EN LETRAS DE MOLDE

Color papel

No conocer a Margaret Sanger es como no saber quién es Simone de Beauvior o Clara Campoamor o Mary Wollstonecraft…  (por favor, finjan que les suenan)

Solo hay una cosa mala (y decir “mala” igual es pasarse, vamos a llamarle “regulera”) del sacrosanto placer de leer, que no es una actividad nada cómoda para exterior: la luz del sol te refleja en el blanco de la página, las gafas de sol no te dejan ponerte las de leer… En fin, engorroso. Así que para verano, para no estar todo el día en casa y que la luz solar permita sintetizar la vitamina D, es necesario buscar actividades que sustituyan a la lectura. 

Vaya por delante que, así, en términos absolutos, a la lectura no la sustituye nada (quizá, solo, la lectura en pelotas al lado de alguien que te gusta; pero sigue siendo lectura; y sigue siendo necesario (conveniente al menos) seguirla considerando como una actividad de interior). Dicho esto, considero que ver exposiciones de cuadros es un placer nada desdeñable para el que no hay que estar en casa, ni sentado, ni con gafas de leer; y que incluso se puede compartir – con toda la ropa puesta – con otra persona.

Estos días hay dos exposiciones que me hacen tilín y, cosas de la vida, ambas están cerca la una de la otra. Una está en el Museo ese que nunca sé cómo se llama pero que está en pleno vinos, es de César Prada. La otra está enfrente, en el Ideas (que a lo mejor les suena más como sede de los margaritas-que-carga-el-diablo más ricos de la ciudad, pero que muchas veces tiene expos muy coquetas) y son unas acuarelas de Rafael Manzano.

Pues esto les cuento si les apetece salir de casa. En caso de que les dé igual que el tono de su piel se acerque al blanco luminiscente y acaben sin reservas de vitamina D, quédense en casa a gustísimo con un comic de Peter Bagge titulado “La Mujer Rebelde: la historia de Margaret Sanger”. Yo no conocía ni al tal Bagge ni a la tal Sanger. Lo de él tiene un pase, no hace ni un año que me aficioné a los comics pero lo de ella me tiene contrita: no conocer a Margaret Sanger es como no saber quién es Simone de Beauvior o Clara Campoamor o Mary Wollstonecraft  (por favor, finjan que les suenan). Así que me estoy leyendo el comic a toda velocidad para rellenar cuanto antes tal imperdonable laguna. Metidita en casa, sin que me dé la luz del sol, considerando la posibilidad de empezar a dormir en un ataúd.

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