Galicia

Laureano Oubiña afirma que "los juzgados son mi Viagra"

El “narco" presentó un libro, "que aún no he leído", con su verdad y asegura que no es "vengativo"

La parroquia de Baión de Vilanova de Arousa amaneció ayer nublada y solo la llegada de su vecino más célebre permitió que saliera el sol. "¿Está hoy aquí Don Laureano?" preguntaron dos vecinas ataviadas con su mandil a los periodistas que se congregaron en la explanada de la iglesia parroquial.

Sí, estaba. El exnarcotraficante Laureano Oubiña regresó a la que un día fue su propiedad, el Pazo de Baión, para presentar "Toda la verdad" un libro en el que narra sus experiencias en el mundo del narcotráfico. "Yo aún no lo leí", confesó a los periodistas.

No hay arrepentimiento. Oubiña rememoró ante la prensasus años de juventud con una sonrisa en los labios y calificó en varias ocasiones de "trabajo" el tráfico de droga.

El libro es una auténtica declaración de intenciones solo con ver la portada. Un montaje fotográfico imita la entrada triunfal de Carmen Avendaño en el pazo, aunque tuvieron que usar el portalón trasero para hacer la foto.

Laureano Oubiña fue condenado a lo largo de su vida por cohecho, contrabando de tabaco, blanqueo de capitales o tráfico de hachís, si bien fue absuelto de la acusación de tráfico de drogas.

La motivación para publicar este libro, que narra las vivencias del narco, es explicar "como soy yo, tras estos años de cautivero creo que no se ha contado la realidad", explica Oubiña. El libro iba a tener unas 500 páginas, pero se ha reservado el publicar una segunda parte más adelante, en la que previsiblemente se incluirán detalles que harían peligrar su libertad, pues "hasta el 2 de septiembre me debo a los jueces a calzón quitado", señaló el excontrabandista.

Sin pelos en la lengua, Oubiña negó temer que alguno de los personajes citados puedan demandarle. "No me temo nada, pero todo el mundo tiene derecho a ir a los juzgados si ven algo demandable" y agregó: "Los juzgados son mi viagra, me excitan, porque de la otra no puedo tomar por el corazón".

Consultado sobre la ofensiva que tuvo la viguesa Carmen Avendaño contra su figura, Oubiña señaló que "los juzgados me excitan, la señora Avendaño no" y exclamó indignado: "¡Qué tengo que ver yo con el victimismo de ella!" Según su punto de vista "esa señora no ha ido a los juicios donde se juzgaba a los traficantes de heroína" y aseguró que "por el tráfico de hachís no ha muerto nadie".

El cambadés negó por activa y por pasiva que Galicia fuera a convertir en los 80 y 90 en la Sicilia española. "Es una mentira total, ¿Sicilia en qué?  yo nunca he estado, pero esa violencia la tienes en Andalucía de toda la vida". Oubiña explicó que en Galicia "los narcos veníamos del estraperlo del tabaco y el gasoil, no de la mafia, qué sé yo lo que es la mafia, ni lo quiero saber", indicó en el encuentro con periodistas.

Laureano Oubiña mostró su versión de la historia y a su juicio los errores que se cometieron con él. "En los jueces españoles no tengo fe ninguna", llegó a decir en su intervención. Destacó que el Pazo de Baión lo compró con el dinero procedente del contrabando con tabaco y no de la droga "La finca fue comprada en el 1987 ¿por quéme aplicaron con efecto retroactiva el código penal de 1995?" se cuestionó retóricamente el exnarcotraficante. Y añadió más. "Me aplicaron la Ley Matesa, que es un decreto de Franco, y que solo se ha aplicado dos veces, a Ruiz Mateos y a mí".

Los años de prisión sirvieron al cambadés para reflexionar. "Hay cosas que no volvería a hacer, pero ¿de qué vale arrepentirse del delito cometido? De nada", sentenció. No obstante, Oubiña aclaró que cuando él entró en prisión "ya estaba reinsertado socialmente" aunque cree que este concepto existe "para justificar los 90.000 euros al año por preso que gasta el Estado".

Laureano Oubiña tuvo tiempo para hablar de lo divino y lo humano. "En una ocasión estuve a punto de morir, en una operación en la que fui a por tabaco a O Grove, en el puerto de Melexo, me rozaron las orejas", recordó. También contó como llegaba a pasar hasta seis días fuera de casa con la misma ropa mientras organizaba las operaciones. "Al terminar volvía medio dormido al volante, es un puto milagro que siga vivo", y afirmó que cuando llegaba a casa una semana más tarde "si se había cocinado cocido, me duchaba y comía toda la carne de la nevera". Tuvo tiempo para acordarse de una persona. "José Ramón Prado Bugallo, Sito Miñanco, amigo mío, llevo años sin hablar con él, aunque sí con algún familiar".

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