LITERALMENTE

Los faraones que no eran egipcios

El título de faraón comenzó a utilizarse en la 18 de las 31 dinastías  (familias) que cubrieron los 3.000 años de civilización egipcia.

El nombre faraón proviene de la palabra egipcia pher-aa, que significa literalmente “casa grande”, aunque su traducción directa sería “palacio”. Así comenzaron a llamar los egipcios a sus monarcas, entonces denominados “Señores de las dos tierras”, su título oficial. Con el tiempo, acabó siendo el nombre de los reyes del Nilo. Fue a partir de la reina Hatshepshut y su sobrino Tutmosis III, en teoría el titular del trono que en realidad ocupaba su tía. Para evitar problemas, comenzaron a llamarse los egipcios “súbditos de la casa grande”, y de ahí el rango, utilizado en los siguientes 1.700 años, hasta Cleopatra, que fue el último, en compañía de su hijo Ptolomeo Cesarion XIV.

En este tiempo fueron cientos los hombres que se unióciñeron la doble corona del Alto y Bajo Egipto pese a su origen. Los primeros fueron los llamados hicsos (palabra egipcia que significa reyes extranjeros), un pueblo semita que conquistó el país durante unos 200 años, formando las dinastías XV y XVI con capital en Avaris, en el Delta. Introdujeron los carros de caballos y dominaron el país con mano dura hasta su expulsión por Ahmosis, fundador de la Dinastía XVIII.

Más tarde, llegaría la Dinastía XXII, también con sede en el Delta, con soberanos procedentes del Norte de África, llamados libios. Su dominio se limitaba a una parte del país, pero dejaron su propio valle de los reyes en el cementerio real de la ciudad de Tanis, descubierta en 1939 con varias tumbas sin abrir.

La siguiente dinastía extranjera sería la XXV, los nubios. Fueron monarcas llegados desde el profundo sur, y por tanto de raza negra. Habían fundado un reino, Kush, situado lo que hoy es Sudán, que asumió por completo la cultura egipcia, incluyendo sus dioses. Hacia el año 740 antes de Cristo, uno de sus reyes, Taharta, se encaminó hacia el Norte y conquistó Tebas, alcanzando el Delta y unificando el país con la triple corona: la doble de Egipto y la de Kush. Durarían unos cien años, antes de retirarse a sus dominios, prolongando hasta el siglo I después de Cristo su mandato. Una legión de Octavio Augusto se enfrentó en las arenas de Nubia contra la reina Amenitor que derrotó con facilidad a Roma, marcando así el límite de su expansión africana.

Pasarían unos años hasta la primera invasión persa, que conforma la llamada Dinastía XXVII (525-400 antes de Cristo), con Cambeses al frente. Tomó el título de faraón y dirigió un ejército por el desierto que acabó perdiéndose cerca del oasis de Siwa. Todavía no ha sido hallado, pese a la intensa búsqueda arqueológica. Cien años más tarde se irían los persas, pero volverían a dominar el país en la llamada Dinastía XXXI, efímera, con Darío III (340-330). Poco después llegaría Alejandro, el griego conquistador, quien se hizo proclamar faraón, siendo representando como tal en los templos. También partió hacia Siwa, donde esperaba que el oráculo le confirmara como Dios.

A punto estuvo también de perder su ejército, pero la suerte siguió con él hasta el final. Fundó Alejandría y no volvió. Pero su general Ptolomeo, griego como él, decidió quedarse como gobernante, fundado la última dinastía, que duraría otros 300 años, hasta Cleopatra, nombre por completo griego que significa “La gloria del padre”. Con su muerte, en el 30 antes de Cristo se puso punto final a la Historia egipcia. El país sería gobernado por extranjeros durante otros 1.800 años (romanos, bizantinos, árabes y turcos) hasta la proclamación del reino en 1920. 

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