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Bodega Os Rodríguez: Los coches a la puerta no siempre son buen augurio

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A veces uno sale mal comido de un local, pensando que eligió mal el menú y entonces vuelves otro día con intención de darle una segunda oportunidad. Pero no va a ser este el caso

Viajaba por la orilla del Miño entre A Guarda y Tui un lunes. Mal día para comer fuera por esa tierra porque todos los que merecían la pena y que estaban al borde de la carretera se encontraban cerrados. Al menos hasta Tomiño, donde paré, porque ya se hacía tarde siguiendo la intuición aprendida de mi madre de que allí donde hay hombres, tienen buen vino y donde hay muchos coches se come bien.  Esto, naturalmente, lo decía mi madre hace cincuenta años, cuando yo era niño y me mandaba a buscar un cuartillo de vino porque, de repente, se había quedado sin él para cocinar y la tienda ya estaba cerrada o era un domingo por la mañana. Yo no fui a la Bodega Los Rodríguez de Tomiño a buscar vino, sino a comer y había muchos coches delante de la puerta y dentro estaba bastante concurrido. Pero todo lo demás, ya lo anticipo al lector, fue de desastre en desastre. No me pareció un local excesivamente limpio y la camarera, amabilísima y muy correcta llevaba una colonia  encima tan intensa y abundante que quedaba impregnada hasta en el sabor del pan. 

Lo mejor de la carta era el pulpo que había cada quince días y, desgraciadamente ese día no tocaba. Opté por un clásico de esos que supones que no va a fallar: un churrasco de cerdo (porque temí que el de ternera saliese duro) y venía especiado y adobado de una guisa que, por primera vez en mi vida salí de un restaurante con hambre sin haber sido capaz de terminar el plato. 

A veces uno sale mal comido de un local, pensando que eligió mal el menú y entonces vuelves otro día con intención de darle una segunda oportunidad. Pero no va a ser este el caso. Ojo con los coches en la puerta, no siempre funciona, mamá.

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