Hacía 35 años que no comía en este restaurante, situado en Valença do Minho, un par de docenas de metros más abajo de la rotonda que distribuye el tráfico a la autopista, Monção, el puente internacional de Tui y Caminha y Oporto por la costa.
Tengo un recuerdo muy claro del excelente servicio que ya entonces, primeros años de la década de 1980 se practicaba en general en los restaurantes portugueses y en éste en concreto, sin ser gran cosa desde el punto de vista gastronómico, de una manera especial. En eso, hay que reconocerlo, nuestros vecinos del otro lado del Miño y de la raya nos llevaron siempre muchos años de ventaja.
Hace unos días volví. No tenía mucho tiempo para comer, así que pregunté si en 40 minutos podría salir de allí comido. Así fue. Pedí unos “lombinhos de bacalhao”, y antes de que untase la primera rebanada de pan con mantequilla ya los tenía en la mesa.
Raciones, como siempre, según el estándar portugués y una receta que, aunque cambie de nombre no deja de ser el lomo de bacalao frito y luego pasado al horno con un acompañamiento de cebolla y patatas.
El local estaba lleno, en su mayoría por gente joven y observé que la misma diligencia que tuvieron conmigo la practicaban con el resto de los comensales. Me pareció un servicio ejemplar tanto por la rapidez como por la amabilidad que manifestaron en todo momento.
Con respecto al bacalao... no estará en mi top ten de los mejores de Portugal, pero tanto la elaboración como la calidad del producto puede encuadrarse en el rango de los aceptables.
En resumen, un restaurante sin grandes pretensiones pero que nunca defrauda.
