Las corruptas emperatrices de Roma

Mesalina y Popea fueron contemporáneas y de edades similares, aunque la corta vida de la primera hizo que no compartieran vida en común. Probablemente habrían chocado. La primera de ellas, Valeria Mesalina, fue la tercera esposa de Claudio, quien ya había pasado por dos experiencias matrimoniales anteriores.

La familia de la joven Mesalina, nacida en el año 25, estaba entroncada con la imperial Julia-Claudia, fundada por Octavio Augusto, pero había perdido riqueza y posición. Esa y no otra fue la razón de la boda con Claudio: una niña, Mesalina, de 13 años, con un hombre de al menos 50 que además era cojo y tartamudo, aunque en ese momento era tío del emperador regente, el monstruoso Calígula. Claudio cayó locamente enamorado de su mujercita, que dos años después le dio un heredero y al siguiente una chica, Británico y Octavia, ambos con cruel final: fueron asesinados por orden de Nerón, uno para librarse de un posible rival, la otra, que era su mujer, para desposar a Popea. Firmemente asentada en el trono y con Claudio de campaña en Britania, Mesalina se echó literalmente al monte, ambicionando convertirse en una segunda Livia, la esposa de Augusto, quien movió los hilos del Imperio durante los reinados de su marido y de su hijo Tiberio de forma implacable. V

aleria Mesalina tramó incluso un golpe de estado para colocar en Roma a su amante, con el que se casó. La bigamia era un exceso incluso en aquella Roma y más si se trataba de la esposa del emperador, quien reaccionó con rapidez, ordenando el suicidio de Mesalina cuando apenas tenía 23 años. Incapaz de clavarse un cuchillo, fue decapitada por un centurión. Antes se había ganado su fama de libertina haciendo alardes sexuales que recogieron, quizá con exceso, los cronistas de la época, quienes anotaron que había retado a una famosa prostituta a un duelo en una noche, haciéndose con el triunfo la emperatriz tras lograr “despachar” a unos 200 hombres en apenas unas horas.

Cuando Mesalina murió, Popea tenía 18 años y era una joven hermosa que ya se había casado, como tantas romanas de noble cuna de su edad. Pero sería su segundo marido, Nerón, quien la colocaría en la cúspide de la fama. Nerón era hijo de la cuarta esposa de Claudio, quien tras enviudar de Mesalina decidió contraer matrimonio con su sobrina Agripina la Menor, otro monstruo de corrupción, quien se casó con la idea de mandar en Roma y colocar a su hijo en el trono para seguir gobernando, una vez más siguiendo el exitoso modelo la despiadada Livia, retratada de forma magistral por Graves en “Yo Claudio”. Agripina, ya con el testamento en su mano donde Claudio designaba sucesor a Nerón en lugar de Británico, liquidó a su marido con unas setas y así se hizo con el poder absoluto, que conservó mientras su hijo era joven. Pero en cuanto el emperador  creció decidió librarse de ella. Y la mandó matar. Con Popea a su lado y ya sin Agripina, el emperador, sin ningún freno, se lanzó a todas sus obsesiones, entre ellas su vocación de actor y homicida. Popea, por su parte, se dedicó a conspirar, eliminar posibles enemigos y a mostrarse como un canon de belleza para las romanas. Su aportación más famosa, plasmada en el cine, fueron los baños en leche de burra para mantener la tersura y blancura de su piel. Al igual que las anteriores emperatrices, abusó de su poder y lo hizo de forma brutal, hasta el punto de que obligó a Séneca, preceptor de Nerón, a suicidarse. Los cronistas la consideran una mujer tan hermosa como cruel y despiadada.

Un día del año 65, Nerón, borracho, le dio una patada en el vientre. Popea, embarazada, sufrió un aborto y murió. Tenía 35 años. El emperador, de 28, arrepentido, ofreció varios días festivos en su honor. Dos años después, moriría por la espada de su esclavo cuando ya había sido declarado enemigo de Roma por el Senado.