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P. Bazán a Galdós: “Miquiño mío”

Paz
photo_camera Emilia Pardo Bazán.

Un amor clandestino, pero más real que su literatura, un incendio que duró muchos años

Un amor clandestino, pero más real que su literatura, un incendio que duró muchos años (1883-1915). “Rabio por echarte encima la vista, los brazos y el cuerpote todo”, se decían; teniendo en cuenta la envergadura de ella, no era pequeño argumento. Otra cosa fueron sus viajes, Alemania, Francia, allí expresaban sin tapujos su pasión cosmopolita y sus amores, como seres privilegiados de formación exquisita. 

   Emilia Pardo Bazán (A Coruña, 1851-Madrid, 1921) y Benito Pérez Galdós (Las Palmas, 1843-Madrid, 1920), se gozaron como adolescentes pero eran  escritores y mantuvieron una epistolar encendida -recogida en Turner, por Isabel Parreño y Juan Manuel Hernández-; no toda se conserva, la de la coruñesa fue finiquitada en su mayoría. Epistolares a la altura de la mejor literatura erótica, sin dobleces, “Te como un pedazo de mejilla y la guía del bigote”, “En cuanto te coja, no queda rastro del gran hombre”, dan muestras de lo apasionado del debate, con infidelidades, como la de Lázaro Galiano, un apasionado seguidor que a ella le sirvió también de mecenas, o Narcís Oller; antes la gran señora de los “Pazos de Ulloa” había sido amante de Blasco Ibáñez, al menos hasta que se apropió del argumento de un cuento, que se presupone él se lo había dado a conocer en la intimidad del encuentro. Si Pardo Bazán se había separado de su marido, con el que tuvo tres hijos -para conseguir la separación matrimonial José Quiroga usó en su contra su afrancesada pasión por el naturalismo que había adquirido de la mano de Zola-, Pérez Galdós, permanecía como eterno solterón, un hombre solitario y mujeriego del que sobresalen sus amoríos con Concha-Ruth Morell, Teodosia Gandarías, o Lorenza Cobián; ésta, una modelo del pintor Emilio Sala con la que tendría  una hija, María, la única reconocida del gran prosista patrio. 


  Con certeza, las infidelidades, más allá del argumento de Bazán para disculparse del encuentro con Lázaro Galdiano, “Nada diré para excusarme, y sólo a título de explicación te diré que no me resolví a perder tu cariño confesando un error momentáneo de los sentidos fruto de circunstancias imprevistas”, fueron fisura; después de aquello y a pesar de la pasión desatada tras el viaje por Alemanía, Galdós permuta Madríd por Santander y la relación se torna tan sólo literaria.
 

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