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Matar a Lorca, en agosto del 36

En Madrid había conocido a José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange, más por su afición a la poesía que por sus ideales.

Al Poeta Federico García Lorca (Fuente Vaqueros, 1898- Alfacar, 1936) lo vinieron a buscar un grupo de sublevados azuzados por sí mismos. En la Granada sublevada del 36 la resistencia republicana era ya mueca. Hasta allí había acudido el poeta en busca de mayor abrigo y salvar el pellejo. Él, que si de algo presumía era de libertario, sabía que la cosa iba en serio. Los tiempos en los que todo aquello simulaba una broma habían pasado. 

   En Madrid había conocido a José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange, más por su afición a la poesía que por sus ideales. ”En Granada estaré más tranquilo, hasta que la pesadilla pase”, pensó el poeta. Ni la pesadilla pasó ni la casa de los poetas Rosales fue lugar seguro, al odio hacia la personalidad del poeta se sumaron otras de familia.  Miguel Caballero en “Las 13 últimas horas en la vida de Federico García Lorca”, hace relato e incluso les pone nombre y apellidos a quienes durante años fueron misterio. 

   Eran las 13.30 horas de aquel 16 de agosto de 1936 cuando la llamada en la puerta de la familia Rosales presagiaba lo peor, ni siquiera las súplicas de una familia de falangistas como era aquella les haría cambiar de opinión. Allí, Ramón Ruiz Alonso, ex diputado de la CEDA, José Luis Trecastro y Federico Martín solicitaban la presencia del poeta. En aquella decisión primaban los odios de familia entre la del padre del poeta, los de la Vega, y la familia Roldán y la de Alba. 

   Lorca es conducido al Gobierno Civil, donde aquella misma noche, en ausencia del gobernador -José Valdez- un teniente de la Guardia Civil, Nicolás Velasco, protector de la familia Roldán, ordena el traslado del poeta hacia la Colonia, en Víznar, un viejo lugar vacacional donde los sublevados aplicaban justicia.  Dos coches -según cuenta Miguel Caballero- salen de la Colonia con destino a Alfacar. Al poeta le acompañan los banderilleros anarquistas Francisco Galadí y Juan Arcoyas, y el maestro Dióscoro Galindo. A mitad de camino se detiene la comitiva, los reos son llevados hacia lo que era la explanada de un campo de tiro, los propios vehículos los iluminaban. Se oyen disparos. La escuadrilla de la muerte estaba formada por Mariano Ajenjo, cabo; el pistolero Antonio Benavides; Salvador Varo; Juan Jiménez, Fernando Correa y Antonio Hernández, a las órdenes del capitán Nestares. Y Lorca es ya mito.

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