REPORTAJE

En el coche fúnebre de Castelao

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photo_camera Teresa, hermana de Castelao, junto a Albor, ante el ataúd de su hermano (XAN CARBALLA / FUNDACIÓN A NOSA TERRA)

"A mí me entregaron el cadáver en el aeropuerto, lo entierro o acabo en el hospital", le contestó el cura Fernando Palleiro a un mando que le ofreció protección el día que los restos de Castelao regresaron a Galicia. 

Teresa, hermana de Castelao, se acercó hasta la parroquia de Santa Columba de Rianxo para consultar un asunto que le preocupaba con su confesor, Fernando Palleiro Domato, que ejercía de párroco desde abril de 1976. Estamos en 1984. El 4 de mayo el Parlamento de Galicia había aprobado por unanimidad, y contra todo pronóstico por la convulsa situación política, una propuesta de Camilo Nogueira, diputado de E_palleiro_con_mama_resultsquerda Galega, para trasladar los restos del referente del galeguismo desde el cementerio bonaerense de Chacarita a Galicia. Nogueira había impulsado una iniciativa que el presidente de la Xunta por aquel entonces, Gerardo Fernández Albor, no se atrevía a plantear por cautela ante la respuesta de la izquierda nacionalista que acusarían a AP y a la derecha de intentar apropiarse de la figura de Castelao protagonizando el acto más señalado de la Transición en Galicia. 

Con el respaldo de la resolución parlamentaria había que elegir el lugar más adecuado para depositar los restos. Unas sensibilidades se decantaban por Rianxo, otras, como el propio Fernández Albor, por el Panteón de Galegos Ilustres en el convento de Santo Domingo de Bonaval en Santiago, y otras fuerzas políticas como el BNPG y algunas figuras del galeguismo histórico insistían en que el autor de 'Sempre en Galiza'  tenía que regresar, pero a una tierra liberada. Gerardo Fernández Albor se desplazó hasta Rianxo con Antonio Rosón, presidente del Parlamento, para que Teresa legitimase que su hermano descansase al lado de figuras tan grandes de las letras como Rosalía de Castro, Alfredo Brañas, Ramón Cabanillas, el cartógrafo Domingo Fontán o el escultor Francisco Asorey. Y Teresa, la única hermana que sobrevivía tras la muerte de Josefina, acudió a asesorarse con Fernando Palleiro. "Yo quiero que tenga un entierro cristiano", comentó al sacerdote. "Yo también porque tu hermano era cristiano, es un gallego ilustre y tiene que estar con los demás", le recomendó su confesor. "Lo que diga don Fernando bien dicho está", zanjó Teresa. 

 En ese momento Fernando Palleiro adquirió el compromiso de acompañar los restos de Alfonso Daniel Manuel Rodríguez Castelao, "como figura en su partida de nacimiento", en todo momento y de oficiar la misa. "Al día siguiente no pasó nada, pero después tuve que acudir a una reunión en Santiago y ya había seguridad. Me dijeron que me enviarían un coche a recogerme, pero que tenía que pedirle al conductor el carné de conducir, el DNI y, además, esperar una llamada telefónica que me comunicaría la hora a la que saldría de la base". 

No le dio demasiada importancia a la advertencia, pero durante la celebración de una misa se encontró con "tres o cuatro caras desconocidas y en Rianxo nos conocemos todos de lejos", por lo que "se la jugué y al acabar me marché a pescar a la playa". El sacerdote se ríe al recordar la maniobra. Estamos en septiembre de 2017. La  historia se presenta por casualidad. Palleiro está comiendo con doña Generosa, maestra jubilada y amiga de la niñez. El hijo que la acompaña es el periodista, por lo que sigue tirando del hilo. "El día del entierro me vino a buscar el coche con escolta. Nunca me he sentido tan importante", bromea otra vez.  "En el aeropuerto, esperando con Teresa y las personalidades, nos comentaron que en Barajas se estaba registrando el ataúd porque habíacastelao_centro_galego_bos_aires_result la posibilidad de una bomba. Estuvimos unas tres horas esperando. Cuando bajaron el féretro en el aeropuerto de Lavacolla yo lo acompañé en el coche fúnebre en nombre de Teresa. Durante el trayecto había gente de extrema izquierda a los lados de la carretera, aunque también muchos guardias civiles y policías". 

El gran símbolo literario, artístico y político del galeguismo regresaba bajo una lluvia de protestas 34 años después de morir en el exilio en una cama del Centro Gallego de Buenos Aires el 7 de enero de 1950 poco antes de cumplir los 64 años. "Del jaleo que se montó a la llegada a Bonaval quizá tuve yo algo de culpa", reflexiona el sacerdote. Las autoridades y Teresa ya habían accedido al interior del convento por una puerta lateral para protegerse del lanzamiento de piedras. Palleiro había encargado a Torres Queiruga que oficiase el sepelio en el caso de que a él le sucediese algo, aunque finalmente sólo se tuvo que encargar de la homilía porque era académico. "Al llegar el coche fúnebre un mando, que no puedo precisar por los galones, me sugirió arroparnos para entrar por otra parte, pero yo le respondí: 'A mi me entregaron el cadáver en el aeropuerto, lo entierro o acabo en el hospital". Y la policía cargó. A las 22,40 horas finalmente se cerró el féretro con los restos de Castelao. 

El viernes fue enterrado Fernando Palleiro,  el protagonista de esta historia. 

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