ROMERíA INTERNACIONAL

Sabucedo encara su “rapa" con la vista puesta en el cielo

Una de las fiestas con más solera de Galicia reúne este fin de semana miles de personas en el "curro"

La parroquia de Sabucedo, en A Estrada (Pontevedra), encara este fin de semana otra edición de su romería más internacional, la "rapa", para la que aguardan un alto índice de visitantes, aunque la mirada continúa puesta en el tiempo. El presidente de la asociación Rapa das Bestas de Sabucedo, Pepe Paz, desgrana las muchas horas de trabajo, la tremenda dedicación y el gran esfuerzo de los trece miembros de la agrupación, al ser estos los tres factores que atraen hasta este pueblo a un "público diverso" y que llega con "objetivos variados".

Propósitos, sin embargo, que se resumen en disfrutar del festejo y de la acampada libre en la zona, o simplemente en "contemplar" el espectáculo de lucha cuerpo a cuerpo entre el hombre y los caballos.

Declarada como Fiesta de Interés Turístico Nacional en 1963 y de Interés Turístico Internacional en 2007, cada primer jueves del mes de julio la Rapa das Bestas da su pistoletazo de salida con la 'Gala de loubanza dos aloitadores' para continuar durante el fin de semana con el ritual ancestral: ir a por los caballos al monte, meterlos en el curro, "aloitalos" (luchar con ellos) para cortarles las crines y devolverlos al monte. Un proceso que es "la esencia pura de la Rapa", enfatiza Paz.

Dificultades

El paso de los años y los conocimientos adquiridos han "adaptado la rapa a las circunstancias" exigidas por la Administración, como la identificación de los animales con un microchip, algo que para el presidente "dio un trabajo excesivo" si se piensa en el "beneficio" obtenido por los propietarios, que deben seguir "marcando" a sus animales al modo tradicional, ya que por su condición de salvajes no permiten acercarse para pasar el lector.

Además, para permitir que la rapa continúe celebrándose, los organizadores han tenido que "darse de alta como explotación ganadera" cuando desde la Asociación consideran que no lo son; e implementar, igualmente, una serie de normativas de protección, de servicios o de recursos humanos, que antes "ni por asomo" tenían.

A pesar de todo, asegura Paz que lo mejor de esta celebración es que "no requiere ningún desembolso económico, sólo la voluntad de la gente", por lo que afirma que "el día de mañana no podemos decir que no se puede realizar la rapa por falta de recursos económicos, puesto que la esencia no tiene nada que ver con eso".

Los treinta "aloitadores", encargados de reducir al caballo y proceder al corte de sus crines, son gente de Sabucedo "con mucha fuerza física" y la técnica necesaria para saber lo que se hace, ya que esta actividad "conlleva un peligro muy grande" y un golpe mal dado puede terminar por arruinar el jolgorio. Por eso la experiencia de los participantes es "vital" y los más pequeños de la aldea "aprenden las mañas" de esta práctica, separando a los potros de las yeguas en el curro, en todo caso siempre respaldados por su progenitores.

Las mujeres, que realizaron su primera incursión como "aloitadoras" durante la Guerra Civil por la escasez de hombres en la zona, también participan en este combate natural, aunque no son muchas las que se atreven, observa Paz.

Una vez finalizada la rapa con la devolución de los animales a su hábitat, son "cuatro o cinco vecinos jubilados" los que se encargan, entre semana, de velar para que los caballos salvajes "no hagan mal por la zona" y lo hacen también pensando en "que la Rapa das Bestas siga, igual o mejor, pero que siga".

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