Foto Villar: 100 años de historia gráfica de Ourense

El lugar está así desde 1960, fecha de la última remodelación, pero el comercio está instalado en la calle del Paseo 14 desde los años 30. En el escaparate, junto a la imagen de Leopoldo Iglesias, pionero de la saga, la foto del edificio con tres portales de entrada y varios rótulos grandes del negocio primigenio. Así hasta hoy, en los que Foto Villar afronta una nueva mudanza, y algo más. El primer documento de alquiler es del 20 de mayo de 1932. Desde la calle, el comercio, tras un pasillo escaparate, no da muestras de lo que esconde en su interior, un negocio con la historia viva de la ciudad y provincia, todo un museo por lo que atestigua. En dos plantas, tal como los ideó el pionero, el comercio está lleno de destellos de lo que ha sido. Junto a la entrada una vitrina atestigua el paso del tiempo con cámaras que han desafiado a la electrónica y a la locura tecnológica, en el interior el resto. Tras el pequeño mostrador de la entrada, el local que no tiene separaciones, da paso al estudio, con dos flashes aún dispuestos. Miguel Villar, nieto del patriarca, destapa una parte del techo, que aún conserva las guías de lo que fue una de las primeras galerías de arte privadas; láminas, pinturas, catálogos de las exposiciones, hasta un busto del abuelo. En esa primera altura también está la oficina, del abuelo, donde se conserva todo, también el tiempo. Es un despacho minúsculo, allí están los lotes de la publicación “Escenario” -1934- de los cafés cantantes, “con fotos de las señoritas que estaban libres, que se anunciaban”, y que el abuelo Leopoldo editaba con Dorzán; revistas de fotografía de los años 50, libros de química, carpetas llenas de documentos, entre ellas el libro de familia o el citado primer contrato de arrendamiento, incluso sobres comerciales con el anagrama de foto Villar con el emplazamiento anterior, en la calle Luis Espada, 25, ya como fotógrafo independiente. En el segundo piso está el laboratorio, como todos, con dos áreas diferenciadas, la húmeda y la seca. Tras una doble puerta de seguridad, media docena de ampliadoras; en el negocio –como tiradores de copias- trabajaron en tiempos hasta cuatro personas. De mudanza Mientras Belén Iglesias, cierra con cinta varias cajas, “Estos –dice- son parte de mis archivos”, en el laboratorio Miguel revela a mano negativos en blanco y negro de clientes. Una imagen anacrónica, él está feliz, como quien retiene de manera artesanal la memoria fotográfica. Allí, junto a un mesado amplio donde se remataban las fotografías, aún están las básculas y las pesas que utilizaba el abuelo para elaborar los químicos fotográficos. También aquí el tiempo semeja de otra época. Botes de vidrio, cubetas y espirales en la fregadera. El espacio es amplio, aún se conservan varias esmaltadoras de las que a fuerza de calor se daba cuerpo a los papeles baritados; también la carpintería de época, muy práctica, llena de pequeños cajones. Miguel, en su afán emocionado por mostrar el tesoro, abre un armario metálico y muestra todo el cartonaje fotográfico; “las fotos antes se encartonaban”, dice, en una esquina una gran prensa, “la compró mi abuelo cuando se deshizo la Banca Romero, compró eso y la guillotina”, las fotos se pegaban al cartón, la prensa les daba ese cuerpo necesario. Suena una alarma, hoy de móvil, es la forma de recordar que los químicos deben cambiarse por otros. Con todo esto “es como si nos quitaran algo”. A Miguel Villar se le quiebra la voz y se emociona al pensarlo. “Aquí, dentro de este desorden, controlábamos todo”. Ahora parte del abundante material irá a parar a una nave, y el resto, con una selección de material fotográfico, a la nueva tienda de la calle Xaquín Lorenzo, en el nuevo emplazamiento. “Con el propietario del inmueble hemos llegado a un buen entendimiento y ahora nos vamos al Parque de San Lázaro”. La saga familiar “Esto es parte del archivo de mi abuelo, están todas –placas de cristal- numeradas; las fotos de la construcción de los embalses. Aquí, las carpetas con negativos de mi padre; la inauguración de las escuelas unitarias, la llegada de la luz, o las postales que hizo por toda Galicia para “La Región”. Miguel se para en cada esquina, difícil prestar atención a cada detalle, de una carpeta extrae fotos, de cuando estaba en boga aportar color a las fotos en blanco y negro, aún conserva las pinturas; justo al lado figura el pupitre donde el abuelo Leopoldo retocaba las placas fotográficas. “Leopoldo Iglesias (1901-1981) era muy chulo, pequeño pero muy chulo; se gustaba mucho”. Un joven de Vilar de Astrés, con don de gentes y desparpajo, que se aventuró en la entonces -1920- clasista vida ourensana con el propósito de aprender un oficio. “Primero empezó de barbero, pero aquello no le gustaba”, así que se buscaría otro oficio.” Mi abuelo, ya de aquellas, se relacionaba mucho”. El oficio lo aprende en varios estudios fotográficos, con Julián López Sardiña, después con José Samaniego, hasta que este se va de la ciudad, y es quien le ilumina el camino en el trabajo de prensa. La vida como independiente la inicia a finales de esa década, en la entonces calle Luis Espada, “frente al cine Mary”. En 1927, Villar ya recoge la visita del Rey Alfonso XIII a la ciudad. Tres generaciones y un valioso archivo fotográfico de la vida ourensana Los años 30 fueron convulsos, acreditado por los diarios de la época, publica en “ABC”, “Ahora” y “La Región”. Sus imágenes muestran un Ourense que también palpita el momento político. El 8 de agosto de 1934 Leopoldo cubre para el periódico “Ahora” la visita del presidente de la República Alcalá Zamora, con las multitudes agolpadas en la Plaza Mayor. De esa misma época son las revistas de “Escenario”, de los controvertidos cafés cantantes, que editaba junto al periodista ourensano Dorzán, que describen el momento. La ciudad viviría manifestaciones en defensa de la República, instantes previos al alzamiento militar, y los momentos tensos junto al Gobierno Civil, el día de la proclamación del Estado de Guerra; la presencia de desfiles militares y actos de apoyo a los sublevados durante la guerra, y como colofón la visita de Francisco Franco a una plaza mayor abarrotada de gente, brazos en alto, en 1940. La imagen figura en una de las paredes de la tienda. Fotos todas ellas muy comprometidas cuyos negativos, entonces placas de cristal, Leopoldo sacó del mercado; en la parte posterior de cada imagen figuran, a modo de carta postal, destinatario de correos. En varias ocasiones el gobierno provisional en Burgos –en plena guerra- le requiere el envío de dos copias de cada foto, a lo que él responde que la precariedad del momento le exige volver a emulsionar cada una de las placas para reutilizarlas. Sea como fuere, las placas no están, en una caja de cartón, su nieto Miguel muestra las fotos –impresionan- que de haber sido mostradas hubieran comprometido a no pocos de los presentes. Muy chulo y moderno En la tienda hay un busto en madera de Leopoldo que –ya mayor- da fe de su porte; altivo, media melena hacia atrás y un bigote fino. “Mi abuelo se gustaba mucho a sí mismo; tenía el pelo largo, llega un momento que le dicen que se lo tiene que cortar, que no era muy conveniente para aquellos momentos”. Pequeño de estatura -1.60-, mirada altiva, vestido de traje, “Mi abuelo nunca se afeitó, iba siempre a la barbería, incluso cuando se estaba muriendo iba el barbero a casa” Señor Villar Leopoldo Iglesias no tenía coche, bien en coche de línea o en compañía de las autoridades testimonió todas las visitas e inauguraciones habidas en la provincia en el momento; de aquella época son la mayoría de las imágenes de embalses. Sin dejar nunca las colaboraciones en prensa –ABC, La Región- siguió con el estudio y las bodas. “Llega un momento que ni su hijo le llama Leopoldo, siempre era señor Villar, incluso en casa”. Lo de Villar –cuenta- que viene por lo de la calle Villar, lugar bullicioso donde se reunían él y Dorzán, que entonces no tenía las connotaciones que adquirió con posterioridad. “Mira, tu abuelo y yo éramos dos don nadie, todo lo que hicimos fue gracias a las peripecias que montamos”, cuenta Miguel que un día le comento el periodista, “lo de Dorzán también era un nombre comercial”. Leopoldo convierte el local en una especie de club fotográfico donde vende material fotográfico y da consejos al aficionado; algo que no sentó muy bien entre los profesionales de la época. Su carácter inquieto le llevaría a montar en sociedad el cine Yago, en A Ponte, “un desastre, si no sale de ahí hubiera acabado en el Puente Viejo”, incluso a adentrarse como directivo en la Unión Deportiva Ourense. Su hijo Miguel Ángel -1943-“hijo único y trabajador” venía por el negocio después del colegio, con 15 años ya controlaba todo; primero firma Miguel Ángel, luego ya será para siempre “Villar”, por el tirón comercial que tenía la firma. Leopoldo descarga gran parte del trabajo en manos de su hijo, quien primero en una vespa, luego en coche –dauphine-haría todas las escuelas unitarias, y la llegada a muchos puntos de la luz eléctrica. Entre ambos fueron dando forma a un valioso archivo. A Miguel Ángel lo que llamaba su atención era la prensa, “las bodas las hacía pero no le gustaban”. Como fotógrafo de prensa era el referente en la ciudad, “la rotura del embalse de Ribadelago, en Zamora, lo cubriría para La Región”. Para este periódico local también haría una colección de postales por toda Galicia, realizadas con una Linohff comprada de segunda mano que Miguel muestra en su estuche. Pero Miguel Ángel sumaría a todo ello el apartado de reportero de televisión, primero en cine y después en vídeo, y lo sería durante muchos años para TVE, tras un curso –acelerado- en 1966. Belén Iglesias y Miguel Villar, son la tercera generación. Uno se quedó al frente del estudio, la más paciente y reservada, Belén; y el otro opto por el periodismo gráfico. “Yo hacía las fotos y mi padre el vídeo. Llego a la tele por casualidad. Mi padre precisaba un ayudante de filmación, los equipos en aquella época llevaban un magnetofón que había que manejar; desde 1978 hasta el 86 yo figuro como ayudante de filmación”. En el 86 –con los recortes en la tele- los Villar, padre e hijo, pasan a ser freelance para TVE, hasta 1993. Y desde ese año hasta la actualidad, figura como reportero en La Voz de Galicia. Más allá de las 14h, Belén prosigue cerrando cajas, el material es ingente. Intuye que hay un grifo abierto, el que Miguel ha dejado lavando los negativos en el laboratorio. Es fácil imaginar que cerrar página en un local atiborrado de objetos, materiales, aparataje técnico, donde todo se conserva –incluso por duplicado- no será fácil. Los Villar han sido testigos de siglo de historia de esta ciudad, desde que aquel mozalbete estirado con ganas de hacerse un sitio bajó de Vilar de Astres. Al salir, Miguel seguirá en el laboratorio, todo normal. "Los Villar, como pioneros", por Maribel Outeiriño Don Leopoldo, el fundador de Foto Villar quien en el año 20 se anunciaba en la revista Nós, fue posiblemente el primer fotógrafo-reportero de prensa en Ourense. Por reportero (termino hoy en desuso) se entiende levantar acta fotográfica de los acontecimientos que se celebraban en la ciudad. Cuando don Leopoldo comenzó, en la prensa española apenas se publicaban fotografías, a excepción de algunas revistas como Vida Gallega, en Galicia, y sobre todo Blanco y Negro, en Madrid. En esta última abundan fotografías de actos y personajes ourensanos de los años veinte y treinta gracias a don Leopoldo, su corresponsal fotográfico en la provincia . El fallecido José Luis López Cid contaba que cuando estallo el maldito 36, don Leopoldo tuvo la prudencia de destruir su archivo de actos republicanos fotografiados por él para evitar represalias sobre los que aparecían en sus fotos. Por suerte para la historia local, se conservan en el archivo familiar (que debería de ser disfrutado por todos) las muchas fotos que hizo durante el franquismo de actos más o menos oficiales. Posteriormente su hijo Miguel Ángel sería el primer cámara de televisión que trabajaba en Ourense como corresponsal de la Televisión Española en Galicia. La que esto escribe era la redactora de esa TVE y juntos hicimos varios reportajes, pioneros en la historia de la televisión en Galicia.