PANTALLAS

“Gorrión rojo”, una película que exige la implicación del espectador

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Un guión sólido que cumple de manera eficiente con los arquetipos del cine de espías y que cuenta con una gran interpretación de Jennifer Lawrence

Dominika Egorova (Jennifer Lawrence) es una bailarina del Bolshoi que, tras una fractura se ve obliga a retirarse del mundo de la danza. Forzada por las autoridades rusas, como única forma de mantener sus privilegios y los de su madre enferma, la joven es reclutada por los servicios secretos de su país. Dominika formará parte de un programa ultrasecreto de la KGB llamado Gorrión Rojo. Allí, aprenderá el arte del espionaje utilizando métodos de seducción, un sistema muy eficaz para sacar información a los informadores enemigos. 

Su primer objetivo será un agente de la CIA afincado en Rusia, llamado Nate Nash (Joel Edgerton), que resulta ser quien maneja los activos de la organización en el lugar. Uno de esos activos es Mármol, un topo que lleva años infiltrado en las altas esferas del servicio de inteligencia exterior ruso. Por eso a Dominika le encargan la misión de descubrir la identidad del topo, un cometido fundamental. Pero de forma paralela ella se embarcará junto a Nate Nash en una espiral de amenazas, engaños y atracción sexual que pondrá en peligro tanto sus carreras como la seguridad de sus respectivas naciones.

Más allá de la solidez de su puesta en escena, “Gorrión Rojo” exige al espectador cierto grado de implicación. Pese a las apariencias, no es una película maniquea ni se deja llevar por la rusofobia más burda, salvo en algún detalle menor. Gracias a los efectos visuales y a una cuidada selección de escenarios en Hungría y Austria, “Gorrión Rojo” alcanza esa opulencia monumental y ese realismo sucio que uno espera en un film de espías que se ambienta en el Este.

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