Finca La Cabrita, la historia de su tierra y su tiempo

Finca de Herederos de Jesus Freijido (1)
La Cabrita está en las afueras de Ribadavia, allí donde el Avia se encuentra con el Miño. Entre sus cientos de cepas predominan las variedades blancas. Pero este vino rinde un claro homenaje a un Ribeiro que, a lo largo de los siglos ha sido sobre todo, tinto.

La Cabrita. Así se llama el vino que protagoniza hoy esta sección y la finca de la que salen sus uvas. Podría ser el título de un cuento infantil. Pero también el de una bella historia sobre varias generaciones de la misma familia trabajando un viñedo por el que se puede pasear y a la vez, ver esas cepas que tienen escrito en sus troncos retorcidos el paso del tiempo, de las añadas, de los sudores de quienes las plantaron, las injertaron y las trabajaron. Y de la felicidad de cada cosecha que proporcionaron para luego elaborar unos vinos que hoy, mucho más modernos que cuando tal vez iniciaron esa andadura, siguen rindiendo un homenaje a todos los que contribuyeron a que esa historia siga teniendo continuidad, de la mano de Felicísimo Pereira. 

La Cabrita está en las afueras de Ribadavia, allí donde el Avia se encuentra con el Miño. Entre sus cientos de cepas predominan las variedades blancas. Pero este vino rinde un claro homenaje a un Ribeiro que, a lo largo de los siglos ha sido sobre todo, tinto.

La Bodega Herederos de Jesús Freijido es pequeña. Está en pleno barrio judío de Ribadavia y se presta perfectamente a esa suerte de microvinificaciones que al Felicísimo enólogo le gusta realizar para poner a prueba la pericia sobre el terreno, del Felicísimo viticultor y al Felicísimo colleiteiro que es, en definitiva, el compendio de los otros dos.

550 litros. 600 botellas. Hace menos de un siglo, con esta cantidad no se cubrían las necesidades de una familia durante un año. Cuando el vino era, a la vez, un alimento que aportaba calorías y una bebida que impedía morir de cólera o de tifus, allí donde el agua no era de fiar. Hoy sirven para disfrutar de una rareza en la que se ensamblan tres variedades que se compenetran magníficamente. La Mencía, da cuerpo, sabor frutal, la Sousón, color, la Caíño, acidez. Conjuntamente conforman un vino equilibrado de aromas frutales, sabroso, paso cálido y ligeramente aterciopelado y un punto de frescura que le aporta esa acidez adicional. Es un vino joven, pero al mismo tiempo manifiesta complejidad, estructura. Y es, al mismo tiempo, un vino de finca. De su tierra y su clima.

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