Laura Lunardelli

Andrés Calamaro: “Un verso es una puerta que se abre”

Andrés Calamaro.
photo_camera Andrés Calamaro.

Calamaro presenta su nuevo disco "Cargar la suerte"

Por qué la foto necesita un nuevo encuadre / Por qué no tengo ni un perro que me ladre / En el mapa de los caminos perdidos / Tengo las manos y los pies dormidos / Si no tengo el gusto no tengo enemigos / Poca pelusa para demasiados ombligos”, dice Andrés Calamaro en el inicio de “Las rimas”, canción que es la novedad de su flamante disco de estudio “Cargar la suerte”. 

La letra sigue con versos como “Respeto a los de la vereda de enfrente / Y doblo cucharas con la mente” o “Somos la rabia somos la gente / Primero te lavás la boca con detergente”. Pero que no cunda el pánico; no se va a realizar en esta página un análisis de texto para saber qué tanto hace uso el músico rockero devenido en cumbiero de las rimas asonante y consonante, de la sinalefa o de las sílabas tónicas poéticas. Acaso por antipoético. Igual ya se disculpa el propio Calamaro: “Una canción llamada ‘Las rimas’ se antoja una insolencia para la academia del idioma, pero las rimas son las del Martin Fierro, las de Miguel Hernández, Joaquín Sabina y Residente. Lejos de compararme con estos talentos insólitos, escribo estos versos con humildad y desparpajo. Las rimas no riman por rimar nomás”. ¿Y por qué riman las rimas? “No es el idioma de la casualidad: Un verso es una puerta que se abre”, sentencia. 

Quién le diría a Aldous Huxley que, cumbia y reguetón mediante, hay vida después de “The Doors of Perception”. Pero mejor seguir con la novedad poética del músico nacido en Argentina y radicado en España- para alegría de más que un hijo de la Madre Patria-. “Esta canción, fiel al mandato de los versos, descarga sus verdades en metafórica cascada de la lengua, nuestra única patria, sin fronteras, el idioma”, afirma quien se consagró con la edición de un disco quíntuple titulado “El salmón” y con una letra que le da título y espeta: “No pienso estar enero en Pinamar / No me excita cagar en el mar”. Ni asumible en un jugueteo de niños a modo de un cadáver exquisito que sólo haría gracia en boca de un Paul Éluard o un André Bretón, “Las rimas” más que un quebrantahuesos es un “quebrantacerebros” porque sí es útil como barómetro intelectual en un tiempo en el que reinan la cumbia y el reguetón y hay quienes viniendo de otros géneros así lo asumen. 

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