LITERALMENTE

El Dios Osiris, que hubo que inventar….

Osiris, el Dios del inframundo, el padre de Horus y esposo de Isis, fue una deidad tardía, que los egipcios tuvieron que inventar para dar coherencia a su panteón y a la creciente visión “democrática” del más allá.

Los egipcios crearon sus dioses mediante la superposición de cultos surgidos de las provincias (nomos) del Alto y Bajo Egipto, a los que fueron dando forma mediante un relato que nunca llegó a ser del todo coherente. El definitivo, la teogonia, partía de un Dios primigenio (Ra) que habría surgido por sí mismo del caos en una isla mítica y del que habrían nacido la tierra y el cielo, que a su vez habrían engendrado a las dos primeras parejas reales. Una de ellas sería Isis y Osiris, la otra Seth y Neftis. Seth, que se convertiría en el Dios de la guerra, el caos y el desierto, habría matado por envidia a su hermano Osiris, pero Isis habría conseguido quedarse embarazada del espíritu de su marido y engendrar a Horus, que sería el primer faraón. 

Pero esta historia tan elaborada –y repetida a lo largo de la Historia de las religiones- pertenece a un momento muy avanzado de la civilización. Al principio, el faraón, que es Horus, sería el único hombre con capacidad para conectar con los dioses y por tanto sólo él podría tener acceso a la inmortalidad y a unirse a las estrellas. El relato fue complicándose y los sacerdotes imaginaron un complejo camino para alcanzar el otro lado que necesitaba instrucciones para sortear los peligros que surgirían. Así aparecieron los textos de las pirámides, todavía en el Imperio Antiguo pero en las dinastías posteriores a Keops y Kefren, siendo el faraón Unas el primero que pudo gozar de ellos. Pero no llegaba. Los más próximos al rey también querían gozar de una vida eterna y les fue concedida: son los llamados textos de los sarcófagos, destinados a los nobles en sus mastabas y en grandes tumbas. Y por fin, el paso decisivo, la democratización plena de la inmortalidad, que estaría al alcance de todos los creyentes: son los papiros que ahora se conocen como el Libro de los Muertos, un manual para que el alma (el Ba) del difunto pudiera superar las pruebas del inframundo y llegar a los campos de la felicidad eterna. Es el momento de Osiris, que se convierte en el juez supremo, el que preside el tribunal donde se pesa el alma del difunto en una báscula, con el corazón y la pluma en cada uno de los platillos, que deben estar en equilibrio. La figura de Osiris resulta mucho más importante que la de su esposa, Isis, que sólo alcanzará relevancia durante la época tardía y con los Ptolomeos. Hasta entonces era sólo la viuda de Osiris y madre de Horus. La Virgen María acabará también alcanzando los mismos títulos que la Virgen Isis.

Osiris gobierna el inframundo, pero también es el padre de la resurrección de los muertos, que él mismo había logrado, el que da la vida al Nilo. Los egipcios comenzarán a denominarlo El Gran Dios, y sobre todo en el Imperio Medio, y también en el Nuevo, alcanzará la cota máxima de influencia como el primero entre todos. Osiris también será Ra en el camino del Sol por la noche. 

Para entonces, el mito estaba ya bien definido y expuesto en el gran templo construido por Seti I, padre de Ramsés II, ya en la Dinastía XIX, hacia el 1.200 antes de Cristo. En ella se recordaba  cómo Osiris se convirtió en el dios del inframundo. Despedazado por Seth, el cuerpo fue tirado al Nilo. Isis recuperó 13 pedazos, pero no su falo, devorado por un pez. Isis, que era hechicera, le fabricó un miembro de oro puro a Osiris con el que logró cruzar el inframundo  y cobrar vida eterna. Isis dio a luz a Horus, quien destruyó a Set, marcando el reino de la luz. Y el inicio de los faraones y del propio Egipto…

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