Moda con conciencia y tradición

Tras décadas involucrada en la industria de la moda, el covid trajo a Eugenia Camina y su marido a un nuevo proyecto empresarial que lleva su nombre y que basa sus líneas de acción en la sostenibilidad y el aprovechamiento de tejidos para dar como resultado prendas con cierto aire romántico y vintage.

¿Cómo nació la marca?

Eugenia Camina nació de forma espontánea. Durante el covid-19 mi marido y yo nos vimos afectados por ertes de larga duración y comenzamos a editar vídeos educativos de costura. Él es fotógrafo profesional y yo he trabajado como diseñadora durante más de 20 años. Poco a poco nos encontramos que teníamos una pequeña colección y decidimos presentarla en Instagram. Y desde entonces continuamos trabajando en este proyecto.

¿Cuál es vuestra filosofía en torno a la industria de la moda?

Después de tantos años trabajando en la industria de la moda, soy consciente de las problemáticas que conlleva el consumo excesivo, generando excesos de producto y contaminación. Además de la devaluación del producto en sí al intentar abaratar costes continuamente. Es un círculo muy difícil de romper y la situación es compleja. Nosotros ahora mismo apostamos por el “slow fashion”, por la enseñanza y conservación de las tradiciones y artes textiles. En nuestra colección cada prenda es distinta y tratamos de utilizar tejidos descartados y técnicas upcycling.

En cuanto a diseño, ¿cómo surgen las colecciones?

En realidad no trabajamos el concepto de colección, ni de temporalidad. Nuestras prendas nacen basadas en el tejido o material que tenemos en las manos en ese momento. Lo más importante es aprovechar cada tejido y darle nueva vida. La inspiración es mi madre, que ha sido modista toda su vida y aún nos ayuda con sus consejos sabios. Intento aprender todo lo que puedo de ella y llevarlo al mundo de la moda, es una combinación de mi conocimiento como diseñadora y el suyo.

Prestáis especial mimo a los materiales

Sí, por supuesto. La idea es utilizar tejidos que se abandonan, ya porque son descartados en fábrica, o porque sean prendas o artículos de hogar que ya no se usan. Además, tenemos una filosofía muy rígida a la hora de seleccionar tejidos vintage, hay ciertos artículos que son verdaderas obras de arte y se deben mantener como tal. No por el hecho de reciclar, todo está permitido. Una colcha que ganchilló tu abuela hace 50 años y llevó meses de trabajo no se puede cortar para hacer un vestido, tenemos mucho cuidado con eso. Lo principal es crear algo divertido y apetecible con materiales que no son bellos de por sí. En cuanto a los clientes, en realidad es difícil, es necesario educarles para que comprendan el concepto de “slow fashion” y por qué es ropa más cara en relación a lo que están acostumbrados.

¿Quiénes son los clientes?

Nuestro cliente entiende que tiene que haber un cambio social en relación a la producción en masa y el elevado consumismo. Suele ser gente de mediana edad que busca un modo de vida más relajado, en contacto con la naturaleza, preocupados por el medio ambiente y abogan por un consumo consciente. En este momento también nos planteamos ayudar a nuestros clientes locales a hacerse su propia ropa, enseñarles en nuestro taller a crear sus propios diseños y llevarlos a cabo, siempre dentro de estas premisas.

A nivel empresarial, ¿cómo está siendo el proceso?

La verdad, no es fácil. Sobre todo con el concepto de marca que hemos creado. Nuestra idea siempre ha sido mantener un modelo de negocio pequeño y especializado, aún estamos comenzando. No es fácil vivir de esto en la actualidad, pero disfrutamos de nuestro trabajo y, de momento, lo compartimos con otras actividades que nos permitan continuar y dar tiempo a la marca a establecerse dentro del mercado sostenible.

Vuestras prendas son exclusivamente de producción local. ¿Qué significa esto como marca?

VUESTRAS PRENDAS SON EXCLUSIVAMENTE DE PRODUCCIÓN LOCAL. ¿QUÉ SIGNIFICA ESTO COMO MARCA?

Están hechas en casa y de la forma más tradicional. En mi carrera he hecho un círculo, aprendí a trabajar con mi madre antes de hacerme diseñadora para luego trabajar aquí y en Londres. Ahora he vuelto al punto de partida y me encanta, es un proyecto muy personal y lleno de ilusión. La idea es que el producto siempre se fabrique localmente, de forma artesana y dar a conocer el oficio a través de la enseñanza. En Galicia siempre ha habido mucha tradición textil y debemos mantenerla. Hace 30 años había muchas fabricas y talleres que fueron desapareciendo para llevar las producciones a Asia, Turquía… Es el momento de recuperar esos conocimientos, que las empresas gallegas abran fabricas y hagan producción de cercanía.

¿Podemos entender el futuro de la moda sin la sostenibilidad?

El mundo está cambiando y cada vez más la gente entiende el concepto de vida sostenible y lo que conlleva. Yo veo el futuro de la moda en esa dirección. Parte de mi trabajo es dar clases en la escuela de moda Pin Factory y la mentalidad de los jóvenes y futuros diseñadores va en esa línea. Por otra parte, los que llevamos años en la industria también pedimos un cambio, ya hace años que somos conscientes de esta necesidad y de el impacto negativo del “fast fashion”. Cuando comenzamos la marca, no podíamos imaginar que éramos tantos. Y seguimos creciendo, pequeñas marcas como nosotros cuyo modelo de negocio funciona a través de las redes sociales y el contacto directo con el cliente. Eso me hace ser positiva. Muchos de nosotros hacemos voluntariado con plataformas educativas como “Slowfashion Spain”.

¿Cómo vestimos?

Veo algo muy positivo. Hace años había tendencias muy marcadas que variaban a la velocidad de la luz y obligaban a renovar el armario constantemente. Ahora mismo los estilos son mas eclécticos y nos podemos poner lo que queramos, el truco está en el estilismo y cómo combinamos prendas y accesorios.

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