitantes nacionales a uno de los conjuntos históricos y arqueológicos más relevantes de Galicia, encargado durante el siglo IX y hasta la época de los Reyes Católicos de impedir el ascenso de los ejércitos invasores hasta Santiago de Compostela y de proteger así los tesoros religiosos que albergaba la capital de Galicia.

Ángel y Clara son un matrimonio madrileño a quienes la romería vikinga les ha pillado de vacaciones y no han querido perderse el entretenido espectáculo en el que, han asegurado a Efe, les "encantaría participar" desde dentro.

Lo mismo les ha ocurrido a Charo Banacloche y sus hijos, naturales de Valencia y quienes han adelantado sus vacaciones al municipio pontevedrés de A Estrada, donde tienen familia, para disfrutar de una de las fiestas gallegas que más "curiosidad" les producía.

La romería Vikinga de Catoira fue creada en 1960 por el Ateneo Ullán, un foro artístico y literario que, de forma sigilosa y quizás un poco clandestina por el acoso a la cultura de la época, dio forma a una de las fiestas imprescindibles del verano gallego.

Su antigüedad y su continuidad en el tiempo, además de su originalidad, arraigo y participación ciudadana, hicieron de esta fiesta próxima a las bacanales del dios Baco ser merecedora de ostentar el título de Fiesta de Interés Turístico Internacional.

Y es que todos los habitantes de Catoira se vuelcan de lleno en este espectáculo.

Por ejemplo, Beti Busto es la encargada de confeccionar los trajes de vikingo para la romería desde hace dieciséis años.

Una tarea para la que, según ha detallado a Efe, dedica tres meses al año, generalmente mayo, junio y julio, y que en esta ocasión le han servido para confeccionar "unos doscientos trajes", asegura, a un ritmo "tres o cuatro horas" de dedicación para los trajes más sencillos, los que más reclaman los usuarios por su ligereza y cuyo precio ronda los 45 euros.

Pero para quien no desee comprárselo, el Ayuntamiento pone a disposición de los interesados trajes en alquiler para los que el usuario debe desembolsar 40 euros en concepto de fianza, -20 euros para los catoirenses-, que les serán devueltos una vez entreguen estas peculiares vestimentas.

Esta fiesta profana que quiere revivir el papel de Catoira en la historia se encuentra hermanada con otras dos localidades europeas por su vínculo histórico con los vikingos, se trata de Watchet, en Reino Unido, y Frederikssund, en Dinamarca.

Precisamente con el municipio danés existe una relación más próxima, ya que diversas delegaciones de Frederikssund han participado en la romería vikinga gallega y, además, uno de los drakkar vikingos del municipio pontevedrés, el de más reciente construcción, recibe el nombre de "Frederikssund" como homenaje y agradecimiento a esta villa.

Así, ha acompañado al drakkar Torres de Oeste en su viaje a través de las frías aguas de Ulla en las que los bárbaros se detienen, cada primer fin de semana de agosto, cargados de litros y litros de vino para afrontar la batalla, aunque en este siglo, sin sangre de por medio. 

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