LA EVOLUCIÓN de la tecnología diaria ha llevado a los fabricantes a aumentar la calidad y resolución de todo tipo de dispositivos. Desde hace algún tiempo móviles, tabletas y pantallas de ordenador alcanzan los 4K de resolución (3840 x 2160 píxeles).
Con una resolución cuatro veces superior a la de las Full HD 1080p ya estandarizadas, la imagen 4K ofrece mucha más información al telespectador, tanto por la densidad de píxeles como por su fidelidad a la imagen grabada.
El problema de esta apuesta por la ultra alta resolución es que la demanda va muy por delante de la oferta, y mientras las ventas de televisores 4K se han disparado un 240 % en España este año, los distribuidores de la señal son reticentes a reemplazar las "cajas" que siguen transmitiendo en HD, al igual que los distribuidores de contenidos en formato físico, estando España muy por detrás de lanzamientos en BD 4K UHD en comparación con países como Francia o Alemania.
La realidad es que todos los fabricantes ya solo producen televisores 4K en sus gamas medias y superiores, pero la señal ocupa tanta banda ancha que no hay apenas distribución de emisiones en esa calidad.
Para aquellos que ya reciben la señal en su hogar, las posibilidades de ver algo en esta resolución son casi inexistentes porque la producción de contenidos en 4K es todavía escasa, al menos en España.
Netflix es de las pocas plataformas que ofrecen contenidos 4K de forma regular, incluyendo además formatos de alta calidad en HDR10 y Dolby Vision.
Hollywood producirá 120 películas en 4K este año, mientras que en Japón, no solo la empresa de radiodifusión pública NHK emite contenidos en esa calidad de imagen, sino que ya se está testando la 8K, que multiplica por ocho la resolución HD. Este formato estará listo para los juegos olímpicos de Tokio 2020.
