LITERATURA

Cómics

Fíjense, por poner algunos ejemplos, en estas gloriosas frases de Calvin: "La felicidad no me basta, exijo euforia", “Estoy relacionado con gente con la que no me relaciono”, “Dios tiene un sentido del humor muy idiota”.

Martín Piñol De pequeña era más de “Zipi y Zape” que de “Mortadelo y Filemón”. El mundo reconocible y familiar de la familia Zapatilla me parecía mucho más atractivo que el de unos agentes secretos cuya mezcla de realidad y fantasía (¿cómo conseguía Mortadelo disfrazarse instantáneamente y sin llevar la ropa en ningún lado?, ¿cómo era posible que, explotando tantas veces, nunca murieran?) era un poco confusa para mi corta edad. Un poco después, preadolescente, moría por los comics de “Esther y su mundo”. Y ya: esa fue toda mi relación con los comics en la infancia: me llamaban muchísimo más la atención los libros que leían mis hermanas mayores o mis padres, libros de verdad, sin dibujos, con un montón de letras en las que enroscar la imaginación e inventar la imagen que me sugerían.

Y así fue hasta que aparecieron “Calvin y Hobbes”, allá por los dieciocho o diecinueve, de la mano de una tipa muy rara – de la que más tarde me hice amiga – que siempre andaba por Santiago adelante leyéndolos. “Calvin y Hobbes”, de Bill Waterson, son unas tiras cómicas fantásticas que recrean la vida de Calvin, un niño de seis años, y su tigre Hobbes. Hay que decir que Hobbes, cuando hay más humanos delante, finge ser un inofensivo tigre de peluche. O, a lo mejor, lo que hay que decir es que Hobbes, cuando solo son los ojos de Calvin los que lo observan, es un tigre real que devora latas de atún por las noches, se tira sobre Calvin cada vez que este vuelve del cole dejándole la ropa hecha trizas y filosofa con su pequeño amigo sobre el sentido de la vida, la muerte y el devenir del tiempo.
Da igual cuántos comics de ellos lea, nunca acabo de saber si el resto de los humanos están locos por no ver que Hobbes está vivo, o es Calvin el desequilibrado que se cree que su tigre de peluche le habla. Y, a partir de ahí, todo lo demás que aparece en el cómic es igual de fantástico. Fíjense, por poner algunos ejemplos, en estas gloriosas frases de Calvin: "La felicidad no me basta, exijo euforia", “Estoy relacionado con gente con la que no me relaciono”, “Dios tiene un sentido del humor muy idiota”.

¿Será lícito estar medio enamorada de un niño de seis años que no existe?

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