Celso Rodríguez Padrón, justicia más abierta

Vive en Madrid hace ya muchos años y desde marzo de 2019 es el presidente del Tribunal Superior de Justicia de esa comunidad autónoma. Pero Celso Rodríguez Padrón (Ribadavia, 1962) sigue llevando en su corazón y en sus recuerdos sus vivencias de infancia y juventud en una Ribadavia entonces pujante en lo económico y cultural, que destacaba sobre otras villas, incluso mucho más grandes, por su actividad y dinamismo. En esa infancia y adolescencia se forjó su pasión por los libros, por las humanidades. Algunos compañeros de facultad de derecho, en Santiago, todavía recuerdan su impecable caligrafía que, junto con su capacidad de síntesis hacían que sus apuntes fuesen muy solicitados. 1. Si le digo Ribadavia, ¿qué le viene a la mente? Si tengo que visualizar una imagen, la profundidad de la niebla en los inviernos en Ribadavia. Yo vivía en la Plaza Mayor y cuando caía la niebla, salías de casa y no podías ver el otro lado de la plaza. Se adivinaban las luces de los faroles, pero nada más. Cuando vuelvo ahora, por ejemplo en navidades, sigo buscando el encuentro de aquella niebla. 2. ¿Cómo recuerda su infancia y juventud allí? Mi infancia fue muy feliz en Ribadavia. Recuerdo la felicidad de poder jugar en la calle, los paseos con los amigos, el bullicio de su vida cotidiana y su pujanza económica, con siete fábricas de ataúdes, incluso con una población extranjera, ya en su última etapa, consecuencia de la construcción de la presa de Castrelo de Miño. Había tantas entidades bancarias que llegué a tener la sensación de que éramos un pueblo rico. Recuerdo cuando aprendí a escribir en el colegio de las monjas Franciscanas en el convento de Santo Domingo, la enseñanza primaria en el colegio de la Alameda y el bachillerato en el instituto y su elenco de profesores excelentes que nos proporcionaba una formación y una educación de un nivel considerables. Ahí fue donde empecé a sentir gran pasión por las humanidades: la literatura, el latín, el griego, la historia… . 3. Algo tendría que ver también el negocio familiar, ¿no es así? Sin duda. La librería y la imprenta, que siguen en el mismo lugar, ahora cerradas, desde 1870, crearon en mí esa admiración por el universo de los libros. No solo su lectura, sino también la afición, que todavía conservo, a la encuadernación y a la restauración de libros. Sigo haciendo, cuando tiempo, encuadernaciones en casa, aquí en Madrid, con cuños de bronce que pasan de los cien años, que me traje como recuerdo de la imprenta de mi padre y de mi abuelo. 4.¿Le gustaba ir a la imprenta? Mucho. Cuando era niño me encantaba jugar con los componedores, con las letras, con los moldes… el olor de la tinta. Las imprentas tenían un olor característico, no solo de la tinta, también de gasolina. Siendo ya un muchacho, alguna vez he limpiado las planchas planas, las que entraban en contacto con los rodillos, con gasolina y trapos. Fue una infancia muy feliz y gran parte de ello lo debo a una familia cuyo recuerdo me acompaña, desde entonces, todos los días de mi vida. 5.Con todo esto, ¿qué le llevó a estudiar derecho? La verdad es que yo tenía intención de estudiar filosofía o literatura. Cuando se lo comenté a mi padre intentó disuadirme. Aquí entró en juego una persona que tuvo una gran influencia en mi vida y a la que le debo mucho. Se trata de Antonio Romero Lorenzo, que había sido juez en Ribadavia. Mi padre concertó una visita en su casa de veraneo y me llevó a hablar con él una tarde. Su influencia llegó a tal extremo que no solo me matriculé aquel año en Derecho, hice la carrera en Santiago de Compostela, sino también fue mi preparador de oposiciones para el ingreso en la carrera judicial. Su influencia fue decisiva en mi vida y nunca podré agradecerle lo suficiente cuanto ha hecho por mí. 6. ¿Llegó a apasionarle el derecho? Tardé en descubrir el encanto del derecho. Por el sacrificio económico que representaba para mis padres no perdí ni un minuto. Le dediqué mucho tiempo a la carrera y no me fue mal. Con el tiempo, a partir de tercero, empecé a descubrir que el derecho esconde detrás una razón de ser, una filosofía de valores, una explicación de la historia de la humanidad. Y estas pinceladas del derecho que me llevaban a esas ideas que tenía antes de estudiar la carrera me fueron llevando a estudiarlo con mucho gusto. Y cuando empezó a gustarme tuve claro que su salida más atractiva era el ejercicio o de la abogacía o bien en la función judicial. 7. ¿Cuál fue su primer destino? Quizá por ese afán que tenemos los gallegos por conocer mundo, aunque podía haber elegido un destino en Galicia, terminé en Andalucía. Mi primer destino fue en Valverde del Camino, en la provincia de Huelva. La fama de aquel pueblo venía de su fabricación artesana de botas camperas, los “botos de Valverde del Camino”, aunque también tenía fábricas de muebles. Luego, fui a Barcelona, ya como magistrado. El cambio fue radical, de un pueblo de juzgado único a un juzgado de primera instancia en una ciudad como Barcelona. Estuve dos años, hasta finales de 1991 y llegué a Vigo y allí me a mi preparador, Antonio Romero, como juez decano. Estuve casi cinco años y ya orientado hacia el derecho penal que era lo que más me gustaba. 8. ¿Por qué? Es la parte del ordenamiento jurídico que aborda las facetas más duras de la conducta humana. Los comportamientos, las causas, las circunstancias personales, todo lo que te podido llevar a cometer un delito se mezcla con un juego de protagonismo de la voluntad, el peso de todo cuanto te rodea, la buena o mala suerte que hayas tenido al llegar a este mundo… juzgar la voluntad humana en estas situaciones límite para mí encuentra una riqueza de matices de enorme interés. 9. Su destino más prolongado fue en el Consejo General. Sí. Tomé posesión en junio de 1999 como secretario general del Consejo General del Poder Judicial. Yo entonces estaba de magistrado en Sevilla y no tenía ganas de volver a Madrid donde ya había estado un breve período. Pero me lo pidió nada menos que quien entonces era presidente del Consejo General y del Tribunal Supremo, Javier Delgado Barrio, un jurista excepcional. A él le quedaban dos años de mandato y suponía que entonces podría volver a Sevilla. Pero al final estuve casi quince años. Los niños fueron creciendo, se fueron haciendo a la ciudad y aquí me quedé. 10.¿qué echa de menos en la relación entre justicia y sociedad? La justicia tiene necesidad de que la sociedad la conozca. Hay un déficit de credibilidad en las instituciones en España y creo que se debe al desconocimiento que hay de ellas. Los jueces tenemos que seguir trabajando en esa apertura, y los medios informativos tienen un papel fundamental, precisamente para que los ciudadanos nos conozcan mejor.