Las plazas pequeñas del casco antiguo acogerán los conciertos de Tachenko, Cooper, Aries, Los Bengala, Mounqup o Guadi Galego
Un año más llega el verano. Una época para bajar una marcha en lo que que a obligaciones se refiere y ver las cosas con otra luz, esa que entra desde muy temprano por la mañana y que empuja a salir de la cama con ganas de disfrutar de todo lo que nos rodea.Tiempo de festivales y verbenas. O de ciclos musicales al aire libre, que en los últimos años muchas ciudades, villas o pueblos han ido creando bajo el paraguas del pop, el rock o el blues, dando personalidad a unas propuestas que se erigen como un reclamo turístico más.
Y en Ourense es tiempo de nuestras fiestas locales. Arrancan mañana unas celebraciones que nunca son del gusto de nadie, pero que disfrutamos todos en mayor o menor medida. Y mas allá del programa habitual de orquestas, folclore, clásicos básicos– a veces más clásicos que las propias fiestas–, grupos mainstream adolescentes y alguna que otra ochentada, nos encontramos un cartel oculto que destaca por su apuesta por una línea arriesgada, pero de calidad, moderna y llena de pequeñas joyas musicales.
Este año, siguiendo la línea trazada en el pasado año 2017, entre ferias y “foodtracks” las plazas pequeñas del casco antiguo de la ciudad acogerán una serie de conciertos imprescindibles: viviremos el rock eléctrico de Los Bengala y el surf de los locales The Phantom Dragsters, pop con mayúsculas, melodías y riffs de la mano de Cooper (ex Los Flechazos) y Tachenko, vanguardia femenina con la electrónica de Mounqup y Aries, nuestra querida pianista María Mendoza, la siempre abrumadora Guadi Galego o el “hype” del año: la electrocumbia de Esteban y Manuel, que prometen poner a bailar a todo el mundo que se deje caer por un concierto en el que volverán a repetir lo que ya han hecho en medio país.
A uno le gustaría pensar que esto es un inicio, un primer paso por ese camino que otras ciudades ya han empezado a transitar, buscando nuevos formatos urbanos para programar música en época estival, para llenar las calles de gente, para que después de la gastronomía o el termalismo se ofrezca también un ocio acorde con los tiempos. Tenemos espacios, tenemos agentes culturales variados y, sobre todo, tenemos muchas ganas de vivir la música en directo.