HISTORIA

El imperialista creador de la bola de cristal

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photo_camera Jhon Dee uno de los hombre más curiosos de la historia.

John Dee fue uno de los hombres más curiosos de la Historia. Vivió a finales del siglo XVI, en un mundo a medio camino entre la ciencia y la hechicería, fue el padre del imperialismo británico e incluso dio nombre al país. 

La historia de John Dee da para varios libros sobre sus ideas, proyectos y ambiciones. La más famosa, su decisión firme de buscar medios para articular un puente con el otro mundo que fraguó en la creación –según él, la traslación- de un idioma  angélico, que todavía hoy se mantiene entre círculos herméticos, New Age e incluso luciferinos como el famoso brujo Aleister Crowley. Empeñado en su idea, fue quizá el creador, y sin duda el divulgador de las famosas bolas de cristal con las que creía ver el alma de los difuntos y contactar con el más allá. Fruto de dichos “estudios”, que realizó de forma muy sesuda, fue la elaboración, según él aseguraba al dictado del ángel Uriel, del alfabeto enoquiano. La propia vestimenta de John Dee se ha convertido en arquetípica de la magia y la hechicería, delgado, alto, con vestidos talares, mangas anchas, largas barbas blancas y bolas de cristal. Por supuesto, era alquimista, y como tal, buscador de la piedra filosofal y el elixir de la vida…

Lo sorprendente, o quizá no tanto en el ambiente de la época es que Dee era un científico, Un erudito especialista en álgebra y matemáticas y un experto en navegación. Estuvo empeñado en encontrar un paso por el Noroeste desde  América hacia el Pacífico, gesta que le valió para convencerse en que Inglaterra tenía que pensar a lo grande y convertirse en Gran Bretaña, al frente de un imperio británico. Fue la primera persona que nombró así al país y teorizó sobre su expansión por el mundo, comenzando por América.

Parece que Isabel I no le hizo mucho caso. Pero la idea imperial acabó triunfando gracias a sus trabajos sesudos donde defendía la expansión territorial, cuya base sería la marina y el primer paso la anexión de Irlanda, para lo cual se remontó a las gestas del Rey Arturo y su supuesta conquista de la verde Erín, lo que daría base jurídica para la reivindicación inglesa.  
Convencido en sus ideas diversas sobre el hombre, la ciencia y la magia, viajó por todo el mundo hasta que dio con Edward Kelly, quien ya tenía sus propias teorías sobre la magia, la mayoría disparatadas. Kelly aseguraba que era capaz de convertir mercurio en oro y además, era ventrílocuo. Probablemente actuó con cinismo en todo  lo que dijo e hizo, pero quizá creía de verdad algo de ello.

Lo cierto es que Dee lo tomó a su servicio como ayudante en la búsqueda de la comunicación angélica, teorizada a través de la oración, el ayuno, las bolas de cristal y las matemáticas. Un auténtico maremágnum sostenido por su convencimiento de los beneficios que podrían aportar a la humanidad. Ahí nació su supuesto idioma Enoquiano, con el que quería unificar todas las religiones, ante todo católicos y protestantes, para conformar un culto mundial. 

Como casi todo en la vida resultó disparatado, a los 51 años se casó con una mujer de 23. Su compañero Kelly le dijo que el ángel Uriel le había demandado que él y Dee la compartirían y sorprendentemente Dee aceptó en una curiosa relación de poliandria que no podía acabar bien, y no lo hizo. Acabó rompiendo el tándem de brujos-alquimistas, tras lo cual John  Dee regresó a Inglaterra, donde todavía logró plaza de director de un colegio sacerdotal protestante. Por poco tiempo, con 80 años, se quedó en la calle y murió pobre. Pero sus ideas le sobrevivieron, como también su vestimenta.
 

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