La presión del paro afecta a todos los sectores sociales, pero el colectivo inmigrante es el que se lleva la peor parte

Inmigrantes arrastrados a la economía sumergida

La crisis no hace distinciones por raza, nacionalidad o color de piel, pero hay quien la sufre en mayor medida. La destrucción de empleo se ceba con los inmigrantes. Lo certifican las cifras del paro y los datos de afiliación a la Seguridad Social. La recesión de la construcción se ha extendido a otros servicios y muchos han tenido que recurrir a la clandestinidad para poder llegar a fin de mes. La contratación irregular de inmigrantes aumentó un 20%; la Inspección de Trabajo y Seguridad Social descubrió el año pasado 588 extranjeros sin papeles.
Dan y Nicole los nombres bajo los que esconden su verdadera identidad porque prefieren mantenerse en el anonimatollegaron a España hace siete años. Huían de la miseria rumana y buscaron un futuro en Madrid. Las cosas no salieron como habían previsto y su paso por la capital fue fugaz, pero una constructora con promociones en A Mariña (Lugo) le ofreció trabajo. Tras un primer contrato de tres meses, llegaron otros más estables y la pareja encontró en la costa de Lugo la estabilidad soñada.

‘Es una zona muy bonita y tranquila. Nos sentimos cómodos porque la gente nos acogió muy bien, explica él. Los vecinos son muy amables con nosotros, quizás porque en esta zona hay emigrantes de diferentes nacionalidades que trabajan embarcados o en los puertos pesqueros: caboverdianos, peruanos, indonesios, añade ella, que trabajaba limpiando varias casas’.

Encontraron su nueva vida frente a las aguas del Cantábrico y aquí nació su hija. Fueron tiempos felices hasta que Dan se fue al paro el año pasado. Las cosas se torcieron y, con el paso del tiempo, se retorcieron. ‘Soy una víctima de la burbuja inmobiliaria’, lamenta. Algunas grúas siguen en primera línea de playa, pero las máquinas llevan meses paradas en las urbanizaciones que trabajaba. Superada la resignación inicial, y viendo que en la construcción no había muchas opciones, Dan amplió su campo de actuación y buscó trabajo donde hubiese. ‘Lo intenté en varios sitios, pero la crisis es generalizada. Sólo conseguí algunos trabajos esporádicos en una empresa forestal, cortando y cargando leña’, explica. ‘Siempre sin contrato, sin seguro y cobrando en negro’.

Esa condena, la de la contra tación irregular, también la cumple desde hace diez meses Abderrahim, que lleva más de cinco años trabajando en diferentes explotaciones ganaderas de la provincia de A Coruña. Su travesía desde Marruecos hasta Galicia tuvo muchas escalas, pero ya lleva más de tres años aquí. ‘Prefiero el trabajo en las granjas gallegas que las duras jornadas en los invernaderos andaluces -explica mientras apura una botella de Estrella Galicia-. Hasta la cerveza de aquí es mejor que la del sur’.

El mercado de trabajo sitúa a los ciudadanos extranjeros en una situación especialmente problemática; los privilegiados han buscado alternativas al desempleo y lo han intentado por cuenta propia (el número de inmigrantes dados de alta en el régimen de autónomos supera en 5,5 puntos los autorizados por el Ministerio de Trabajo con el correspondiente permiso), pero la mayoría se han visto obligados a ganarse la vida en la economía sumergida.

El catálogo de profesiones es amplio y variado, pero el perfil está bastante definido: ellos ofrecen sus servicios como chapuzas a domicilio y ellas como empleadas de hogar (el 80% trabajan en el servicio doméstico). Hay también transportistas, electricistas, vendedores ambulantes, cuidadoras de enfermos, fontaneros, limpiadores o zapateros. Lo importante es trabajar; sea de lo que sea.

El número de extranjeros que trabajan en negro ha aumentado considerablemente con la crisis. La cifra supera los niveles de 2005, el año en el que se realizó la última regularización de trabajadores inmigrantes, y esto se traduce en temporalidad, ausencia de contrato y salarios minúsculos.

Los inspectores de Trabajo y Seguridad Social detectaron el año pasado 588 extranjeros empleados de manera irregular en Galicia, casi un centenar más que en el ejercicio anterior. La contratación irregular de foráneos aumentó casi un 20% como consecuencia de la crisis, según el último informe del Consello Galego de Relacións Laborais sobre el impacto de la inmigración en el mercado laboral; es un incremento tres veces superior al de la media española.

Inspección laboral

En 2008 se realizaron en Galicia 5.080 controles, un 25% más que en el ejercicio anterior. Mientras las inspecciones laborales descendían un 10% en el conjunto de España (de 60.931 a 54.913), en la comunidad gallega experimentaron un notable incremento. Es la quinta autonomía con mayor control, sólo superada por otras más pobladas y con mayor volumen de inmigrantes: Andalucía (9,45%), Madrid (12,93%), Cataluña (14,10%) y la Comunidad Valenciana (14,66%).

Uno de cada diez extranjeros residentes en Galicia está en situación irregular por falta de documentación

La población inmigrante representa en Galicia un 3,4% del censo gallego, con más de 95.500 personas inscritas, mientras que en España supone un 10% del padrón. La mayoría proceden de Portugal (18.521 personas), Brasil (10.574), Colombia (8.289) y Argentina (5.148), pero el abanico de nacionalidades se ha ampliado en los últimos años.

A los que están en situación regular hay que sumar los sin papeles, que también alimentan la bola de la economía sumergida. El Foro Galego de Inmi gración estima que los irregulares representan menos de un 10% de la población emigrante residente en Galicia. ‘La mayoría son jóvenes que vienen en busca de un trabajo porque la situación en su país es desesperante’, apunta Rocío Rodríguez, portavoz de esta organización. ‘Son los que peor lo tienen. El hecho de ser inmigrante ya es un lastre a la hora de buscar un empleo o encontrar una vivienda, pero ellos encuentran dificultades añadidas. Es necesario dotarlos de las herramientas que les permitan una óptima integra ción social y laboral’. Sin empleo, muchas de estas personas no pueden renovar sus tarjetas de residencia.

Los más afectados

‘Los recién llegados lo pasan mal, pero la crisis afecta todavía más a quienes llevan años viviendo en Galicia y se han quedado en paro en los últimos meses’, apunta la representante del Foro Galego da Emigración. ‘Son personas en edad laboral que se encuentran con una realidad muy diferente a la que se podían haber imaginado cuando decidieron venir a un país diferente’. El problema es especialmente en los casos de reagrupamiento familiar. Los años de bonanza del pasado invitaron a muchos inmigrantes a traer a sus parejas e hijos, pero las cosas han cambiado.

La inmigración ha dejado de ser un fenómeno exclusivamente masculino. Los últimos datos facilitados por el Instituto Galego de Estadística (IGE), correspondientes a 2007, indican que ese año llegaron 25.282 hombres y 22.490 mujeres.




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