PATRIMONIO

Pazo Baión, la sombra de Oubiña se desvanece entre los viñedos

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photo_camera La visa del Pazo de Baión.

No destaca ni por su arquitectura ni por sus jardines, ni por su patrimonio botánico, artístico o documental.

Las puertas del pazo de Baión están abiertas al público. Ya no es preciso entrar en helicóptero, como hiciera el juez Garzón en junio de 1990, cuando puso en marcha la "Operación Nécora". Laureano Oubiña fue el más efímero de sus inquilinos en los más de cinco siglos largos de historia de esta propiedad.

Los escudos de familias como los Sarmiento acreditan en la fachada un pasado vinculado a la aristocracia rural gallega. El último fue el conde de Priegue, defensor de la causa realista portuguesa, empeño en el que gastaría su patrimonio y esta finca.

Al final del primer tercio del siglo XX fue adquirido por un indiano, Adolfo Fojo, que regresó con fortuna de Argentina y puso en marcha una explotación agroganadera en la que entonces era conocida como Granja Fontán. De ese tiempo procede ese aire neomedieval con las dos torres almenadas que caracteriza el pazo y los edificios cercanos que conformaban el corazón de la explotación agraria: el granero, la vaquería, la vivienda de los caseros...

Condes de Albarei, la coperativa que adquirió en subasta el pazo y sus propietades, encomendó a César Portela las obras de rehabilitación, tarea que realizó con gran acierto. Al mismo tiempo reorganizó el viñedo dándole el carácter que posee en la actualidad, y puso en marcha la nueva bodega. En ella se elabora el vino que lleva el nombre de la finca: Pazo Baión. Un blanco monovarietal de Albariño con una sutil crianza sobre sus lías finas, que se ha convertido en uno de los vinos premium de la cooperativa cambadesa.

La viticultura ya formaba parte de la historia del pazo desde hacía siglos, aunque fue a partir de la década de 1970, mucho antes de que existiera la DO Rías Baixas, cuando se estableció el primer viñedo de Albariño. Hoy es el viñedo más grande en una sola finca de todo el Salnés.

Además de la visita libre y gratuita, el pazo está abierto al enoturismo, con visitas guiadas y catas y también a la celebración de fiestas y eventos, disponiendo para ello de instalaciones de cocina y salones que gestiona una conocida empresa de cattering. El período Oubiña se ha quedado en una anecdótica etapa negra de su historia de la que se ha redimido con la rehabilitación de los espacios y usos y la apertura al público.

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