CRÍTICA | CINE

“La gran muralla”: aparatosa apariencia

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La historia se queda diluida en el excesode planos aéreos y efectos especiales

Un mercenario inglés (Matt Damon) y otro español (Pedro Pascal) son testigos del misterio que rodea a la construcción de la Gran Muralla China; ambos descubrirán que no se construyó para mantener alejados a los mongoles, sino para algo más peligroso: la mítica muralla ha sido edificada para detener la llegada de monstruos devoradores de carne humana.

Colorista, con abundantísimos planos aéreos, ralentizados y unas criaturas cien por cien CGI, la puesta en escena pretende ser muy imponente pero nunca termina de alcanzar un mínimo de verosimilitud. Es más, las pocas ideas que lanza la película: que la aparición de dichas manadas de seres ávidos de carne humana se debió a una suerte de castigo divino por la mala política de los gobernantes y las sólidas convicciones militares de los esforzados hombres y mujeres encargados de vigilar y proteger el muro durante generaciones completas, se diluyen pronto dando cuenta de que no son más que un endeble sostén argumental para una historia bobalicona.

Lo realmente sorprendente es que detrás de este película esté el prestigioso Zhang Yimou. De su autoría solo se percibe ese regusto estético y colorista que suelen tener sus películas y nada de ese toque intimista que hizo que sus películas traspasaran las anteriormente cerradas fronteras chinas y llegaran al público occidental.

Yimou se ha encargado de lo que parece el inicio de una relación fílmica entre China y Estados Unidos; de hecho, se trata de la película más cara en la cinematografía china. Para poder superar la estricta censura, parece que lo más viable es el trabajo de coproducción. Y en Hollywood parece que empiezan a querer apostarle a eso.

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