ENOLOGÍA

Homenaje a una generación perdida y recuperada

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De entre las fincas que recuperó de sus abuelos, Toni Méndez seleccionó las mejores cepas, sobre todo de una de ellas, A Veiga

En el mundo del vino, además de quienes elaboran solamente de su propio viñedo, lo normal es que encontremos bodegas que compran uva a los viticultores de su entorno. En el caso que nos ocupa hoy sucede lo contrario. Es un viticultor, un pequeña empresa familiar, que ha rescatado el viñedo de sus ancestros y alquila las instalaciones de una bodega para elaborarlo. Dicho así, parece un procedimiento muy prosaico, pero tras el empeño de Toni Méndez, que comenzó con este siglo hay todo un homenaje a una generación perdida, la que tuvo que emigrar del valle de Monterrei en la década de 1970 para buscarse la vida y los dineros fuera de Galicia y dejó sus tierras y sus viñedos. Monterrei, que es la DO más joven de Galicia tiene en cambio una larguísima historia de viticultura, que se extendió más allá del océano desde el Monterrei del estado atlántico de Nuevo León, en México, al de California a orillas del Pacífico.

De entre las fincas que recuperó de sus abuelos, Toni Méndez seleccionó las mejores cepas, sobre todo de una de ellas, A Veiga. De la finca viene la mitad del nombre del vino, la otra mitad, de su mujer, Lucía, que fue quien le apoyó en esta iniciativa.

Vega de Lucía es un monovarietal de Godello fruto de esa selección realizada en el viñedo de las cepas que, en su opinión mejor pueden expresar las características de esa región vinícola. Son cepas que ya rondan la veintena de años y se encuentran en su mejor momento. Una vez en la bodega, tras la fermentación, el vino es sometido a una crianza sobre sus lías finas durante un período que ronda entre los tres y los cuatro meses, dependiendo de las características de cada añada. En alguna, incluso el Godello va redondeado con una pequeñísima proporción de Treixadura, que tan magníficamente ensambla con la variedad reina de Monterrei. 

El resultado es un vino de una gran intensidad frutal con ligeros aromas florales, que llegan también al paladar, mostrando al mismo tiempo ese armonioso binonio de frescura y toque goloso tan propio del Godello. La crianza, además de aportarle un punto de complejidad, de elegancia, le va a permitir prolongar su vida en botella durante varios años. 

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