MITÓMANOS

Clitemnestra y Medea, las terribles vengadoras

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Dos mujeres de la Grecia de la edad de los héroes destacaron por las venganzas sobre sus respectivos maridos

Medea era la hija del rey de la Cólquide, en el Mar Negro, donde hoy se sitúa la república exsoviética de Georgia. Allí arribó Jasón con la famosa tripulación del “Argos” compuesta por los mayores héroes helenos, una expedición que tuvo lugar poco antes de la Guerra de Troya. En la Cólquide se guardaba el Vellocino de Oro, la lana dorada que habría servido para cubrir al niño Zeus,  dotada de enorme valor. Jasón sólo pudo hacerse con el vellocino gracias a la ayuda de Medea, la hechicera que se enamoró del joven griego. Una vez de regreso, Jasón desposó a Medea, que le dio varios hijos, pero pasados unos años la quiso abandonar por otra princesa. La venganza de Medea fue brutal: decidió matar a los dos hijos que había tenido con Jasón y logró asesinar a la mujer con la que se iba a desposar su marido, quien quedó devastado por el dolor y acabó muriendo tiempo después solo y abandonado. Medea se desposó con el rey de Atenas, Egeo, a quien dio otro hijo, pero finalmente también tuvo que huir. 

Clitemnestra fue uno de los cuatro hijos de Leda nacidos tras la transformación de Zeus en cisne para yacer con la mujer de la que se había encaprichado. Leda era esposa de Tindareo, rey de Esparta, quien también se acostó con su esposa esa misma noche, por lo que dos de los niños eran suyos y los otros dos del Dios Supremo. De aquella extraña unión surgieron dos hombres, Cástor y Pólux, llamados los Dioscuros (del griego Theus Kuroi, los hijos de Zeus) y dos mujeres, Clitemnestra y Helena, ésta última considerada como la más bella de las mujeres. Ambas se acabaron desposando con dos hermanos, Menelao y Agamenón, hijos del rey de Micenas. Muertos los Dioscuros, que tendrían que haber sido los herederos del trono  espartano, Helena quedó como la princesa regente. De esta forma, las dos parejas, Helena y Menelao y Clitemnestra y Agamenón, acabaron siendo reyes de Esparta y Micenas, respectivamente. 

Cuando estalló la Guerra de Troya, Agamenón se puso al frente de la coalición panhelénica que quería vengar a Menelao de la afrenta del troyano Paris, huido a su ciudad con Helena de Esparta. Pero antes de partir hacia Troya, decidió sacrificar a los dioses a su hija Ifigenia arrojándola al mar para que Poseidón, que era protector de Ilión, les permitiera atravesar sus dominios, los mares. Al parecer, Ifigenia no murió y acabó siendo sacerdotisa de la Diosa Virgen Artemisa, en la costa hoy de Turquía. Pero Clitemnestra no se lo perdonó, y tras la partida de Agamenón se hizo amante de Egisto. Cuando el rey de Micenas regresó diez años después a su palacio con la troyana Casandra de esclava, le preparó un baño y allí mismo le asesinó, reinando con Egisto durante un tiempo. Algo después, sus otros dos hijos con Agamenón, Orestes y Electra, decidieron matar a su madre y al amante, completando la venganza, y siendo por ello condenados por parricidas. 

Curiosamente, el origen de todo, el rapto de Helena por Paris, tuvo un final poco conocido y que narra el propio Homero en la “Odisea”, cuando hace que el hijo de Ulises, Telémaco, visite Esparta. Allí se encuentra con Helena y Menelao: ambos habían regresado, volviendo a ser reyes y protagonistas del único final feliz. 
 

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