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Ignacio Zuloaga y sus musas

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photo_camera Imagen: Mademoiselle Souty (1921), de Ignacio Zuloaga.

A Ignacio Zuloaga (Eibar, 1870; Madrid, 1945) uno lo recuerda en los billetes de 500 pts. Pintor de escenas costumbristas y retratos.

Del pintor eibarrés destacan sus mujeres, inspiradas en las majas de Goya; mujeres, que al igual que en otro coetáneo, Julio Romero de Torres, adquieren en su desnudez un esplendor y una luminosidad alejada la negritud noventayochista.

Zuloaga, nacido dentro de una estirpe de artistas -sobrino del ceramista Daniel Zuloaga-, es un portento en el dibujo. De aire duro y poco refinado, los avatares del destino lo llevaron a recibir una formación francesa, en 1872 los Zuloagas huyen de su pueblo en dirección a San Juan de Luz, para esquivar a las tropas carlistas que habían ocupado la zona. Estudia con los jesuitas en París (1883-1884) sin aclimatarse demasiado al refinamiento de sus compañeros franceses, echa de menos su tierra y su vivir templado. 

Como pintor, en el Prado se hace copista de los grandes, allí ejercita el oficio, luego Roma, donde cohabita con los maestros del Renacimiento. En 1890, de nuevo París, ahora por voluntad propia, la ciudad a la que estará vinculado de por vida, que compatibilizará con Segovia y Andalucía, y los vínculos con el País Vasco. En Montmartre acude a la Academia Palette, allí se forma con maestros como Carrière, Henri Gervex. París respira pintura y bohemia, él se apasiona. Comparte vivencias con Degas, Toulouse-Lautrec, Blanche, Gauguin.

Degas le coge aprecio, le dice el “españolito”, entablan amistad, tal vez guiados por sus nexos de personalidad común. Degas influye en su pintura, también Manet. No es amigo de la bohemia, sin embargo, hace migas con Anquetin y Lautrec. También Dethomas, un pintor prendado por Andalucía. quien le suministra modelos entre su propias hermanas, una de ellas, Valentine, abrasará su corazón. Se casará con ella.

Para modelo, la bella Marcelle Souty, de ojos negros y melena oscura, aparece en varios cuadros, que casi siempre compraba un coleccionista mejicano, Carlos de Beistegui. En uno, en homenaje a la maja desnuda, Marcela se reclina en el sofá, de belleza calma y serena, su cuerpo reposa sobre un canapé verde, delicada mantilla sobre el brazo y el detalle de una peineta roja de señorita andaluza. El cuadro, legado a la familia, fue subastado por Sotheby`s en 2013 por 829.000 euros. La musas, quizás.

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