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Carl Orff y la Alemania nazi

Nunca se pronunció políticamente, solo le interesaba la música.

A Carl Orff (Múnich, 1895-Íbidem, 1982) en 1945 se le sometió a un proceso de desnazificación del que saldría absuelto. Pudo retomar así su actividad de compositor, y saborear su trayectoria, era el autor de “Carmina Burana”, Sin embargo, sobre su persona restan episodios que reflejan el momento, complicado, donde cualquier sombra de sospecha se convertía en una losa definitiva. 

Es probable que su único sacerdocio fuera el musical, pero los tiempos no eran poéticos. Carmina Burana se estrena en junio de 1937, cuando los nazis llevaban casi un lustro en el poder, y acelerando poco a poco el ritmo de locura. Nunca pretendió ser un compositor de vanguardia, pero su composición de 1932, basada en la “Pasión según San Lucas de Bach”, no fue del agrado de muchos puristas, y eso en aquella Alemania tenía fácil traducción: problema. Nunca se pronunció políticamente, solo le interesaba la música. Es cierto que entre sus amistades estuvieron Weill o Brecht, izquierdistas, pero también las tuvo en el otro lado, Reusch, Goetsch o Kelbetz. Años de duda hacia su persona; a raíz de su supuesta “modernidad” se empleó en su Schulwerk, un método pedagógico musical que había puesto ya en marcha en la Escuela Guenther (1925), para que los niños desarrollaran, a través del canto, un concepto de música elemental alrededor del ritmo -instrumentos de percusión-, del movimiento y la melodía. Quería que los nazis lo hicieran suyo, y purgar las dudas. Así se lo hizo saber a sus amistades. 

Carmina Burana era la puesta en práctica a nivel escénico de su sistema de enseñanza, una cantata que elogiaba la vida en el campo, la primavera y el amor, con mucha percusión de por medio. Veinticuatro poemas procedentes del Codex Buranus, entre los trescientos escritos por los goliardos, siglos XII y XIII. Unos textos al gusto de las juventudes hitlerianas, intelectualmente desapasionados, aunque se mezclan idiomas, c francés, alemán y el latín. La obra se estrenó en 1936. 

Orff, consciente de lo que le había costado labrarse camino entre los nazis, no dudó en renunciar a dar apoyo en 1943 a un “buen amigo” como Kurt Huber, caído en desdicha como le solicitaba la esposa de éste. Orff le negó su ayuda, no quería poner en riesgo su carrera. Huber fue ejecutado el 13 de julio de 1943. Así era la percusión del régimen. 

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