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Cuando el mayor peligro en el gimnasio es uno mismo

El abuso o el mal uso pueden producir efectos secundarios no tan positivos.

La práctica del Ejercicio Físico es una excelente medicina para la prevención, tratamiento o atenuante de todo tipo de trastornos físicos y psicológicos. Pero, como toda medicina, debe ser administrada con la dosis y la forma correcta. El abuso o el mal uso pueden producir efectos secundarios no tan positivos.

En los gimnasios y centros deportivos sucede a menudo lo mismo. Los usuarios pueden lesionarse, en ocasiones muy gravemente. Las razones más habituales son tres y sencillas: Intentar algo para lo que nuestro cuerpo no está preparado, excederse en la carga de nuestro entrenamiento habitual o ejecutar algún ejercicio con una mala técnica. A veces, incluso se cumplen las tres características.


Cinco elementos


A estos tres clásicos viveros de lesiones me permito añadir otros cinco, típicos en cualquier entrenamiento que yo denomino como ‘trapalleiro’: La falta de organización o coherencia en nuestra programación de trabajo semanal, la ausencia de calentamiento o preparación previa; la mala, inexistente o descabellada alimentación, la falta de descanso -en la temporada, entre las sesiones o entre las series de ejercicios- y la pésima posición o colocación de nuestro cuerpo antes de ejecutar cualquier movimiento.

Por todo ello se explica la enorme cantidad de lesiones registradas en los gimnasios: Roturas de fibras, contracturas o calambres musculares. Inflamaciones de tendones sujetos a un gran estrés por repeticiones o exceso de carga. Daños extensivos a articulaciones: rodilla, codo, hombro, muñeca...

La espalda es otra zona critica por idénticos motivos. En especial las zonas lumbar y cervical. Y no podemos obviar pequeños accidentes -mareos, hipotensiones- o más graves, por practicar ejercicio en malas condiciones, siendo grupo de riesgo o en un lugar sin las condiciones mínimas apropiadas.


Individual y supervisado


Con este artículo no pretendo asustarle. El ejercicio físico en maravilloso. Para disfrutarlo con seguridad, sólo necesita una supervisión profesional que escuche sus inquietudes, evalúe sus posibilidades, pacte los objetivos y dirija sus entrenamientos.  

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