LITERALMENTE

Palmira

La ciudad de Palmira evoca paisajes de leyenda y un mundo perdido, recientemente recordados con la guerra en Siria y el avance del ISIS con ánimo de destrucción. 

La historia del Reino de Palmira es la de una ambición frustrada y sobre todo la de una mujer llamada Zenobia (aunque su nombre real era mucho más complicado), quien como su lejana antepasada Cleopatra decidió levantarse contra Roma y crear su propio imperio.

Palmira, hoy de nuevo de permanente actualidad por el avance de los yihadistas y su propósito destructor, se encuentra en Siria, en pleno desierto y no es más que una sucesión de ruinas, pero en el siglo III después de Cristo era un importante centro comercial y una capital próspera. Su nombre proviene de su condición de “ciudad de los dátiles”, un enorme palmeral con tierra fértil y pozos. La urbe declinó tras las guerras de Zenobia y en el año mil fue destruida por completo por un terremoto.

Sólo quedan restos de lo que un día fue el centro de un reino, hoy de nuevo amenazado por la guerra.

Zenobia era la mujer del príncipe Odenato, quien gobernaba siguiendo las órdenes de Roma. Fue asesinado en 267, momento que aprovechó Zenobia para proclamar la independencia y tratar de crear un vasto imperio que se extendería entre Egipto y Siria, propósito que logró durante unos años, hasta el 272. Eran los tiempos de la anarquía militar en la Urbe, donde se sucedían con rapidez los emperadores, y la reina de Palmira vio que era el momento de recuperar el brillo perdido e incluso expandir las fronteras. Fue lo que hizo Cleopatra 300 años antes y que Zenobia repitió en el mismo escenario geográfico y contra idéntico enemigo. Con el mismo resultado…  

El inicio de la campaña resultó un paseo triunfal y en apenas un par de años la soberana forjó un imperio que abarcaba todo el Próximo Oriente, desde Arabia a Siria, incluyendo buena parte de la actual Turquía. Su mayor gloria la alcanzó en 269, cuando entró con sus tropas en Egipto y reclamó la corona para su hijo, gobernando ella misma en su lugar como una suerte de faraona. Que fue lo mismo que había hecho la reina Cleopatra con Ptolomeo Cesarión.

Y es que según una historia no del todo confirmada pero que parece verosímil, Zenobia descendía de Ptolomeo el Mauritano, muerto hacia el año 40 después de Cristo en Roma por orden de Calígula cuando visitaba Roma. Este último Ptolomeo era a su vez hijo de Cleopatra Selene, nacida de Cleopatra y Marco Antonio y hermana de Alejandro Helios y Ptolomeo Filadelfo, y hermanastro de Cesarión. Ciertamente, Zenobia se hizo acreedora a su linaje. 

Gobernó Egipto hasta el año 272, cuando fue derrotada y enviada como rehén a Roma por el emperador Aureliano, que se había hecho con el poder con fuerza, aglutinando en torno a sí las fuerzas dispersas de un imperio que había comenzado a decaer, pero que todavía guardaba fuelle para aguantar 200 años más. Tras su captura, el destino de Zenobia parece confuso. Lo más probable es que fuera eliminada con rapidez y discreción –encarcelada hasta la muerte o decapitada-, o que muriera sencillamente víctima de una enfermedad.

Pero la versión más romántica, y que goza de  muchos partidarios, sostiene que el emperador Aureliano habría quedado fascinado con la reina, a quien cedió una villa en un pueblo de Italia, donde se convertiría en una gran estudiosa de la filosofía y miembro de la alta sociedad, viviendo como una matrona romana hasta su muerte. Aunque pueda extrañar, no habría sido el único cautivo que mereció un trato semejante. En el siglo I, siendo emperador Claudio, el Senado otorgó una villa al líder britano Caractaco, quien había encabezado la resistencia a la ocupación romana. En ella vivió con su familia en pazo pero con la prohibición absoluta de regresar a su tierra.  
 

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