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La misión Cassini revela que puede haber vida en las lunas de Saturno

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Mientras en las salas de cine se proyecta Alien Covenant, una historia de colonización humana más allá del sistema solar, una nave del tamaño de un pesquero de bajura apura sus últimos meses de misión en los alrededores de Saturno indagando si hay mundos habitables a una distancia asumible por un viaje espacial tripulado con la tecnología actual.

El 15 de octubre de 1997 el cohete que albergaba la nave Cassini dejaba la atmósfera terrestre. Acaban de cumplirse cuarenta años del lanzamiento del primer satélite artificial de la historia, el Sputnik, con el que los soviéticos se habían adelantado en la carrera espacial a los norteamericanos. El próximo 15 de septiembre, la nave espacial no tripulada Cassini caerá sobre Saturno desintegrándose y pondrá fin a veinte años de viaje interplanetario realizado con la colaboración de las agencias espaciales norteamericana (NASA), europea (ESA) e italiana (ASI). La Nasa asumió la mayor parte del proyecto (y del presupuesto), incluido el cohete Titán con el que fue lanzada al espacio así como la nave Cassini y su tecnología de a bordo. La ESA se ocupó del desarrollo de la sonda Huygens, que aterrizó en Titán en enero de 2005 y la ASI, de la antena de comunicaciones desde la que la nave Cassini envía todavía hoy día sus datos a la Tierra.

La nave espacial, de cuatro metros y medio de ancho y algo menos de siete de longitud tardó 2004_december_huygens_probe_concept_art_resultsiete años en llegar a Saturno. Y no hizo el viaje directamente. Primero se dirigió a Venus, planeta sobre el que realizó unos sobrevuelos gravitacionales con el fin de coger más impulso y acelerar su velocidad en su rumbo al cinturón de asteroides. Realizaría también. En este trayecto también buscó la asistencia gravitatoria de la Tierra haciendo un vuelo sobre nuestro planeta con el fin de librarse de la fuerza de la gravedad del Sol y alcanzar la velocidad de 12,5 kilómetros por segundo, cerca de 45.000 kilómetros por hora. Este paseo no estuvo exento de polémica, debido a los 32,5 kilos de plutonio 238 que alimentan sus generadores termoeléctricos y que podrían causar un desastre radiactivo de haberse producido una colisión con nuestro planeta, una posibilidad entre un millón, sobre la que la NASA había calculado que generaría un incremento de 5.000 casos más de muerte por cáncer en el planeta.

El 30 de diciembre de 2000, realizó su máxima aproximación a Júpiter y el 31 de mayo de 2004 descubre dos nuevas lunas de Saturno: Metone y Palene. El 30 de junio de ese mismo año realiza la primera órbita lanzamiento_de_la_cassini_resultalrededor de Saturno y en octubre sobrevuela Titán a una distancia de 1.200 kilómetros de su superficie. El 14 de enero de 2005 la sonda Huygens, que lleva el nombre del astrónomo holandés que descubrió Titán, aterriza en la superficie de este satélite, cuyo volumen es mayor que el del planeta Mercurio.

Los descubrimientos

En su viaje al universo de Saturno, Cassini-Huygens realizaron numerosos descubrimientos. Los más valorados por el equipo formado por científicos de diecisiete países que ha pilotado la misión desde la Tierra a lo largo de estos veinte años, tienen que ver con la posibilidad de encontrar alguna forma de vida, por primitiva que ésta fuera, en alguna de las lunas de Saturno, o un ambiente propicio para que se pueda fraguar en el futuro. Encélado y Titán dos de las 61 lunas conocidas de Saturno, centralizan esas hipótesis.

Las pistas desveladas por Cassini y la sonda Huygens, apuntan a que Titán tiene lagos y mares de metano y etano bajo su densa atmósfera rica en nitrógeno, la única conocida además de la de la Tierra. Su clima se rige por estaciones, como en nuestro planeta, y alterna zonas húmedas con desiertos en su ecuador. Los desiertos no son de arena sino de agua sólida revestida de hidrocarburos. Bajo esta corteza hay un océano global de una singular salmuera formada por agua, sales y amoniaco, una sopa primordial propicia para la aparición de algún tipo de vida.

Las mayores sorpresas llegaron de un pequeño satélite, Encelado, con un diámetro de 500 kilómetros. Encelado ya era un cuerpo celeste popular por su brillo. Es el mayor espejo del sistema solar, pues es capaz de reflejar el 99 por ciento de la radiación que recibe del exterior, lo que se conoce como “albedo” (la Tierra tiene un albedo del 39 por ciento). En sus repetidos vuelos cerca de este satélite Cassini descubrió que bajo la corteza helada de Encelado hay un océano de agua salada líquida. En 2014 detectaron 101 géiseres proyectando chorros de agua a gran velocidad, más de 400 metros por segundo, al espacio. Parte de esa agua regresa a Encelado pero otra es capturada por el anillo E de Saturno en la que se convierte en partículas de hielo y sales minerales. El origen de estos géiseres es hidrotermal, lo que implica que en esta gélida región del sistema solar hay una pequeñ1_casini_resulta luna que alberga en su interior fuentes de calor que son capaces de elevar a más de 90 grados el agua de su océano global. La química, la temperatura y el agua apuntan a que aquí podría llegar a existir alguna forma de vida.

La destrucción de Cassini

Precisamente estos indicios de que pueda haber formas de vida en Titán o en Encelado propiciaron un cambio de planes en el final de la nave Cassini. Su mortífera carga de plutonio 238 con una vida media que supera los 87 años podría alterar el ambiente de cualquiera de estas lunas en caso de una colisión accidental. Por eso el equipo que dirige la misión adoptó la decisión de estrellarlo contra la superficie de Saturno, episodio que sucederá el próximo 15 de septiembre.   

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