LA REVISTA

La especia de Hansel, Gretel y las galletas de la reina

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photo_camera Jengibre.

Aunque la moda de la cocina asiática lo ha revaluado, el jengibre lleva dos mil años en las cocinas occidentales. Hoy lo podemos ver a la venta en cualquier frutería, mínimamente surtida, en su forma natural: el rizoma de una planta, limpio y listo para su uso.

Pocas especias  hay en el mundo que tengan un arraigo tan popular como el jengibre. Tal vez haya contribuido de manera especialmente notoria el cuento de los hermanos Grimm, que narra la historia de otros dos hermanos, los pobres Hansel y Gretel. Perdidos en el bosque llegan a la casa hecha de pan de jengibre por la malvada bruja. El pan de jengibre y las galletas de jengibre tienen más de quinientos años de historia documentada en Europa. Antes que el cuento alemán, ya formaba parte de la dulcería inglesa. Se dice que una de sus más fervientes adeptas era la reina Isabel, la primera, la hija de Enrique VIII.

Esa tradición europea que comenzó en el siglo primero de nuestra era cuando los romanos comenzaron a utilizar los rizomas que llegaban desde la India por misteriosas rutas, chocaba con la gastronomía nacional, más inclinada a otras especias como la canela, la pimienta, el clavo y la nuez moscada. De hecho, hasta hace relativamente poco tiempo, era un ingrediente muy poco utilizado en nuestro país, donde se relegaba al papel de aromatizante en bebidas refrescantes, por ejemplo, el Ginger Ale, y en repostería. El origen de esta planta herbácea que produce un rizoma tan singular hay que buscarlo en los bosques húmedos tropicales del sur de Asia, especialmente en la India, Birmania (hoy Myanmar) y China. De hecho sigue siendo el principal centro productor del mundo. Prácticamente dos tercios de las más de dos millones de toneladas que se comercializan en el planeta proceden de aquella zona del Lejano Oriente.

¿Y en qué se consumen tantas raíces de jengibre? La cocina asiática recurre a esta especia de forma asidua en la preparación de salsas, de guisos, de infusiones, algunas aplicadas como remedios de la medicina tradicional para combatir las náuseas, por ejemplo. La cocina vegetariana y la ayurvédica echan mano del jengibre como condimento e ingrediente en la preparación de numerosos platos.  Le atribuyen propiedades que, a día de hoy, no están muy contrastadas, así que es mejor utilizarlo por sus características organolépticas: su carácter aromático, el sabor dulzón con un punto de picante que es característico y que varía si trabajamos con una raíz fresca o seca, y siempre con moderación.

Las supuestas acciones terapéuticas que encontraremos descritas en muchas páginas web, insisto, flojean en sus fundamentos científicos. Y su principal efecto secundario fue utilizado hace cien años, durante la Gran Guerra: un irritante supositorio de jengibre conseguía que los caballos corriesen como alma que lleva el diablo y a pesar del aturdimiento que les provocaban las bombas y el fuego enemigo. 
 

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