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Los própositos de gimnasio frente a nuestra vida real

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photo_camera Cuando tengamos alguna duda, lo mejor es consultarlo con uno de los entrenadores de nuestro gimnasio.

Cuando recopilo información y pregunto a una persona cuántos días pretende destinar a su entrenamiento durante la semana, lo habitual es escuchar frases de este calibre: “Voy a venir todos los días”. Pero hay que ser realistas

Todos los años por estas fechas -comienzo de la temporada- los centros deportivos reciben a una ingente cantidad de nuevos socios, con excelentes propósitos deportivos y metas más o menos realistas. 

En los centros más pequeños, familiares o de atención personal, el responsable entrevista previamente a cada principiante, para conocer su estado de forma, historial médico, objetivos, preferencias y disponibilidad de horario durante la semana.

Este último aspecto, la frecuencia de entrenamiento, es clave para afianzar los buenos hábitos y obtener resultados. En muchas ocasiones, es el más importante y el menos valorado.  


Pretensiones inalcanzables


Cuando recopilo información y pregunto a una persona cuántos días pretende destinar a su entrenamiento durante la semana, lo habitual es escuchar frases de este calibre: “Voy a venir todos los días”, “Por lo menos cinco, que ahora estoy de vacaciones” (O en el paro). “Cuatro por la mañana y el resto por la tarde”. “¿Pero no abrís los domingos al mediodía?”.

Bonitos brindis al sol, pronunciados en un momento de euforia. Sin contar con nuestro ritmo de vida real. El que estipula unos horarios de trabajo o estudio, unas obligaciones familiares, tareas domésticas, imprevistos o compromisos, otras aficiones. Sin olvidar que la voluntad se resiente cuando llega el crudo invierno y el sofá del salón, calentito y adaptado a nuestra medida, nos espera en casa.

¿Todos los días? Por mi experiencia les aseguro, amigos, que el 99,9% de estos entusiastas desisten tras la primera semana. Y no es extraño que a la siguiente dejen el centro, hasta el próximo otoño. 


Calidad antes que cantidad


Cuando propongo a estos clientes una organización sensata y ajustada a sus cargas cotidianas, con dos o tres días no consecutivos por semana, algunos incluso se ofenden. O piensan que pretendo estafarles.

Después, comprenden que su cuerpo agradece  cumplir los 14 días comprometidos en un mes, que los 31 vendidos antes de matar al oso, de los cuales apenas lograron asistir cinco. No se excuse por las ausencias, que eso ya lo advertí yo. Es mi trabajo.

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