Andrés Rodríguez, la nueva generación del Ribeiro

El mundo del vino no le era ajeno cuando llegó a la presidencia de Viña Costeira, ni mucho menos. Ya era socio, como antes lo había sido su abuelo, que fue uno de los fundadores de la Cooperativa Vitivinícola del Ribeiro, hoy Viña Costeira Sociedade Cooperativa Galega. Andrés Rodríguez Gómez (Ourense, 1981) es economista, una carrera que apuntaló con varios estudios de post grado, entre ellos un MBA y otro sobre proyectos ambientales y responsabilidad social corporativa. En diciembre de 2014 asumió la presidencia del consejo y en 2016 fue nombrado también consejero delegado, asumiendo funciones ejecutivas en la bodega. ¿Qué le sedujo del mundo del vino? Hay un componente familiar. Por parte de mi madre había viñedos en el Ribeiro. Mi abuelo fue uno de los socios fundadores de la cooperativa del Ribeiro en 1968 y yo tengo esa imagen de la viña y de mi abuelo haciendo vino, en una época en la que prácticamente se elaboraba en todas las casas del Ribeiro. Soy socio de la cooperativa y en 2010 entré en el consejo de vigilancia que es un órgano adyacente a la junta directiva, una cosa llevó a la otra y en 2016 cuando ya era presidente asumí ya la presidencia con carácter ejecutivo. Entonces, sumamos ese vínculo afectivo que viene de familia y que viví siempre, a mi interés por el mundo empresarial y económico, por formación y en el caso de la bodega, que empecé a conocer a partir de 2010 y digamos que se fusionaron esos dos componentes. Cuando le hablas a la gente que trabajas en el mundo del vino, es algo que suena muy bien y parece muy bonito, visto desde fuera, pero tiene su parte complicada. Yo creo que como todos los trabajos, es duro, pero tiene esa vertiente poética que es la de que te atraiga este mundo y cómo se vincula a tu tierra. Usted representa la incorporación de una generación más joven en un sector muy avejentado ¿está funcionando el relevo generacional? En general el sector primario y la viticultura no es una excepción, está teniendo un problema muy serio de relevo generacional. Hay muchos factores, que están influyendo esa dificultad. Tanto de carácter social, cultural... algunos más complejos que otros. ¿Por ejemplo? Por ejemplo, uno tan sencillo que aquí, en el rural no tengas banda ancha en internet, como en la ciudad. Si vemos en el resto de España, cada vez hay menos gente en el sector primario, pero eso se compensa con explotaciones más grandes. El tamaño estándar para que una explotación en viticultura y en otros ámbitos, sea rentable tiene que ser mayor que hace treinta años. Y este es un obstáculo que existe en Galicia en general pero en el Ribeiro en particular para que esa dificultad se agrave, y es el minifundio. Entonces, ¿no lo ve posible? El relevo en el sentido literal, de un viticultor joven por cada uno que se retira, o un agricultor, si lo extendemos, no se está dando en ningún lugar del mundo y aquí, que las cosas están peor no vamos a ser una excepción. Puestos frente a esa realidad, nos cabe dar respuesta a que exista un relevo, por lo menos de un joven por cada diez, mayores que se retiran, por poner una proporción y no muy exagerada. El caso es que alguien llegue, porque de lo contrario, esto se acaba. Pero para que eso suceda, es necesario aumentar el tamaño de las fincas para que sean rentables. Sin rentabilidad no hay relevo. ¿Esa es la clave? Es la clave. Cuando mi abuelo falleció, heredé su viñedo. Es una hectárea y un poquito, aquí cerca, en San Andrés. Yo tuve suerte, porque aquí se había realizado la concentración parcelaria, de que una hectárea está en una única finca. Si mi hectárea estuviese repartida en once fincas, ni aunque me pagasen la uva a cinco euros el kilo me compensaría trabajarla o contratar a alguien para que lo hiciese. Un tractor atiende igual una finca de 5.000 metros que otra de 50.000. Y si hablamos de tiempo de trabajo, pasa lo mismo. A mí me llevaba más tiempo sulfatar 1.700 metros cuadrados de finca que estaba sin mecanizar, que los 8.300 metros restantes. Con la diferencia de que en los 1.700 lo hacía a pie, con la mochila del sulfato a la espalda, a 32 grados al sol, y en la otra, sentado en un tractor. Insisto, es la clave, porque para empezar hay que facilitar el trabajo y la rentabilidad, tanto para que haya relevo como para que pueda seguir trabajando un viticultor aunque tenga 70 años, si quiere. Hace 52 años se pusieron de acuerdo casi un millar de cooperativistas para fundar viña costeira. ¿Sería posible ahora para afrontar nuevos retos? Tenemos que pensar que no solo se pusieron de acuerdo para trabajar juntos. Lo hicieron también para trabajar y no cobrar durante años para poder invertir en la maquinaria, en la estructura empresarial y comercial... hoy sería muy difícil. Si el movimiento cooperativista prosperó en aquel momento fue porque había un elemento disruptivo. Yo creo que era que tenían que afrontar un problema muy grave de exceso de producción y los precios cubrían ni siquiera los gastos. Asumieron aquel reto porque entonces eran conscientes de que tenían que vivir del campo sí o sí. Pero hoy día, la gente encuentra la solución yéndose del campo. ¿La crisis del covid podría ser ese nuevo elemento disruptivo? No cabe duda de que es un factor que ha causado un impacto importante en un sector que venía arrastrando problemas desde los útimos años. ¿Cuál es el tamaño mínimo para vivir dignamente de un viñedo? Con cuatro hectáreas se puede vivir dignamente. En La Rioja, los hijos heredan fincas de diez hectáreas y eso explica que todos quieran ser viticultores, aparte del componente cultural. Aquí, cuando, un niño no estudiaba se le castigaba mandándolo a la viña y ese es un refuerzo negativo que termina apartando a la gente del trabajo en el campo. Hay un vínculo muy marcado de Viña Costeira con la cultura y la acción social ¿Por qué? Forma parte del ADN de Viña Costeira. Como cooperativa siempre tuvimos una inquietud social que se ha materializado en distintas acciones y en el ámbito cultural, nuestra apuesta ha ido con la colaboración, tanto en la programación de actividades como en otros elementos, entre los que yo destacaría esa colaboración con artistas plásticos a través de nuestro vino Amadeus, que el año pasado volvimos a retomar. Esto es así desde que ligábamos el Pazo Ribeiro a figuras literarias, hace cincuenta años. Viña Costeira es el Ribeiro que más se vende. ¿Dónde está la clave de su éxito? En que cada año es mejor. Y eso es gracias al buen hacer del equipo de la bodega, pero sobre todo, al trabajo de los viticultores. Creo que todo el mundo se da cuenta de esa evolución y que el año que viene será mejor que éste.