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El convento que da de comer como Dios manda

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Su impresionante fachada es como un escudo que anuncia la entrada en el casco histórico de Santiago por la ruta del Norte

Su impresionante fachada es como un escudo que anuncia la entrada en el casco histórico de Santiago por la ruta del Norte. Seguramente la que utilizan muchos peregrinos. El Convento de San Francisco mantiene su carácter religioso aunque dedica parte de sus magníficas estancias a un Hotel Monumento y un restaurante que ofrece a diario comida a la carta, jornadas gastronómicas y un menú de cocina de convento que merece la pena probar.

Aunque el hotel ofrece comodidades a la altura de los deseos más exigentes, su estilo conserva esa sobriedad franciscana que, a la hora de trasladarse a la parte gastronómica, se agradece. En la cocina conventual se huye de los artificios, la pompa y las vanidades que han atiborrado el panorama gastronómico actual. 

Se puede disfrutar de platos de cuchara, de guisos, de pescados elaborados a la usanza conventual, buscando los modestos placeres de una cocina que trabaja con rigor, calidad y amorosa dedicación. El revuelto de bacalao, heredado del recetario de las Clarisas, el pollo a la pepitoria, el cordero guisado con setas... son algunos de sus platos. Por lo general, suele haber tres primeros, tres principales y tres postres para elegir. 

Además de los postres de temporada, flores y orejas en carnaval... cuenta con unos fijos, como las peras al vino tinto, las filloas con salsa de naranja o el flan de Fray Raúl, que es una auténtica delicia. El precio, veinte euros, incluye el menú completo con pan, agua y café. El vino se paga aparte.

El servicio y la cocina son magníficos y el entorno del comedor sobrecoge por su sencillez, tan propia de un convento franciscano que mantiene vivo su espíritu y su historia.

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