La Xunta va a invertir 30 millones en los próximos años para llevar a cabo un plan de integración

Los inmigrantes no quieren sentirse extraños

Llegan con lo puesto y la obsesión de conseguir un contrato que les garantice el permiso de residencia. Vienen de países castigados y huyen de la angustia con la ilusión de encontrar un futuro. Si las cosas salen bien hasta pueden plantearse traer a sus familias. La convivencia armoniosa interesa a inmigrantes, gallegos y gobernantes; la Xunta invertirá más de 30 millones de euros en un plan de integración que contempla medidas para que todos los inmigrantes tengan un punto de atención inmediata a menos de cincuenta kilómetros.
Sara, Eduardo y Ana llevan menos de un año en Galicia. Venezuela era para ellos una ’jaula’ y aprovecharon la primera ocasión que tuvieron para ’emprender un vuelo arriesgado, casi sin saber hasta donde podíamos llegar’. Ana, hija de emigrantes gallegos, fue la que tiró de sus amigos. ’Mis padres decidieron regresar definitivamente a su tierra después de casi cuarenta años en América y yo fui la que le abrí los ojos a Edu y Sara. No éramos felices en Caracas y queríamos salir, aunque no nos habíamos planteado ningún destino’, explica. ’Fui un poco egoísta -añade- e hice todo lo posible para convencerlos porque así tampoco me sentiría sola al llegar aquí’.

No viven juntos porque creen que es la mejor forma de entrar en contacto con más gente y ’conseguir una integración real’. Sara y Ana escogieron Santiago para empezar su aventura gallega, mientras que Eduardo optó por Vigo para montar su ’centro de operaciones’. Cada uno hace su vida, pero pasan mucho tiempo juntos porque comparten un proyecto que les quita el sueño y les da fuerzas para llamar a cuantas puertas sea necesario. ’Hemos hecho un curso de planificación empresarial, solicitamos entrevistas con los responsables de todos los organismos e instituciones que nos puedan ayudar y no vamos a parar hasta que lo consigamos’, explica Sara.

Punto de encuentro

’Queremos crear una compañía -añade- para poner en marcha un punto de encuentro para inmigrantes, un espacio físico y virtual al que puedan acudir las personas que llegan de fuera. Nos ofrecemos como mediadores para realizar todo tipo de gestiones burocráticas o para realizar servicios de todo tipo: loca lizar un piso, facilitar entrevistas de trabajo... Lo que sea’.

Eduardo, Ana y Sara aún no han conseguido materializar. Otros inmigrantes ya han superado esa fase, plagada de laberintos burocráticos, y se han lanzado al vacío abriendo un negocio. Herval venía decidido ’a conquistar a los gallegos con la cocina’ y lo ha conseguido; el restaurante kurdo que regenta en Santiago ha elevado el kebab al reinado de la comida rápida, antes exclusivo de las hamburguesas y las pizzas. ’Hay tantos turcos que ya sólo necesitamos importar las especias, porque los rollos de carne de cerdo y cordero ya los conseguimos aquí’, afirma. Esta facilidad para conseguir la materia prima es, según Herval, ’una buena muestra de integración’.

No todos los inmigrantes que se atreven a alimentar la oferta gastronómica lo tienen tan fácil. Omar, un cocinero jordano que vincula su futuro en Compostela al éxito del restaurante que ha abierto en el extrarradio de la ciudad, tiene que buscar muchos ingredientes en los países árabes. ’Tenemos que importar verduras, frutos secos y otros complementos para garantizar el sabor auténtico’, indica. Estas especialidades árabes las combina en la cocina de Petra con platos gallegos que prepara una cocinera cubana. Una combinación muy enriquecedora para el paladar, según los clientes del local.

Sabor caribeño en el cocido gallego. Es la confirmación de que la tortilla ha dado la vuelta. En la primera mitad del siglo pasado eran los gallegos los que llegaban a La Habana -y a Buenos Aires, Caracas o Montevideo- huyendo de miserias y miedos. Ahora son los de fuera los que buscan cobijo aquí; ya son más de ochenta mil los extranjeros que viven en Galicia. Muchos están pendientes del permiso de residencia y sortean las penurias en pisos de acogida y en las oficinas de los servicios sociales.

Luz Adriana, una joven colombiana que reside en Lugo desde el año 2000, comenzó limpiando casas y ahora se dedica a cuidar personas mayores: ’Ahorro todo lo que puedo para enviárselo a los míos. En todo este tiempo sólo he podido viajar a Colombia en una ocasión, hace dos años’. Su gran ilusión es poder traer a su familia y bue na parte de su tiempo libre lo pasa en la oficina de atención al inmigrante para informase de los pasos que ha de seguir.

En las mismas está Martos, un peruano que lleva algo más de cuatro años en Lugo: ’Dejé allá a mi mujer y a mis tres niños; fue una decisión muy dolorosa, pero no quedaba otra salida, lamenta. Me vine con una oferta de trabajo, una situación privilegiada ya que muchos de los que llegan lo hacen con las manos vacías y sin saber a donde acudir’. Cuando el trabajo se lo permite acude a cursos de informática para mejorar su formación y, al mismo tiempo, conocer gente: ’Quiero eliminar cuanto antes esa sensación de sentirme un extraño en una cultura diferente’.


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