Jorge Martínez, cambiando el mundo con la economía

Jorge Martínez lleva casi cuatro décadas desarrollando proyectos en un centenar de países, tratando de cambiar el mundo con la economía como herramienta
 

La Real Academia Galega de Ciencias acaba de incorporarlo como miembro en la sección de Ciencias Sociales. Jorge Martínez Vázquez (Vilagarcía de Arousa, 1948) ya había sido nombrado doctor honoris causa por la Universidad de Vigo en 2011. Pero ambas distinciones en su propia tierra llegaron mucho después de haber sido reconocido su trabajo en el campo de la economía pública y la política fiscal fuera de nuestras fronteras, con títulos y premios como el de catedrático honorario de la Academia China de Finanzas y Políticas Públicas (2006), Premio Nacional de Economía de la Federación Rusa (2007-2009) o el Premio de Políticas Públicas del Instituto Internacional de Finanzas Públicas de Alemania (2010), por citar algunos de una dilatadísima carrera como profesor, investigador y consejero en gobiernos de más de 90 países, incluyendo Estados Unidos, Rusia, India y China, o instituciones como la Unión Europea, Banco Mundial o Naciones Unidas y desde hace treinta años forma parte del panel de expertos fiscales del Fondo Monetario Internacional.

Dejó Galicia para estudiar económicas. ¿Qué es lo que le atraía?

Cuando yo empecé a estudiar Económicas, en España solo había esa carrera en Madrid y en Barcelona. Y existía una regla que marcaba como destino Madrid a los alumnos que procedían del sur de Madrid y los que éramos de Madrid para arriba teníamos que ir a Barcelona. A mí me interesaba la actividad pública, que es lo que hace funcionar un país, cómo se podían cambiar las cosas… todo aquello que hacía funcionar un país era lo que me interesaba. Entonces, me matriculé en Económicas y en Derecho, en Barcelona, y en Ciencias Políticas en la Complutense de Madrid, con ese objetivo.

¿Hizo las tres carreras sucesivamente?

Derecho la empecé un año después. Pero Económicas y Políticas las hice al mismo tiempo. Acabé Derecho un año más tarde. 

Tenía que ser una locura. Hacer dos carreras en la misma universidad y en la misma ciudad... Pero hacer una tercera a más de seiscientos kilómetros de distancia, eso es épico. ¿Cómo se las arreglaba?

En Económicas y Derecho, hacía por compaginar los horarios. Me movía por Barcelona para asistir a clases en  una facultad y en otra. Recuerdo que en Derecho tenía profesores muy interesantes, como Jiménez de Parga o Solé Tura. Sacaba los cursos en junio, salvo con Políticas que iba a los exámenes de la convocatoria de septiembre.

¿Y después, se fue a Estados Unidos? 

No fue inmediatamente después. Entre otras razones, porque en aquella época en el bachillerato estudiabas francés, latín, pero nada de inglés. Así que me puse a estudiar inglés al tiempo que daba clase como profesor asistente en Barcelona y empecé a trabajar en el servicio de estudios del Banco de España. Solicité una beca Fulbright y aunque tenía méritos para recibirla, me rechazaron por el nivel de inglés. Así que seguí aprendiendo inglés, me volví a presentar al año siguiente y entonces me la dieron. Era beca importante, no solo por la cuantía, sino también porque te abría las puertas en las mejores universidades. Yo escogí, la Washington University de Saint Louis, en Missouri.

En su actividad profesional, ya como docente, investigador y como asesor, siempre se ha movido por el ámbito de la economía del sector público. ¿Por qué?

Tal como comenté antes, es lo que más me interesa. Saber cómo utilizar las herramientas a disposición de los gobiernos para la provisión adecuada de los servicios públicos, para la redistribución de la renta, la equidad… temas tan peliagudos como es por ejemplo la evasión fiscal y cómo remediarla.

¿Y cómo se remedia?

La fórmula más empleada en todo el mundo es descubrir y castigar. Descubrir a los evasores y castigarlos. Pero se ha demostrado que los países donde el comportamiento fiscal de los ciudadanos es más responsable es aquellos en los que, sin abandonar esa política de prevención de la evasión fiscal, se han adoptado otras dos medidas que resultan igualmente importantes: la primera, la educación fiscal. Inculcar esa responsabilidad fiscal ya en la infancia a través de la educación. Y la otra, no menos importante, es la moral del contribuyente. La gente que tiene confianza en el gobierno, que percibe que los servicios públicos son buenos y adecuados y tiene confianza en las instituciones es gente que paga los impuestos voluntariamente.

Ha trabajado sobre el terreno en más de 95 países, ¿qué estrategia seguía para que sus propuestas prosperasen?

Lo primero que haces es un diagnóstico. Si hablamos en materia tributaria, de las leyes que tienen, lo que producen, lo que recaudan, la evasión fiscal que hay, el potencial de recaudación y realizas una propuesta de reforma de los distintos impuestos impuestos y lo justificas en términos analíticos y de experiencia internacional y presentas unas simulaciones del impacto de esas reformas a medio y a largo plazo. El truco, a la hora de intentar que el gobierno se tome en serio el proyecto es no hacerlo desde una posición de ostentación, de privilegio, de sabiduría, sino desde una perspectiva más bien didáctica. Lo que planteas es un instrumento y eres consciente de que la única manera de que ese proyecto prospere será cuando el vicepresidente económico o el ministro de finanzas del gobierno con el que estás tratando haga suya la reforma. Si eso sucede, si empienzan a hablar del proyecto como si lo hubiesen realizado ellos hay posibilidad de que se materialice. Otras veces, acaba en un cajón y otra persona lo recupera al cabo de tres o cuatro años.

Imagino que no hay una fórmula única con tanta diversidad ideológica y de estado de desarrollo de los países en los que realizaba sus propuestas

En materia fiscal y tributaria los aspectos teóricos, los conceptos abstractos están ya muy definidos. Pero al final del día estamos tratando de temas políticos. No le dices a un país cuán progresivos tienen que ser los impuestos. Tienes que decirles que son deseables y argumentar las razones. Hay que mostrar pros y contras de las opciones de reforma. Los conceptos hay que adaptarlos a la realidad de cada país. No puedes ser radical ni dogmático, hay que pensar en la posibilidad política de una reforma.

¿Qué tal era el recibimiento en esas misiones?

En general, muy bueno. Nuestro objetivo era siempre ayudar. Es cierto que hay anécdotas, sobre todo en misiones con el FMI, cuando te veían como esos hombres de negro sin corazón. Pero hablamos de seis o siete casos entre cientos y cientos de viajes. Por ejemplo, en los países del Este nos recibían con mucho interés. Estuve en Rusia desde unas semanas después de la disolución de la Unión Soviética hasta 2001. Me decepcionó, tengo que decirlo, porque había una gran posibilidad de que Rusia se convirtiese en un gran país europeo, abiereto, democrático. Pero no fue posible.

En el ámbito docente ya es usted un catedrático emérito, pero sigue en activo

Cierto. La condición de emérito me libera de docencia y de tareas administrativas pero sigo desarrollando mi actividad como investigador y como consultor, en estos momentos con misiones en seis o siete países, de América Latina, Asia y Europa.

¿Cómo ve a España?

Creo que somos demasiado autocríticos. Lo hemos hecho muy bien. España es un ejemplo mundial de cómo una transición democrática desde una dictadura puede convertir a un país en vías de desarrollo en un país moderno y desarrollado, con una tasa de recaudación fiscal que pasó de un 17 por ciento del PIB a un 34-40 en un par de décadas. Los Pactos de la Moncloa, un contrato social abierto a todos los partidos lograron lo que en la mayoría de los países que lo intentaron fue imposible, en términos de impuestos y servicios públicos.

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