Más de 700 personas figuran en el registro gallego de futuros donantes de cuerpos para el estudio y la investigación

El testamento más íntimo, la herencia más solidaria

Más de setecientos gallegos figuran en el registro de donantes de cuerpo, gesto con el que ceden su cadáver a la ciencia. Cada año llegan a la facultad de Medicina de Santiago una decena de cuerpos que, tras ser embalsamados, se utilizan en las clases de Anatomía para que los estudiantes tengan el contacto más directo con todos los órganos. Los grupos de investigación aprovechan estos cadáveres para estudiar técnicas de abordaje quirúrgico, tratamientos o prótesis. Los profesores lamentan la escasez de donaciones para un mejor desarrollo de las clases prácticas, pero a muchos estudiantes no les agrada trabajar con muertos y abogan por ejerc
‘Se me pusieron los pelos de punta. Era el primer día de clase de Anatomía y por la puerta de clase entraron dos alumnos de sexto que se hicieron pasar por profesores. Nos dijeron que el examen al final del cuatrimestre consistiría en abrir un cadáver, diseccionar cinco órganos y volver a cerrarlo. Todo esto tendríamos que hacerlo en cinco minutos’, explica José, estudiante de Medicina. ‘Era una novatada, pero yo ya me veía sudando y salpicado de sangre para buscar el aprobado’.

Esa broma de los veteranos de la facultad no consigue disipar los temores de algunos novatos. En muchos casos, alimentaba su ansiedad. ‘En ocasiones veo muertos’, reconoce una alumna, parafraseando al protagonista de El sexto sentido. ‘Mi compañera de piso y yo pasamos las primeras semanas de curso obsesionadas con ese momento en el que nos encontrásemos con el muerto’.

Primer contacto

El primer contacto se produce en el primer curso. Es una experiencia meramente visual, los alumnos no manipulan el cadáver. ‘Fue una visita en grupos de diez estudiantes a la sala de disección acompañados del profesor de Anatomía. Había quien se negaba a entrar y otros que se desmayaron o sufrieron bajadas de tensión cuando se enfrentaron al cadáver. A mí lo que más me impactó ese primer día fue el olor’, recuerda Elvira, estudiante de cuarto curso. ‘Lo más impresionante llegó el año siguiente en clase de Neurología, cuando me vi en una mesa ante una cabeza cortada. Eso me impactó más que cualquier clase en la que tuviese que analizar vísceras y cortar músculos, riñones o corazones’.

En el examen final los alumnos rodean el cadáver y diseccionan diferentes órganos. Comparten muerto porque a la facultad suelen llegar de media una decena de cuerpos al año. ‘Las donaciones que se realizan non son suficientes’, lamenta Javier Jorge Barreiro, catedrático de Anatomía de la Universidad de Santiago de Compostela. ‘Son muy pocas las personas concienciadas de lo beneficiosa que puede ser la cesión del cuerpo para la investigación. La gente ve con claridad que sus órganos salvan vidas, pero no acaba de comprender la importancia de que un estudiante realice pruebas con cadáveres’.

Más de 700 personas figuran en el registro gallego de futuros donantes que gestiona el departamento de Ciencias Morfológicas de la Universidad de Santiago, que atiende las solicitudes de la Facultad de Medicina otros organismos de investigación de la comunidad que necesitan tra bajar con cadáveres.

Aunque las donaciones han aumentando en los últimos años, profesores y coordinadores de departamento han reiterado la necesidad de contar con más cadáveres para que los alumnos y doctorados puedan se familiaricen con todas las partes del cuerpo y puedan profundizar en sus investigaciones.

Algunos estudiantes no entienden que sean necesarias más prácticas con cadáveres. ‘El cuerpo de una persona muerta se parece muy poco al de una viva; es impresionante el cambio que experimentan’, alega una estudiante de tercer curso. ‘Hay cosas que podemos analizar con maquetas y sacar mucho mayor provecho. Son más ilustrativas, en algunos casos, las prácticas con órganos de animales o los vídeos en tres dimensiones que las prácticas con cadáveres’, añade un compañero. ‘Viendo lo que hacemos con los cadáveres, yo no donaré mi cuerpo a la ciencia ni se lo recomiendo a ninguna persona de mi familia. Hay compañeros que tratan con muy poco respeto a los cadáveres cuando estamos en la sala de investigación’, apunta otra estudiante.

Trato correcto

Los profesores niegan que haya un trato despectivo hacia los cuerpos y aseguran que, al margen de la impresión que personalmente pueda producir el trabajo con cadáveres, ‘es una práctica muy útil para el mejor conocimiento de la anatomía humana’. Los docentes aseguran ser respetuosos con los cadáveres y no permiten ninguna broma entre el alumnado; para acceder a la sala de investigación es necesario contar con la acreditación correspondiente y los estudiantes de los primeros cursos siempre están acompañados de algún profesor.

No está permitido realizar fotografías ni bromas con los cuerpos. Los responsables de la facultad de Medicina insisten en que los cuerpos, una vez que llegan a la sala de investigación, pierden su identidad y ‘se convierten en objetos de estudio’ a los que se tratan con escrupulosa corrección.

El período de permanencia en las dependencias universitarias es variable, depende de cada caso: puede utilizarse durante un sólo curso o utilizarse durante varios años antes de ser incinerado en el crematorio de Boisaca. El espacio es limitado y los responsables del departamento no son partidarios del hacinamiento injustificado de cadáveres.

El culto a la muerte frena las donaciones en Galicia

Los factores culturales son un pesado lastre para la donación de cuerpos, pese a que el estudio minucioso del cadáver humano es esencial para la formación de los futuros médicos y el desarrollo de nuevas técnicas quirúrgicas. ‘Las posibilidades de que los operados de laringe vuelvan a hablar dependen, en gran medida, de las prácticas realizadas con muertos. Se cortan los nervios que afectan al habla y se experimenta con cadáveres como hacer una reinervación para volver a unir y recuperar la voz’.

Aunque en el registro de posibles donantes, a la facultad de Santiago no suelen llegar más de diez cuerpos al año, en otros centros universitarios, como los de Barcelona y Elche, rondan el centenar de donaciones. Otras facultades, como la de Badajoz, apenas reciben cinco cadáveres anuales, mientras que en el País Vasco tampoco se alcanzan los niveles de la franja mediterránea. Influyen muchos factores, pero los expertos destacan tres: la tradición, el espectro socio político y las campañas informativas.

A éstos hay que añadir otra circunstancia clave: el 60% de los cadáveres donados a la ciencia son ciudadanos extranjeros, comunitarios en su mayoría. Países como el Reino Unido, donde las universidades de Oxford y Cambridge reciben cerca de trescientos cadáveres cada año, están a la cabeza de donaciones en Europa. Muchos ciudadanos británicos que se desplazan a la Costa del Sol, Barcelona o Madrid cuando se jubilan donan su cuerpo a la ciencia: ahorran los costosos gastos de repatriación del cadáver y satisfacen una práctica arraigada en su tierra de origen.

‘Para ellos es un orgullo, que su cuerpo contribuya al avance científico’. Muchos siguen el ejemplo del escritor Gerald Brenan, que en 1987 donó su cuerpo a la facultad de Medicina de Málaga para evitar costes a la familia; permaneció en una cuba de formol durante años hasta que las administraciones decidieron enterrarlo.


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